Árbol del Juicio

Capítulo 3

Eran las 2 de la mañana y Abraham no lograba conciliar el sueño. Sus papás y hermanas estaban profundamente dormidos, al parecer todavía les duraba el cansancio de la mudanza.

La luz de la luna entraba por su ventana formando las siluetas de las ramas del árbol en su piso. No podía dejar de observarlas, era como si el movimiento del viento en ellas lo hipnotizara, le recordaban en cierta manera a aquella joven de ojos dorados con una edad que se asemejaba a la de Abraham.

¿Guardián del Árbol del Juicio? ¿Qué significaba eso? Mientras pensaba en esto dos golpecitos vinieron de su ventana, llamando su inmediata atención. Se sentó en su cama sin asombrarse demasiado pues ya se estaba acostumbrando a esto, desde que había desaparecido Kya estaba en un constante estado de alerta, se puso de pie y se desplazó hasta quedar frente a la ventana.

No había nada afuera, dio media vuelta para volver a intentar dormir, sin embargo alguien ya estaba ocupando su lugar. Era Kya algo adormilada, con ojeras bajo sus ojos.

—Tienes que... tienes que venir conmigo —dijo, cabeceando ligeramente y con sus párpados entrecerrados.

—Creo que te vendría bien dormir un poco —respondió Abraham.

Kya meneó su cabeza con fuerza, espabilándose.

—No puedo. No me dieron órdenes de descansar.

—¿Órdenes? ¿de quién?

—Es clasificado. Tengo que llevarte a Edaland. Ahí sabrán que hacer.

—¡¿Edaland?! ¿sabrán qué hacer?, ¿de qué estás hablando? —Abraham empezaba a estar harto de la situación, entre lo que no entendía y no quería entender, extrañaba su vida normal.

—No hagas preguntas —ella soltó un largo bostezo—, sólo ven conmigo.

Sin previo aviso Kya tomó su mano y cuando menos lo esperaba ya estaba tirando de él hacia la ventana, forcejeó para romper el agarre pero ella era más fuerte de lo que aparentaba.

—¡Estás loca! ¡Suéltame! ¡Estoy en pijama y descalzo!—gritó Abraham con pánico, cerrando sus ojos.

Cuando los volvió abrir comprendió que no había notado la caída y que por obra de algún inexplicable motivo ahora estaban en su patio, delante del peculiar árbol, haciendo aún más extraño ese asunto.

Kya soltó su mano y se acercó determinadamente al tronco, posando la palma de su mano derecha sobre él. Abraham no se había dado cuenta pero el árbol tenía extrañas marcas que no sabía si era un lenguaje o un tipo de señal.

—¿Qué esperas? —preguntó estirando su brazo izquierdo hacia Abraham.

Sin mucho pensarlo él se acercó rápido a ella y sujetó su mano.

De pronto una luz cegadora llenó su visión, haciendo que sus alrededores se volvieran difusos y después simplemente invisible. Ahora todo era blanco, y por unos segundos sintió miedo.

Jamás había experimentado algo como eso.

La luz lentamente se desvaneció para permitirle ver de nuevo, en cambio ya no era el patio donde se hallaba de pie, sino un lugar completamente diferente.

A pesar de ser un día soleado hacía un frío terrible, Abraham notó que estaban parados encima de una construcción circular de color plata, con pequeños destellos azules que parpadeaban en los bordes.

—¿D-dónde estamos? —preguntó, y antes de obtener una respuesta sintió su piel de gallina y cayó de espaldas contra el suelo metálico—¡ay!.

Observó que el cielo era muy distinto al que estaba acostumbrado, pues en éste se hallaba una gigantesca superficie que parecía flotar. Parpadeó tratando de comprender como era posible que eso pasara.

—¿Qué haces en el suelo? Levántate —ordenó la voz de Kya.

 Abraham se incorporó, levantándose con un poco de dificultad ya que al estar descalzo sentía las piedras enterrarse en sus pies.

Kya dos pasos adelante miraba en su dirección expectante.

—¿Y bien? —preguntó ella.

—Ya voy —refunfuñó Abraham, desplazándose hasta llegar a su lado. 

Entonces ambos caminaron uno junto al otro por una ancha calle empedrada con losas desgastadas y grises. A los costados se encontraban altas casas y edificios con apariencias deterioradas, Abraham miró sobre su hombro advirtiendo en que la plataforma en la que había aparecido era el centro del cruce de diferentes caminos que se unían.

—¿Qué hacemos aquí?

—Esto es Edaland, y eres el primer humano que viene a este mundo.

—¿Mundo? ¿es otro mundo?

—Así es, este mundo protege las facultades del ser humano, cada uno de los territorios de este mundo protege una de las 3 principales facultades humanas: El Árbol de la Libertad, el Árbol de la Voluntad y el Árbol del Conocimiento, donde estamos ahora. 

Abraham la miró estupefacto.

—Estoy soñando, definitivamente estoy soñando —dijo para sí, pellizcándose su brazo y pasando una mano por su pelo—. Aun no me has dicho que hacemos aquí.

—Pronto lo sabrás.

—¡Kya! Qué bueno que volviste —se oyó a lo lejos, y ella se detuvo volviéndose hacia la voz.

Abraham giró la cabeza y vio que de su izquierda salía de lo que parecía ser una herrería un hombre de mediana edad, estatura baja y cuerpo robusto, de su cuello hasta sus rodillas colgaba un delantal de cuero, en su mano izquierda sostenía un gran martillo cuyo peso no parecía afectarle en lo absoluto.

Kya se adelantó para envolverlo en un abrazo que el viejo correspondió al instante.

—Te dije que volvería —dijo ella.

—Me da mucho gusto verte de nuevo —contestó él separándose de la joven, luego su mirada se enfocó en Abraham—, ¿y este niño?

—Es Abraham, es un humano, lo llevo al...

—¡¿Un humano?!  ¿Qué hace aquí?

—¡Shhh! Crearás pánico.

—Oh, lo siento —se disculpó el hombre, y se dirigió a Abraham mirándolo con fascinación, inclinándose sobre sus rodillas—. Hola, humano, yo ser Wirm, yo dar bienvenida a nuestro mundo.

—Mmm... ¿Hola? —contestó Abraham algo extrañado y confuso.

Wirm se enderezó y miró a Kya.



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En el texto hay: fantasia, misterio, mundos

Editado: 18.01.2021

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