HENNING
Su manera de desviar la vista cuando se apena; de poner un mechón detrás de su oreja y cuando es consiente de que está descubierta devolver el mechón a su lugar inicial.
Cómo la comisura izquierda de su boca se eleva ligeramente más cuando sonríe, o cómo siempre está moviendo un pie, ansiosa.
No pude dejar de pensar en esa chica, con la que compartí, la que se suponía sería, mi última noche en Canadá.
El plazo había terminado, mis papás me habían concedido tan sólo un año para probar mi suerte lidiando con la vida de artista.
Cosa donde no me fue tan mal, pero no rebasé mis expectativas, y fue motivo suficiente para, a finales de Junio, comprarme un boleto de regreso a Biella. Donde tendría que elegir una carrera y dedicarme a ello por completo, dejando a un lado el arte.
Pero esa noche del 11 de Julio, luego de presentar en la Galería de Arte de la ciudad mi pintura, sentí la necesidad de ir a ver la vista de la ciudad por última vez.
Elegí el restaurant al que había ido casi todos los miércoles en la tarde de los últimos meses a organizar y planificar cosas pendientes.
No esperaba nada más que admirar la ciudad y guardarla como un buen recuerdo para luego marcharme.
Todos los planes cambiaron, por aquella caminata y aquel baile bajo la lluvia con Ophelia.
Me resistí, y cuando la llevaba de regreso al restaurant me dije a mi mismo que de ahí partiría.
Y sí que lo iba a cumplir; lo haría.
Pero ella me pidió una caminata más, y mi cerebro se debatió con mi subconsciente. Porque si quería, ¡Dios! Por supuesto que quería, pero también ya estaba todo listo para mi regreso. Era mi lógica contra mis emociones.
•••
[11 Julio/ tres días antes]
Me dirigí a casa luego de salir del restaurant, indeciso sobre qué hacer. La lluvia aumentó.
Al abrir la puerta todos los muebles, que aún quedaban, estaban cubiertos por mantas.
Dejé mi equipaje en el auto, y entré lo más rápido posible, aunque ya estaba empapado desde que acepté caminar con aquella linda señorita.
Tomé una libreta de una de las estanterías que aún quedaban. Y saque un bolígrafo de la bolsa de mi gabardina. Y me puse a dibujar, hasta dejar de pensar; o encontrar la respuesta.
En mi celular marqué el número de mi mamá.
Y luego de tres tonos, contestó.
—Hola mi niño, ya tenemos todo listo para mañana.—Exclamó emocionada con esa voz dulce.— Papá y yo prepararemos esas palomitas caseras y albóndigas, lo que más te gusta.
No supe como plantear todo; no le quería mentir, pero no le quería contar los motivos reales.
—Mamá... lo siento tanto, pero me quedaré un tiempo más acá.
Segundos de silencio.
—Yo sé que estás en busca de tu hogar y todo eso, y te apoyamos; lo sabes. Pero ¿Podrías siquiera venir unos días a vernos?
¡Hace ya un año que no te abrazo!
—No haría esto si no fuera algo importante. Y en cuento sea posible iré a verlos.—La consolé.
—Mhmm... Sólo porque te conozco; demasiado, y escucho en tu voz la esperanza de algo, y confío en tu intuición, mi niño.—Me respondió.
—Gracias, de verdad gracias.—Le dije de corazón.
—Entonces nos vemos ¿En...? —Me incitó a completar, pero yo no sabía cuánto tiempo me tomaría.
—No lo sé con certeza, pero estaré ahí antes de mi cumpleaños, lo prometo.—No mentía.— Ciao mamma, dì a papà che mi manca, voglio bene a entrambi.
—A presto, figlio mio, ti vogliamo tanto bene.
Y terminamos la llamada.
La decisión estaba tomada, ¿Sería tonto lo que hice? Yo pondría todo de mi parte para hacer que valiera la pena el esfuerzo.
•••
14 Julio, 23:22
No podía dormir, estaba demasiado emocionado, y pensando en todo. Hoy Ophelia me dejó saber más cosas de ella, por fin.
Aunque la facilidad de platicar, como si tuviéramos años de conocernos, se dio desde el primer momento en hablamos.
Me quedé pensando en lo que me contó, sobre su proyecto escolar. Y sé que el mundo del arte es inmenso y ni yendo a todos los museos del mundo será sencillo encontrar algo que realmente complazca o identifique.
Así que tuve una genial idea.
Llame al teléfono del que había era mi mejor amigo desde mi infancia en Alemania hasta mi tiempo en Canadá.
Tardó un rato pero contestó:
—Gute nacht, Kumpel.¿Estás dormido? —Saludé.
—¡Verdammt! Es casi la media noche, espero que sea de vida o muerte porque estaba soñando dass ich ficke. —Me respondió.
Me burlé de sus sueños locos, pero igual no me desvíe de mi objetivo.
—Necesito un favor. —Le pedí.
—Lo que necesites, dilo.
—Pues necesito ayudar a...—No supe como llamarla.— Mira, quiero llevar a un grupo de chicos a galerías de arte de artistas actuales y no la misma old shit qué hay en todos lados.
—Espera, espera... Para empezar, ¿No se suponía que ahorita estarías en un vuelo o probablemente ya en Italia? Y segundo, ¿Qué les debes a esos chicos? —Me preguntó burlándose.
—Heyy, hey, me ofende que pienses que me tienen que deber algo para yo hacer algo bueno por ellos. —Respondí algo ofendido.
—Pues se que eres muy gentil y caballeroso, por como te educaron desde pequeño, pero ya esto es algo más que simple amabilidad.
O acaso... ¿Estás empezando obras de caridad o algo por el estilo? —Me dijo burlándose.
—No, es que... quiero ayudar a jóvenes de nuestra edad a integrarse fácilmente a todo esto. ¡Vamos! Te consta que no es sencillo, y si pueden aprender algo de nosotros que mejor. —Le dije.
Y no mentía, si era algo que me había planteado hace tiempo. Pero yo sabía que no lo hacía por esos chicos, lo hacía por ver esos lindos ojos brillar, y quitarle un peso de encima ayudándola.
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Editado: 15.01.2022