Ariel y Uriel - Almas hermanas

Capítulo 8- Raziel desciende

—No me convence en nada el que ustedes se presenten a clases hoy —apenas y escucho decir a mi padre. Me encuentro algo o muy desenfocado de la plática

—Papá no podemos quedarnos sentados y esperar de piernas cruzadas a que algo llegue y nos robe nuestra paz y tranquilidad. —contesta Ariel, sonando tranquila. —Tenemos que enfrentar lo que sea que venga. Ustedes nos enseñaron eso

—Confiemos en que las cosas seguirán como hasta ahora. —añade mi madre, intentando disminuir la tensión sobre el comedor. —Pero ya lo saben, cualquier indicio anormal no duden en comunicárnoslo  

—Por supuesto mamá. —confirma mi hermana enseguida. —Además, ahí estará el profesor. —aunque algo débil, siento el cómo el cuerpo de papá se contrae un poco. —Papá él no nos hará daño. —y al parecer no he sido el único que se percató de ello. —Créeme cuando te digo que no es lo que todo el mundo celestial y humano cree que es. Si vieras la manera en como da clase, seguro dirías lo mismo que yo estoy diciendo

—Es extraño que a pesar de ya saber que se trata de Lucifer ustedes lo sigan llamando profesor —argumenta papá, algo ameno para nuestra sorpresa. Ariel ríe un poco  

—Así lo conocimos papá. Y para nosotros eso es, un profesor. —asegura ella con convicción. —Porque se ve a leguas que se lo ha ganado a pulso papá —papá asiente lentamente, aunque aún no se convence del todo

— ¿Y tú por qué sonríes tanto? —me interroga mamá de repente, mostrándome una sonrisa curiosa

— ¿Perdón? —digo simulando desconcierto

—No has dicho ni una sola palabra en todo el desayuno, pero sin embargo, te la has pasado sonriendo alternadamente durante todo este. —enarca sus cejas. — ¿A qué se debe?

—A nada mamá —respondo enseguida, implorando haber sonado convincente

— ¿De repente sonríes por nada? —inquiere de nuevo, negada a soltar la duda. —El Uriel de hace unos días mantenía una cara de disgusto en este comedor al saber que al levantarse tenía que ir al colegio, así que —me mira a los ojos— ¿qué cambió hijo?

—Nada mamá. —repito con la misma actitud desinteresada. —Créeme, todo está igual. —ella me analiza, a los ojos y luego declina su mirada hasta la zona de mi pecho, o…mi corazón en realidad

—Los latidos de tu corazón se alteraron. —me dice enseguida volviéndome a mirar con una sonrisa. —Hubo un cambio en él

— ¿Un cambio de qué o qué? —inquiero de manera acelerada. Ella me sigue sonriendo

—Lo averiguarás. —me responde ella manteniendo la tranquilidad, pero dejando ver en su expresión que sabe más de lo que dice. —Puedo apostarlo

—Bueno se nos hace tarde a todos. —espeta Ariel rompiendo nuestra burbuja de madre e hijo. —Mejor nos damos prisa. —sonríe algo exagerada a mi parecer.

Terminamos de ingerir el desayuno. Advertencias sobre pan tostado embarradas por encima de mermelada de fresa; el producto final fue algo difícil de tragar. Luego sus preocupaciones se escapan de sus cuerpos en cada palabra que soltaban y para nuestra mala suerte terminaban aterrizando en nuestros vasos con jugo. Así lo bebimos y vaya que pudimos darnos cuenta de lo muy preocupados que se encuentran. Entendemos que se preocupen por nuestro bienestar, pero como ya lo dijo Ariel, no podemos quedarnos de brazos cruzados. Y en verdad que no, cuando justo ahora al apenas salir y cerrar la puerta tras de nosotros me toma del brazo y casi me arrastra hasta la parada del autobús.

— ¿Ahora qué te traes tú? —le cuestiono en el trayecto tratando de zafarme

—Es lo que yo te pregunto. —me suelta y me encara al llegar a la esquina. — ¿Qué es lo que te traes? —comienza a sonreír igual que mamá  

—Creí que mamá se había quedado dentro —respondo algo agobiado girando mis ojos con diversión

—No. Yo soy peor y lo sabes. —me dice engreída. —Yo no voy a rendirme tan fácilmente. Así que dime ¿qué estás ocultándome?

—Nada. —le respondo a los ojos. Trato de sostenerle la mirada, pues no dice nada, solo me mira y arquea sus cejas constantemente como intentando descifrar el acertijo dentro de mis ojos. —Carajo. —digo después cuando ha logrado intimidarme y he tenido que parpadear y retirar mi vista de su radio de alcance tan embustero.  

—Mi mirada es infalible. —dice con orgullo. — ¿Y bien? —reitera la cuestión. Yo giro mi cabeza un tanto

—Ay no puedo creerlo, contigo no puedo tener secretos —digo con una sonrisa divertida

—No cuando yo soy el cofre de los tuyos y tú eres el cofre de los míos. Y cuando justo ahora el mío siente que se le está escapando uno. —sonríe satisfecha. Resoplo antes de contestar.   

—Dylan me besó  

— ¡¿Qué?! —exclama repentinamente

— ¿Quieres guardar silencio? —le indico implorando que nuestros padres no hayan escuchado su grito

— ¿Cuándo fue eso? —inquiere luego ya más discreta  

—Ayer, bueno… —me torno confundido—en teoría ya sería hoy

—Ayer que yo estuve contigo toda la mañana, toda la tarde —deja de mirarme mientras arma el rompecabezas—pero no toda la noche. —me mira de nuevo enarcando una ceja y yo sujeto los tirantes de mi mochila colgada a los hombros mientras le muestro una expresión alegre. —Uriel —me dice luego en forma de reprimenda




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