El hombre miró el desastre.
Los cristales de la estancia habían sido rotos y el vidrio crujía bajo las suelas de sus zapatos. De lo que suponía que habían sido muebles quedaban fragmentos de madera dispersos por la estancia como cuerpos sin vida entre restos de papel, ropa despedazada y latas abiertas de comida. El viento chillaba por los espacios abiertos, abultando las cortinas, creando una atmósfera lúgubre.
Chasqueó la lengua y meneó la cabeza, desaprobando la destrucción innecesaria.
Sus manos enguantadas tocaron un cuaderno escondido debajo de una mesa volcada, pero no encontró nada interesante. En cambio, una fotografía deteriorada captó su atención y estudió al hombre de constitución fuerte que enseñaba una sonrisa abierta. La impresión que dejaba a primera vista era engañosa. Tenía el rostro rectangular fortificado por la línea insolente del maxilar inferior y un mentón en forma de V que anunciaba la inclinación hacia un carácter obstinado. En la imagen se veía contento y despreocupado. Se veía… libre. Su sonrisa llegaba hasta los ojos, pero una pequeña arruga entre las cejas advertía que no se relajaba completamente bajo ninguna circunstancia, que estaba preparado para resistirse si la situación lo pidiera.
Mío enseñó la fotografía a la mujer que lo acompañaba.
—¿Es él? —preguntó, guardándola luego con sumo cuidado.
—Sí —tartamudeó esta.
—Señorita Nasano, siéntese, por favor —pidió Mío con voz amable, dándole la vuelta a un sillón y ofreciéndole el asiento—. Y cuénteme todo lo que sabe sobre el señor Arklow.
Darli se sentó un tanto inquieta. Ahora dudaba de su decisión de compartir la información con ese hombre. Era pedante hasta darle escalofríos y encontraba rara su manera de hablar. Si lo miraba bien, también se movía de una forma extraña, como un robot defectuoso; esperaba escuchar rechinar sus huesos a cada instante. Y qué decir sobre sus guantes… estaban en mitad de verano, pero él no se los había quitado.
Le había explicado que era miembro de un departamento especial que buscaba los reborners desaparecidos, y el momento no podía ser más afortunado para ella. Estaba harta de cuidar a los mocosos de sus hermanos durante el tiempo que su madre se olvidaba de volver a casa, borracha días enteros, y el premio prometido le venía como caído del cielo.
—¿No ponía el anuncio que cualquier información tendría una recompensa? —demandó, queriendo asegurarse de que ganaría algo.
El hombre-androide colocó la mesa y dos sillas que habían escapado enteras. Sacó un pañuelo artesanal y limpió con cuidado el polvo. Luego se sentó y sacó de un bolsillo interior un monedero de plata. Lo dejó en la mesa, cerca de su mano.
Darli cambió de sitio y tomó asiento en la parte opuesta. No pensaba decir una sola palabra hasta que no viera el pago.
La mano de hombre, alargada, de dedos huesudos, abrió la cajita y le enseñó una moneda.
Darli se ahogó con el aire y sus manos empezaron a sudar. Parecía oro. Sabía que el metal existía todavía, pero no soñaba con llegar a verlo.
—Empecemos con esto. ¿Le parece bien? —preguntó él, moviendo la moneda hasta el territorio de ella.
Darli se humedeció los labios resecos y asintió.
—¿Qué desea saber?
—¿Quién es Celso Arklow?
—Lo conozco desde hace unos años. Apareció un día en el barrio —aclaró ella—, y de vernos y hablar entramos en el mismo círculo de amigos.
—¿Qué tipo de persona es?
—Eh… Bueno… La verdad es que a Celso le gusta mantener su vida en secreto.
—¿No ha dicho usted que son amigos? —inquirió, arqueando una ceja oscura, como si no entendiera por qué ella se contradecía en las afirmaciones.
—Oh, sí. Íntimos amigos, si me endiente —se apresuró a confirmar Darli, guiñándole un ojo, pero recibiendo un ceño fruncido de parte de su interlocutor.
—¿Qué tipo de persona es? —repitió este la misma pregunta.
Darli se concentró, interesada en ofrecerle la información que necesitaba, a pesar de que no entendía qué esperaba.
—Creo que está contento —dijo—. Más, desde que ha conseguido comprarse esta casita. Es un gran logro, ¿sabe? He oído que se ha criado en los Barrios Inferiores.
—¿Es violento? —se interesó.
—No exactamente.
Mío alzó otra vez esa ceja que parecía moverse por sí sola y Darli se apresuró a continuar.
—Yo jamás lo vi violento, pero he oído algunas historias. La gente habla mucho, estoy segura de que parte eran habladurías. Dicen que se escapó de la unidad DUAL —susurró, inclinándose hacia el reborner.
—¿Dual?
Acompañando la explicación con gestos de asentamiento, Darli no esperó a que le pidiera detalles.
—Es la principal fuerza militar de aquí. Tienen su territorio, sus reglas, y acogen solo a los más duros. Celso es el único que logró salir de la DUAL, y no en posición horizontal. No sé cómo lo hizo. Desde que lo conozco me pareció que evita meterse en líos. Pero tiene un aura escondida y peligrosa.
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Editado: 27.09.2020