AquÍ No Hay Amor (dual)

38

Quiero saber quién lo autorizó. —Adam se tapó la boca con los nudillos.

—¿Estás pensando en alguien de aquí? —preguntó su interlocutor.

—Los drones eran nuestros, Barín. No es que lo piense, las evidencias hablan.

—Todos los dedos apuntarán hacia ti. Dirán que lo hiciste para salvar a Ailyne.

—Me preocupa menos que las consecuencias. La negociación se acabó, Stray nos declara la guerra…

Barín se dejó caer atrás en el sillón y se echó a reír.

—Perdóname —dijo después de un momento—. Es hilarante. ¿Stray nos declara la guerra? ¿Van a atacarnos con palos o con palabras?

Adam se salvó de contestar por la intervención de Mulan.

—Creo que estás abusando de tu puesto. —El embajador reveló su disgusto por el tono gruñón usado. Su fornido cuerpo estaba encerrado en un traje azul, el color del día, y su cara se veía congestionada, más roja que de costumbre al entrar en la estancia.

Adam le evitó la mirada y esperó hasta que los otros diez participantes se sentaron.

—¿Qué es lo que pasa, Adam? —preguntó uno de ellos.

—Quieres decir esta vez —continuó Mulan, casi escupiendo las palabras.

—Compañeros, la información que compartiré con vosotros es de máxima gravedad. La seguridad de las Colonias está amenazada por fuerzas internas.

El anuncio creó conmoción y los embajadores empezaron a hablar al mismo tiempo. Adam esperó hasta que los espíritus se tranquilizaron lo suficiente como para ser escuchado.

—¿Estás acusando a alguno de nosotros? —El delegado del comercio, que siempre hablaba susurrando, consiguió hacer silencio—. Es verdad que lo de los drones fue un incidente desafortunado, pero espero descubrir que el responsable se arrepiente.

—Me temo que arrepentirse no es suficiente para pagar la muerte de tanta gente. Pero empezaré por el principio. Empezaré por contaros que el hundimiento del barco del mes pasado no fue un accidente.

El ruido de alboroto fue mucho más fuerte y bastante molesto. Adam prefirió mantener la cabeza gacha y no desvelar todavía sus armas. Contaba con el elemento sorpresa.

Barín se levantó y vociferó más alto que los otros, acompañando la acción con palmadas.

—Silencio, por favor… Silencio. —Cuando el escándalo se redujo a un murmullo, continuó—: Somos personas educadas en el respeto hacia el otro. Vamos a concentrarnos para evitar las interrupciones.

Doce manos se levantaron y Adam pudo proseguir.

—Dado que mi hija estuvo implicada en el supuesto accidente, me permití pasar por encima de las vías oficiales y hacer mi propia investigación. Desde el principio encontré discrepancias, pero no me extrañé, todos sabemos que la información oficial puede diferir para tranquilizar a la población.

—A mí también me pareció un suceso inesperado —intervino Mulan.

—Seguí buscando pistas —continuó Adam sin hacer caso a la intromisión—. Y descubrí que el incidente del barco estuvo ordenado, planificado con anticipación.

—¡Los astray! —se escucharon gritos enfurecidos.

Adam negó con la cabeza.

—No. La orden vino de alguien presente en este cuarto, en este mismo momento.

El silencio hizo nota discordante con el jaleo anterior. Adam se permitió echar un vistazo a la persona en cuestión y notó la palidez de su piel.

—Es una acusación grave —le avisó el encargado de la justicia—. ¿La mantienes y la declaras formalmente?

—Sí. —La voz de Adam ganaba seguridad a medida que hablaba—. Con mucho esfuerzo he encontrado al superior de la sala de máquinas y tengo un documento de vídeo con su testimonio. Cualquiera de vosotros puede entrevistarle. Fue ayudado a salir de Stray y se retiró en una residencia de Reborn 7.2. Le pagaron para no alertar a las autoridades y para silenciar las alarmas que debían de haber saltado de forma automática. También tengo el resumen informático que destaca la huella dejada por el virus usado para deteriorar el computador y el informe de la Oficina Central de Investigación que encontró rastros de cloratos usados para hacer explotar el doble fondo del barco.

—¿Quién y con qué propósito pudo hacer algo tan terrible?

—Deberíamos dejar que lo explicase él mismo —comentó Adam sin poder ocultar la tristeza de su voz. De inmediato arregló la falta; su mirada se heló y con el índice señaló al culpable—: Barín.

Todas las cabezas se giraron y el sujeto pasó por varios estados de ánimo en los momentos que siguieron. Las protestas se le atascaron en la garganta, abandonó la defensiva y se volvió indignado y bravucón.

—Alguien debía actuar. No tenéis el valor para tomar una decisión.

—Me temo que no entiendo qué decisión puede justificar el asesinato de nuestra propia gente —comentó alguien.

—Jamás hubiera pensado en ti. —Adam ladeó la cabeza, después prefirió agacharla y mirar la mesa. No quiso creer que el hombre que respetaba había sido capaz de tal atrocidad ni cuando había visto las pruebas. Había intentado hacerlo reconocer, que le explicase sus razones, pero al final todo se reducía al motivo más sencillo e irresistible de todos los tiempos: el poder. Rio con aspereza, a la vez que tamboreaba con los dedos en la mesa—. El accidente del barco tuvo como propósito declarar culpables a los astray y obtener la razón definitiva para eliminarlos —explicó—. Cuando empezaron a colarse en Reborn, acusamos a sus Vigilantes de no saber cómo hacer su trabajo, y la cabeza de Barín era la primera que iba a caer si los incidentes continuaban.




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