Aquellas noches de Julio

Capitulo XII

OPHELIA

17 Julio, 11:02

Estuve los dos días siguientes mirando las flores (ya menos vivas que el día que me las dio, excepto por la de papel) y pensando en si invitarlo yo, o esperar a que él me hablara. Y ansiosa por charlar de nuevo con él, le escribí.

<<Ophelia: Holaa, ¿te apetece salir a platicar o tan sólo caminar un rato, conmigo?

Henning: Claro, me encantaría.

Ophelia: Cool, entonces...¿Cuándo?

Henning: Cuando tú gustes, yo puedo en el momento que sea.

Ophelia: Puede ser hoy, aunque tengo una tarea en equipo y me desocupo hasta la tarde ):

Henning: Pues no hay problema, en la tarde será. ¿A dónde?

Ophelia: Pues donde sea. (: 

Henning: Quiero llevarte a conocer un lugar, ¿Aceptarías? >>

Lo pensé seriamente por un momento, pero estaba muy emocionada, y tenía mucha curiosidad, y extrañamente me sentía demasiado en confianza.

<<Ophelia: Acepto!

Henning: Bien, ¿Pasó por ti a qué hora?

Ophelia: Pues a las 17:30 ya estaré lista.

Henning: Genial, te veo en unas horas. :) >>

Le sonreí estúpidamente al celular. Y esperaba que las horas pasaran rápido, porque por alguna extraña razón me sentía con gana de platicar, de contar muchas cosas pero no con cualquiera, si no de hablar con él. Todo se sentía diferente, en una bonita manera.

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El trabajo que hice con unos compañeros terminó rápido para mi suerte. En cuento terminamos, me dirigí al departamento para cambiarme.

Luego le avise a Henning que estaba lista, le mande mi ubicación (corrompiendo la regla #2 que me había puesto mentalmente, la #1 era tomarme esto más allá de un simple summerlove) y él me esperaba al salir del ascensor.

No llevaba flores esta vez, cosa que ni siquiera me importaba, obvio.

//Ajá... como si en el fondo no esperabas otro lindo ramo.//

En el camino puso buena música, aunque estaba en otro idioma y aunque hablo dos más aparte de mi lengua materna, este no lo pude entender.

Pero tenía un buen ritmo y con eso me bastaba.

Al entrar al lugar, mi alma casi sale de mi cuerpo, mis ojos de mis cuencas, todo el aire me abandonó. Para luego crear una presión en mi estómago, y una enorme sonrisa que no supe disimular, y un ridículo y vergonzoso chillido que salió de mi boca, por la emoción.

//No te llevo flores, porque te llevo a ti hacia ellas. Esto sí que es demasiado lindo.//

Me llevo a un jardín botánico, jamás había visto alguno otro, pero podría jurar por lo que más quiero que este es el más lindo de todos.

—Bienvenida al Jardín Botánico de Vandusen, para mí uno de los más lindos de toda la ciudad. Veo que sí te gustó. —Dijo Henning con una sonrisa y los ojos brillantes. Satisfecho.

—¿Qué si me gustó? ¿Es enserio? Casi me da un orgasmo visual, esto está increíblemente hermoso. Quiero volverme un hada y vivir aquí por todas las estaciones del año, el resto de mi diminuta vida como servidora de la naturaleza.

Él no dijo nada, solo rió y se sonrojó.
Me alegró la familiaridad con la que escuchaba mis tonterías, que sólo salen cuando estoy muy MUY emocionada o nerviosa.

El lugar era inmenso, pero parece que él ya lo conocía un poco, porque me guió por un camino, lleno de flores y árboles, me sentía en uno de esos fondos de pantalla de las computadoras.

En Vancouver el clima había estado de locos, y el sol se metía más pronto de lo previsto, aunque esta vez tiñó el cielo de un naranja/rosa que me hizo sentir como en un sueño.

Y de pronto tan solo ahí caminando por ese linda puente y rodeada de rosa esa flora, ví un colibrí pasar.
Y sentí hermoso, estábamos en silencio pero se escuchaban pájaros e insectos, y el sonido del agua. Sentí que esto no era real. No podía.

Estaba soñando, ¿Lo hacia?

//No, definitivamente no es un sueño.//

—¿Te sientes bien?—Me preguntó Henning.
Y solo ahí fui consiente que yo estaba llorando, sólo parada, sin moverme y en completo silencio, mis ojos soltaban pesadas lagrimas.

De emoción; esto me emocionaba mucho, jamás pensé ver algo tan... tan, tan perfecto. Pensé que sólo había de este tipo de paisajes en las películas o en los libros, pero aquí estaba, era real.

Y por primera vez después de no sé cuánto, respiraba y... me sentía muy bien. Estaba en paz.

Me sequé las lagrimas, respiré hondo, y lo miré.
—Sí—Respondí. Pero sonó más a una pregunta, una hecha más para mi que para él.—Sí, estoy bien.—Volví a afirmar.

—No, no pregunte si estás bien, se ve que lo estás. Pero... realmente, ¿Te siente bien?

Y me miro, muy profundo pero sin una sola señal de juzgarme; y muy lleno de sinceridad.

—Justo ahora, justo aquí, y contigo.
¡Fuck! Claro que me siento bien.—Respondí.

Y era verdad, no se que era esto, pero nunca me había sentido así.

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Caminamos, caminamos y hablamos un buen rato, por horas, hasta que el último rayo de sol se escondió.
El cielo estaba oscuro pero se veían muchas estrellas.

Le conté mucho, creo que hasta demás. Pero todo salió tan fácil, las palabras me fluyeron cómodamente ahí. Me desahogue, y le conté cosas que ni a mi propia psicóloga me había atrevido a contarle jamás.

Tal vez sólo mi mejor amigo las sabía, pero no más desde ahora, no sólo él, si no, también este extraño del museo.

Y él me contó mucho, intercambiamos tanto, y fue tan lindo estar ahí sentados en una banca del jardín en medio de miles de flores de colores, y compartir memorias.




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