¡aquí no hay inocentes!

Capítulo II (La Virgen Hídrica) Capítulo III (Ofrenda / Ofensa)

CAPÍTULO II

La Virgen Hídrica

14 horas para el ataque

           

No estaba seguro de cuánto tiempo había trascurrido. Ni siquiera estaba seguro de qué día era. Cuando lo secuestraron era de noche y los hombres encargados de la tarea le advirtieron que no debía gritar, al menos no, si no quería que el resto de su familia corriera la misma suerte. Colocaron una bolsa de papas en su cabeza, justo después de amordazarlo. Amarraron sus manos y piernas para después subirlo a un vehículo, por el ruido del motor, dedujo que se trataba de una camioneta 4x4. Ese era su tipo de vehículo favorito y solía comprarlos únicamente para coleccionarlos. Realmente no necesitaba tantas camionetas de ese estilo. Ya se había vuelto una ostentosa y vulgar adicción que terminó por revelar al público su desagradable forma de dilapidar el dinero. No paso mucho tiempo, hasta que uno de esos periodistas entrometidos, haciendo las investigaciones pertinentes, llegara hasta la génesis real de aquellos fondos monetarios.

—Maldito Ismael. Maldito entrometido —murmuró arrepentido, al asumir que su error estaba en las mordaces preguntas de aquel intrépido periodista, que no había sido capaz de responder en esa rueda de prensa. Ese recuerdo distante en su mente no era más que un momento desagradable que había olvidado con el pasar de los años.

Irving se lo dijo en una ocasión: «Los periodistas en este país actúan como si no tuvieran madre. Asumen que todo político es por obligación un corrupto hijo de puta. Todos los que tenemos una madre somos susceptibles de ser llamados hijos de puta». Esa es la frase favorita de Irving Rodríguez, el actual ministro de recursos hídricos. Él no asistía a ninguna rueda de prensa. Siempre decía que su trabajo era demasiado importante para perder el tiempo respondiendo a las dudas de aquellos que piensan que no tienen madre.

            Un desagradable sonido llamó su atención. Por un momento pensó en pedir auxilio, a pesar de que ya había pasado el primer día gritando hasta desgañitarse. «Probablemente solo es una rata», pensó y nuevamente hizo otro esfuerzo para moverse en el interior del tanque. Le tomó un par de horas deducir que se encontraba en un tanque lleno de agua. Inicialmente pensó que podían haberlo dejado en una piscina abandonada o en algún pequeño charco. De ser ese el caso, habría escuchado animales de pantano o uno que otro pájaro en los alrededores. No escuchó nada, excepto a las ratas que merodeaban por aquel lugar, fue así que dedujo que debía encontrarse en el interior de un tanque relativamente grande. Obviamente no estaba a la intemperie. Los secuestradores no podían ser tan estúpidos como para dejarlo a la intemperie. La venda que le cubría los ojos se había secado. Se le mojó cuando la silla a la que estaba atado se movió peligrosamente hacia un lado. Estuvo a punto de ahogarse en aquel tanque. Desde ese peligroso instante decidió que no se movería a menos que fuera estrictamente necesario. Sus secuestradores ya debieron de solicitar un cuantioso pago por su rescate. Casi podía imaginarse a su esposa Michelle dedicándole una mirada despectiva al teléfono, poco después de recibir la llamada que anunciaba su secuestro. Su matrimonio, como muchos otros, no era un matrimonio por amor. De hecho, la sola idea era incluso ridícula. Aun así, tenía la esperanza que la cacatúa de su esposa se dignara al menos a mover su trasero y comunicar a la policía sobre su secuestro.

            Mario Panuco, viceministro de recursos hídricos, no se imaginaba que ya había estado en ese lugar. Los secuestradores lo habían trasladado justamente a la oficina principal de la central hídrica más avanzada de América Latina. Justo en esa misma oficina, hace un par de años, se paseó junto con el ministro Irving y el presidente de la república. La avanzada central hídrica estaba lista para volverse un baluarte de la tecnología y una mega estructura capaz de superar al sistema potabilizador experimental de Colombia, o al menos, eso era lo que se decía en su momento. Los 83 millones de dólares empleados en su construcción, se promocionaron como un bajo costo a cambio de las ganancias que proporcionaría al país. La central hídrica fue bautizada como: «Nuestra Virgen del Carmen». Posteriormente y luego de los escándalos de corrupción, seguidos muy de cerca con los peligrosos desperfectos mecánicos, sumados además a las alarmantes fisuras estructurales en la zona, visibles desde casi cualquier ángulo y culminando con un largo proceso judicial en el que, los principales implicados fueron declarados no culpables de cualquier cargo de corrupción, negligencia y malversación de fondos. Nuestra Virgen del Carmen pasó a ser conocida como la Virgen Mentirosa. El escándalo mediático alcanzó a las empresas extranjeras que habían colaborado en la construcción de la «Virgen Hídrica». En casi todos los países involucrados se dieron condenas muy severas para todos los implicados, mientras que, en la «República de las Protestas», se emitió un sobreseimiento definitivo a favor de todos los implicados, especialmente a favor de Mario y su superior el ministro Irving Rodríguez. Sumado a lo anterior, se condenó por daños y perjuicios a la unión comarcal que se había constituido como un grupo de querellantes independientes debido a todos los daños que se habían originado en sus tierras, luego que el agua se contaminara con varios desechos peligrosos. Las investigaciones del intrépido Ismael llevaron al ministerio público a recabar declaraciones testimoniales de empleados de la central hídrica, que aseguraban que las instalaciones se empleaban para albergar contenedores repletos de sustancias desconocidas.




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