Arduo

Capítulo 2

Todos aquellos que juzguen con la mirada a Rose pensaran que solo es una chica que la quiere fácil, cuerpo bonito, facilidad con las amistades, todo lo que os podáis imaginar cuando describí a Rose, todo aquel que la conozca como realmente es dejara de lado todos esos pensamientos e incluso se sentiría culpable de siquiera haberlos tenido, y para la suerte de Rose, solo Milos la conoce como realmente es ella, aunque todos piensen en Rose como una interesada que solo está con Milos por su dinero, despertando incluso celos en Azusa, nadie sabe su historia.

Primero de febrero en la entrada de un hospital, llegaba una mujer que en poco daría a luz, caminaba aguantando los gritos cuando una enfermera la vio, corrió por una silla de ruedas y mientras la llevaba a la sala de partos, le tomo todos sus datos, ya en esta, la mujer estuvo algunas horas en labor, una linda niña nació, una enfermera tomo a la niña que lloraba por alejarla de los latidos de su madre, la envolvió en una toalla y se la llevo a su madre.

-Felicidades señora, es una linda niña- dijo la enfermera dándole a la mujer su hija

-Oh pequeña, pequeña Rose, serás una buena niña-

La bebe dormía, en su pequeño rostro se notaba la felicidad de sentir nuevamente los latidos del corazón de su madre, que bella escena aquella.
El tiempo paso, cinco años después de aquel primero de febrero, madre e hija, que más se necesitaba para ser feliz, era el cumpleaños de la madre de Rose, las dos caminaban por la calle, oh pequeña Rose que solo conocía el amor y su inocencia, tomada de la mano de su madre, llegaron a un cruce de caminos.

-Rose, mira el semáforo- le decía la madre a la pequeña- cuando esté en rojo es cuando podemos pasar-

-¡Si madre!- contesto con alegría

El semáforo cambió a rojo, el mismo rojo que lleno el pavimento cuando una persona se saltó este atropellando a la madre de Rose y a otras dos personas, Rose no entendía por qué su madre la había empujado y mucho menos entendía el por qué aquella persona solo se asomó por la ventana y luego huyo, Rose estaba cubierta de rojo y su madre tirada metros más adelante, Rose se levantó y corrió con su madre, está agonizando en su sangre, Rose no entendía, pero de sus ojos salían lágrimas.

-Oh pequeña… sé buena niña… o… o me pondré triste…- fueron sus últimas palabras

Rose no entendía lo que sentía, como una llama ardiente que nace desde la cintura haciéndole sentir mucho calor y haciéndola sudar, pequeños piquetes que sentía en el estómago, la hipersensibilidad en sus mejillas que le hacía sentir perfectamente sus frías lágrimas, y estas, saladas cuál mar y con un sabor a óxido cuál barra de acero vieja, su madre, en un charco de sangre propia y ajena.

La pequeña Rose fue a parar a un orfanato de monjas, la pequeña Rose, llena de ese sentimiento y en un orfanato de mujeres puras, a la mínima que Rose era provocada entonces una pelea se desataba en el convento, las mojas la azotaban escudándose en que la venganza es un pecado, pero en realidad, la venganza no es un pecado, solo es la forma de hacer pagar a los que realmente hacen daño, a los verdaderos pecadores, matar a un asesino no te hace un asesino, matar a un asesino te hace un salvador porque de esa manera evitaste más asesinatos, evitaste que tal vez muriera una madre, un padre, un hermano, un hijo, y rescatar al prójimo no es un pecado.

Nueve años pasaron, Rose había olvidado lo que era un cumpleaños, y cada primero de enero sumaba un año más a su contador, pobre Rose, presa de un sentimiento que ella no entendía, presa de la soledad y del dolor que callaba todas esas noches, noches en las que su espalda ardía cuál brasa viva, más cierta noche no parecía ir diferente a las anteriores sin embargo, el destino de Rose cambio totalmente, Rose fue visitada, una chica mayor que ella, llego y se sentó a un lado, de una bolsa saco algodón y alcohol para tratar las heridas de Rose.

-Pobrecilla, encima tienes muchas cicatrices-

-¿Qué quieres?- pregunto con hostilidad

-Tratarlas- dijo y puso el alcohol frío cuál helio en la espalda de Rose- perdóname si duele-

-Ya ni siquiera duele-

-Me lo puedo imaginar-

-Odio esto-

-Recuerda, dios les da sus mejores batallas a los peores guerreros, para que estos se puedan hacer fuertes, cuando el guerrero se hace fuerte, entonces podrá descansar lleno de gracias y bendiciones en una vida de felicidad-

-Gracias, realmente lo necesitaba-

-Ánimo, tú podrás- le dijo y de pronto una gran nube de humo hizo toser a Rose

Rose se levantó cayendo en cuenta de dos cosas, su espalda no ardía, ahora lo que ardía era el orfanato, y que la chica había desaparecido, fuera de su habitación, estaba una monja arrastrándose, con la cara llena de miedo, suplicando por su vida.

-No, Aradia, no dejes que el diablo se apodere de ti, suelta esa botella y esa veladora- decía la madre

-Madre, todas tenemos que pagar nuestros pecados- dijo y lanzo el contenido de la botella a la madre- y usted madre, es la que más ha pecado- dijo y lanzo la veladora a la madre la cual comenzó a gritar cuál llorona y a arder como crematorio- ¡Vamos madre, no deje que las llamas del infierno la consuman, pídale a su dios que la venga a salvar!- dijo y comenzó a reír fuertemente

-Vamos Rose, no te quedes ahí- dijo una de las compañeras de cuarto de Rose

Todas las niñas salieron del orfanato mientras que las madres y hermanas ardieron a manos de Aradia la cual nunca salió.

La policía llegó, a todas las transferirían a un nuevo orfanato, Rose estaba en la patrulla cuando una calle se comparó perfectamente con otra en los recuerdos de su memoria, desde ahí sabia el camino a casa, era un dilema, regresar a un orfanato igual o peor al de las monjas o regresar a la casa de su madre, su casa, y como sabes querido lector, Rose escogió la segunda, abrió la puerta de la patrulla y se arrojó rodando en el suelo, corrió y corrió hasta llegar a la puerta de su casa, estaba cerrada, es obvio, pero la madre de Rose siempre fue precavida y Rose aún recordaba el donde estaba el único juego de llaves de repuesto, Rose busco entre los muros hasta encontrar el seguro, lo boto y un juego de llaves cayó al suelo junto a una nota en la cual se hacía el recordatorio que si el juego principal se perdía, entonces se tendría que hacer un cambio en la combinación de las cerraduras. Rose abrió la puerta y entro a su casa, todos los muebles cubiertos en polvo, una casa abandonada por al menos nueve u ocho años.



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En el texto hay: futuro, guerra, bélico

Editado: 16.11.2021

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