Aquellas noches de Julio

Capitulo IX

Lluvia, y relámpagos
gente refugiada en  locales al rededor,
su mano, tomando la mía .
Y juntos corriendo por una avenida
larga y vacía,
donde las gotas caían .

Sábado 14, 7:26
Me desperté con muchos ánimos y nervios por la cita que tendría en la tarde.

Tenía desde que desperté, eligiendo lo que me pondría. Pero no fue hasta después de clases que me decidí por usar lo que más me hiciera sentir cómoda; sin importar tanto como me veía.

Durante clase ya había acordado con Fred que él me acompañaría (incógnito) una vez más.

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15:50

Estaba por entrar al lugar de la ubicación que Henning me había enviado; Fred trajo a Leam (poniendo esto como pretexto para tener una "segunda" cita) y ambos habían entrado pocos minutos antes.

Me adentre en el lugar, era una cafetería, grande y estilo renacentista. Los candelabros en el techo y los cuadros de pinturas en las paredes eran lo más llamativo ante mis ojos. Hasta que ví a alguien levantarse de una de las mesas, y acercarse a mi. Con un ramo de margaritas blancas, azafranes y gencianas alpinas.

—Buona sera, signorina, ¿Cómo estas? —Saludó Henning mientras me entregaba el ramo.—Ven, sentémonos.

Me guió hacia la mesa, tomó la silla y la acercó para que yo me pudiera sentar. La música que tenían de fondo en el restaurante era común en la ciudad, tenían a Coldplay, más específicamente su álbum Parachutes.

—Estoy bien.—Respondí a su pregunta e intenté iniciar una conversación. — ¿Y tú?

—Igual, ¿Qué opinas del lugar? Está muy artístico. ¿A que sí? —Me preguntó él.

—Es como de película, está hermosisimo, la verdad. —Respondí sinceramente mientras daba un vistazo asombrada a todo el lugar.

—Bueno ahora sí, quítame la duda que tengo desde nuestra última conversación. —Dijo él.

Me quedé confundida porque no recordaba nada.

//Tampoco es como que mi memoria sea de mucha ayuda, a duras penas recuerdo lo que comí ayer.//

—¿Uhg? No recuerdo haber dejado algo pendiente...—En el instante que lo decía mi cerebro hizo click y recordé el por qué de esta salida. —aaah... creo que ya recordé.

—Me vas a contar porque soy "el extraño del museo".—Comentó riéndose.

Mientras planeaba en mi mente como explicarle aquel seudónimo que le puse esa noche, llegó un mesero a dejar la carta y tomar la orden.

Tomé la mía y ordené un Caffè d'orzo, que básicamente no es café. Henning ordenó un Marocchino.

El mesero se retiró y volvimos a la conversación de hace un minuto.

—Entonces... ¿Por qué el extraño del museo? —Preguntó tranquilo.

El mesero volvió con un pequeño plato con galletas caseras y los cafés, luego volvió a retirarse. Tomé una galleta, le di una mordida y mientras la saboreaba, pensaba como plantear mi respuesta.

Él solo esperaba pacientemente, y observaba un cuadro que teníamos junto a nuestra mesa. Era sobre dos jovencitas en la orilla del mar, con largos vestidos blancos y sombreros elegantes.

Henning notó que yo también observé curiosa el cuadro.

—Sorolla, es de Joaquin Sorolla; él pintaba mucho en sus cuadros el mar. Aunque no lo culpo, el mar hace sentir de todo. —Comentó él.

—¿Te gusta el mar?—Le pregunté.

—Es de mis cosas favoritas en la vida, aunque irónicamente es de mis mayores miedos.

—Te gusta pero te asusta.
¿Por qué te gusta? —Le dije llena de curiosidad.

—Pues es tan relajante, siempre en constante movimiento, y los sonidos que hace, sus diversos colores, y lo mucho que nutre; El simple hecho de respirar cerca cura cualquier mal, tanto físico como mental. Es como un refugio, como una manera de olvidarte de todo.

—Es como un segundo hogar.—Pensé en voz alta, y él me miró como si lo hubiera entendido todo en la vida.— Y ¿Por qué te asusta?

—Es tan inmenso que aterra, es desconocido y misterioso; puede llegar a ser profundo a niveles escalofriantes, y me asusta el hecho de no poder ver qué hay debajo de mi, no saber qué me puede esperar. Sólo toca confiar.
Pero esto no es fácil cuando sabes que hay más peligros que calma. —Respondió.

—Te ví mucho antes del restaurante.—Solté luego de segundos de que me contara lo del mar.

—¿Me viste antes? ¿Dond... bueno supongo que si me apodaste "el extraño del museo" es porque yo era un extraño y en el museo. —Llegó divertido a la conclusión.

—Bueno no te ví, solo te olí.—Le aclaré tranquilamente, luego lo miré, y repetí en mi cabeza mis palabras, y noté lo mal que sonaba.

//Lo peor es que ni siquiera es por nervios o eso, sólo así eres tú normalmente.//

No pude descifrar mucho lo que decía su cara, pero era notable la confusión en sus ojos.

—Es que no se si eras tú, pero justo ese miércoles en la tarde estaba en la Galería de arte de Vancouver, y cuando estaba viendo un cuadro, al pasar por la gente sentí tu aroma, sé que suena raro, regresé para apreciarlo de nuevo pero creo que ya te habías ido. —Aclaré apenada.

Di un sorbo a mi café esperando una respuesta; y creí que sería un silencio incómodo, pero mientras él pensaba que responder, fue un "silencio" ameno.

—Así que me reconociste por mi aroma. Aunque pudo haber sido alguien con mi mismo olor, pudo usar la misma loción que yo.—Respondió.

—Tienes razón, pudo ser alguien más.—Afirmé.

—Sí era yo, estoy 90% seguro; porque ayer estaba allí presentando mi cuadro, y porque dudo que alguien más tenga una loción, hecha solo en Italia especialmente para mi, que huela igual.

—Espera, ¿Estabas presentando tu cuadro? Pero real, ¿Tu cuadro estaba colgado ahí?—exclamé sorprendida.

El solo río inocentemente y se encogió de hombros.

Su risa ronca me llamó la atención, que me desconcentré por completo, solo veía su boca articular palabras y no escuché más que lo último que dijo.




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