CAPÍTULO 2.

SILVANA.

Siento una patadita, a pesar de que fueron muchas horas de viaje ella está muy feliz. Acaricio mi vientre, y suspiro mientras veo el mar.

—Hija, tu padre no nos va a encontrar, tú y yo vamos a ser muy felices juntas. Posiblemente, arruiné tu infancia por alejarte de tu papá, pero él no es apto para que tú estés a su lado. Quiero que seas feliz, quiero que vivas una infancia sin problemas familiares... Yo no amo a tu papá, ni él a mí. Vivir juntos aparentando ser una familia perfecta es algo que no quiero para ti. No quiero mentirte, ni mucho menos que sufras... Cuando tengas la edad suficiente para juzgarme, ahí hija mía, te diré la verdad. Si quieres buscar a Cristhian no te lo impediré, pero ahora solo seremos tú y yo.

No odio a Cristhian, al fin y al cabo, es el padre de mi hija, pero sería una mentirosa si dijera que su presencia es de todo mi agrado. Acepto que le tengo miedo, yo al lado de él son como una hormiga, sin embargo, si se mete con mi hija soy una hormiga colorada.

Además, aquella madrugada sigue en mi cabeza y las otras veces no fueron bruscas, pero yo no quería estar con él, solo lo hice por temor. No lo culpo de todo, ya que yo también tuve la culpa al intentar separar a Darío de su esposa; que me alié con un completo desconocido que resultó ser un ogro.

Espero que el tiempo pueda sanarme, no quiero vivir recordando mis malos momentos de intimidad con Cristhian. Quiero tener una vida pacífica y feliz. Todavía debo arrancar bien a Darío de mi pecho, y darme la oportunidad de volver a enamorarme de un buen hombre, que me ame a mí y a mi hija.

Quiero vivir el amor, experimentar todo lo que no pude por varios motivos. No quiero negarme a la oportunidad de tener una familia muy grande… Y a Cristhian, solo le deseo que le vaya bien en su vida y que cambie su forma horrible de ser. Por ahora me dedicaré a ser feliz y a esperar la llegada de mi hija, Liliana.