14
Cuando regresaron al Fuerte, Optimus Emirp hizo llamar a Ptolomeo y a su hermano. Luego de acomodar a Vania en el cuarto vivienda de Uxmael, acudieron al encuentro en la oficina del coronel.
—Buenos días teniente… sargento —saludó el coronel Optimus en tono muy formal, haciendo la venia hacia ambos hermanos—. Ante todo por favor cuéntenme como les ha ido en la triste tarea que les ha sido encomendada allá en Dunkll.
—Buenos días coronel —comenzó Ptolomeo, luego de marcar también la venia militar—. La verdad es que no hemos tenido ningún inconveniente y la colaboración de la cuadrilla ha sido invalorable. No podríamos haber terminado en una noche con todo, si no fuera por ellos. Mi hermano y yo le estamos muy agradecidos coronel, por haber autorizado a que nos acompañara la cuadrilla que solicitamos.
—Por favor teniente, hubiera ido yo mismo de haber sido posible, pero ya ve, estar a la cabeza de nuestro ejército central no es tarea que a uno le deje mucho tiempo libre…
—Por supuesto coronel, le estamos muy agradecidos —contestó Ptolomeo.
El coronel se acercó a su escritorio y levanto una carta con el sello del rey y la aventó frente a los hermanos.
—Lamentablemente debemos volver a la normalidad, si se le pude llamar así a esta situación que estamos atravesando, y aquí tengo una orden directa de nuestro rey Níctimo ¿Saben qué dice? Pues algo que no voy a poder cumplir en lo absoluto…
Ptolomeo se quedó expectante y con gesto de sincera sorpresa, el coronel Optimus Emirp daría la vida antes de incumplir una orden real. Sin embargo Uxmael cambió su gesto de seriedad que había tenido hasta ese momento a uno de perplejidad absoluta. Imaginó la peor situación.
—Dice que —continuó el coronel—, ni bien regrese el mensajero enviado junto con Kirón y con la respuesta de la reina Lilith, lo cual pensamos que será en siete u ocho días, debemos liberar al vampiro que hemos apresado junto con el mensajero para que regresen libremente a sus tierras, en clara muestra de buenas intenciones y de nuestra posición política pacífica…
Ptolomeo se giró hacia su hermano lenta pero firmemente, si sus ojos humanos lanzaran rayos, hubiera electrocutado a Uxmael con la vista en ese mismo momento. Recordó de repente que aquel día en que partieron hacia Dunkll, además de llegar tarde, su hermano tenía un profundo corte en su pómulo que aún manaba sus últimas gotas de sangre. En seguida entendió por qué el coronel no podría cumplir nunca con la orden real, y eso le enfureció mucho más. Amaba a su hermano, y lo protegería con su vida su fuese necesario, pero también amaba su profesión y su carácter estructurado y normativo en ese momento le generaba una disonancia cognitiva tal, que su cabeza parecía que iba a explotarle desparramando su cerebro averiado por todo el cuarto.
Uxmael abrió grande los ojos, apretó los labios hasta que se pusieron tan blancos que desaparecieron de su boca y pareció achicarse incluso, si se lo hubiera medido en ese mismo instante su cuerpo humano tendría dos tallas menos de seguro. Miró con angustia a su hermano que lo liquidaba con la vista y se de nuevo se volvió hacia el coronel. Frente a él Optimus se mantenía en silencio. Como meditando el castigo que recibiría por haber hecho esa estupidez, fruto exclusivo de su propio egoísmo y arrogancia.
Optimus Emirp entrecruzó las manos a su espalda y caminó hacia un lado y otro de la oficina. Los hermanos miraban al frente sin decir ni una palabra, rígidos en posición de firmes. El silencio del coronel se volvía cada vez más incómodo.
De repente el coronel se giró sobre sus talones, se transformó en un lobo espectacular de color pardo oscuro y golpeó su garra izquierda con fuerza sobre una esquina del escritorio. El mueble se elevó del piso por su lado contrario y cayó de nuevo con un estruendoso ruido haciendo caer varias cosas de sobre él, entre ellas una lámpara de aceite de cristal y bronce, con la insignia real lo que significa que fue un regalo del rey, que se rompió en mil pedazos al tocar contra el suelo su parte cristalina. El ruido hizo sobresaltar a los hermanos Yaotzin de tal forma que ambos dieron un paso involuntario hacia atrás. Al darse cuenta de su cobarde reacción volvieron a su posición de firmes nuevamente con los ojos clavados en el enorme lobo que tenían enfrente.
—¡¡Maldita sea sargento Uxmael!! —vociferó el lobo Optimus Emirp mirando casi con desprecio a su subordinado— ¡Como explicaré la mutilación y decapitación del chupasangre al rey! ¡Eh!
—Señor yo podr…
—¡Silencio teniente! ¡Su hermano debe hacerse responsable de una buena vez por las idioteces que él mismo hace! No quiero escucharlo ahora, usted sabe muy bien que le tengo un respeto especial teniente, pero ahora haga el favor de llamarse a silencio…
Ptolomeo bajó la cabeza y se cayó la boca. El argumento que acababa de darle su superior era más que correcto, era demoledor. Su hermano era grande e independiente, y debía hacerse cargo de las consecuencias que sus propias acciones generaban. Sean cuales fueran estas.
—Sargento Uxmael Yaotzin, en nombre del rey, y en mi calidad de autoridad máxima de las fuerzas militares de nuestra raza, queda sentenciado a ciento veinte días de prisión en un calabozo común, sin ningún beneficio de rango más que el de ser alimentado durante su estancia allí y además queda usted degradado a soldado raso hasta que se avalúe su conducta futura y esta sea merecedora de un nuevo rango. Teniente Ptolomeo, si usted quiere puedo autorizar, como un favor personal por la estima que le tengo, a que custodie al prisionero hasta su calabozo.