Aprendiz

Lágrimas

Recorrer un camino doloroso de vuelta no es fácil, y más cuando no quieres llegar ni irte a ninguna parte porque sabes que atrás se queda aquello que tanto amas y que tal vez no volverás a encontrar jamás. A pesar de eso, Regina avanzó por el trayecto, largo y tortuoso. Sintiendo cómo en esta ocasión con cada paso no era el techo de su habitación el que caía y la asfixiaba, ahora era el cielo entero el que la amenazaba con convertirla en polvo; un polvo parecido al que se desvanece con el soplido más mísero, volviéndote etéreo.

Llegó a su casa con un tremendo pesar en las rodillas; esa casa en la que vivió por tantos años y que ahora ya no reconocía como su hogar. Convencida se adentró y buscó con evidente desesperación a sus padres. Recorrió cada habitación y espacio de la residencia, pero una vez más la suerte no estaba de su lado. Entonces lo recordó, el viaje había sido en vano. Sus padres le pidieron presentarse en la plaza del pueblo para confirmar frente a los asistentes que ella seguía con vida. Ansiaban una explicación que la dejara bien parada con la que no contaba. Luego de su secuestro, Dante había tomado el puesto de máximo líder y colocó a Daniel al frente de Orión. Dedujo que fue porque era el que más rápido acataba las órdenes. Sabía que tenía que encontrarlos cuanto antes. Una urgencia profunda creció en su interior porque estaba segura de que lo que arriesgaba con cada segundo perdido valía más que cualquier riqueza. Así que tomó aire y volvió a partir otra vez, esta vez sola, dirigiendo su andar por el camino hacia la plaza; un camino que aborrecía tomar un poco más de lo permitido.

El lugar comenzaba a llenarse y logró divisar a Camila. Su hermana parecía calmada, como quien no se perturba con facilidad. En ese momento deseó poder tener su temperamento para ser capaz de soportar lo que venía. En cuanto la divisó se le acercó para acompañarla a un espacio que destinaban para dar anuncios. Parecido al del otro pueblo, solo que aquí no se trataban temas personales.

Para su fortuna fue Dante quien dio las explicaciones porque la supo vacilante, se volvía inconveniente que la vieran dudar. Con gran seguridad en su voz llenó de mentiras lo que desconocía, dejando como un terrible enemigo a su amado para poder excusar el crimen que pensaba cometer, y colocándola a ella como una mujer que sufrió y sobrevivió a muchas de sus vejaciones.

La gente se mostró horrorizada, pero su opción de réplica fue silenciada de inmediato.

Regina imaginó que saltaba de su espacio detrás de su padre y decía toda la verdad. Si iban a hacer un sacrificio, dos no harían gran diferencia. ¡Pero fue incapaz! Su cuerpo la traicionó y se negó a confrontar a un tumulto de jueces y a sus propios padres. Si Camila no hubiese estado presente…

Sus dos padres, Camila y ella partieron de inmediato y llegaron a la oficina de Orión. Abrieron las anchas puertas y un vano recuerdo transportó a Regina a la escena donde el vigilante que le informó de la desaparición de los otros compañeros entraba por la misma, y con ello cambiaba el rumbo de su destino ya minado; ese destino que no tenía que transformarse, pero que desafió las leyes de la razón y la llevó por un trayecto tan distinto que soñó con no abandonar.

—Padre, tengo que hablar contigo —pidió decidida de manera repentina mientras Dante daba instrucciones a unos guardias que salieron, dejando a solas a la familia.

—Tienes mucho en qué trabajar y ponerte al día. Es urgente que lo hagas lo más pronto posible, ya no estoy tan joven para esto. Tu hermana por poco y toma tu puesto, solo faltaban a lo mucho un par de meses, así que comprueba que sigues mereciéndolo —indicó él, ignorando su demanda.

—Tengo que hablar de algo más urgente que todo ese disparate. —Al escucharla, Dante le brindó un poco de su atención por la prisa de sus palabras—. Madre, déjanos a solas y llévate a Camila.

Amelia se encontraba junto con la joven, ambas se sentaron entre papeles en el escritorio que una vez fue de ella. La mujer se limitó a mirar a su esposo sin comprender. Su hija jamás se había tomado el atrevimiento de dirigirse hacia ella de esa manera.

—Lo que tengas que decir seguro podemos saberlo todos. Camila ya es lo bastante grande, así que adelante —dijo ella con frialdad luego de reaccionar.

Su hermana le lanzó una mirada de sospecha y eso la pulverizó en un instante. Tenía las intenciones de decirlo todo; eso que le había jurado no repetir tan solo horas atrás. En otros tiempos romper una promesa lo habría considerado imposible, pero después de todo lo vivido ya no se tornaba tan difícil.

—Tienes que saber que el prisionero… él…, no pueden ejecutarlo. Va contra las leyes, contra tu honor, contra su derecho —apenas pronunció su argumento porque, a pesar de todo, seguía temiéndole. Su padre era un hombre en extremo intimidante y capaz de hacerla flaquear, pero esta vez era la vida de León la que estaba en juego.

—Sí podemos y así será. Creí que ya habías recobrado la razón —le recriminó con evidente irritación—. Veo que me apresuré a emitir un juicio.

—Tenemos una ley que lo prohíbe, ¡tú lo sabes más que nadie! Está escrito en los libros de Isadora. ¿Lo castigan con un crimen peor al que cometió? ¡Por favor, no lo hagas! Yo… no podré con la conciencia.

—Tú no lo condenaste —gritó el hombre, con su gran cuerpo posándose frente a ella. Se notaba su desaprobación al verla expulsar aquellas palabras nerviosas—. Él fue quien se lo buscó. Todos aquí me van a agradecer que lo quite de estas tierras, no merece pisarlas y mancharlas con su deshonra. —El tono de la conversación iba subiendo de intensidad y él comenzó a arrugar la frente con fuerza.




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