Aroma de la Noche (venus)

V

Olivia

Dejo aquel tulipán blanco que sostenía en mi mano derecha en la tumba de mi abuela.

Esas flores eran sus favoritas. Según ella, esas flores significaban el amor más puro existente, creo que por eso le gustaban.

Siempre que vengo traigo un ramo de esas flores.

Saco con un paño los polvos y suciedad que puede acumularse sobre la tumba.

Me siento en el piso, quitandome los patines sucios por el barro del cementerio, veo a mi alrededor y hay algunas familias, todas con flores de plástico. Siempre le traigo flores de verdad. Para mi reflejan el interés que tienes por esa persona que se ha ido.

En fin; me concentro en acostarme junto a ella. "Katherine "Smith" Woods" su nombre, que cada vez que lo menciono en mi cabeza suena su voz, como esa vez cuando le pregunté cuál era su nombre completo. Su sonrisa, sus arrugas, su aroma a lavanda. Extraño todo de ella.

Me acerco al mármol que me recibe con frialdad y recuerdo las veces que dormía aquí. Sí, dormía. Todo me importaba un mierda, tenía catorce y estaba en plena etapa de rebeldía, peleaba todo el tiempo con mis padres, pasó eso que tanto odio recordar. Lo único que quería era consuelo, estar con ella; solo eso. Mierda, no quiero llorar. No hoy. No quiero llegar a la casa de Alien con la cara hinchada y roja. Pienso en Frederick y en las palabras que dijo, y automáticamente mi mano va hacia el tatuaje: Venus ¿Qué quería decir con eso?

No me importa, no quiero saber nada de él. Si por mi fuera no iba a esa fiesta, pero Elena me lo pidió casi de rodillas ya que Sam iba a ir. Espero no cruzarme con Frederick.

Al menos no tendría que ir a la firma de mamá donde irán miles de personas a por los libros de mi madre. Ella lo entendió, no me gusta leer. No como a Pollito que le encantan los libros con dibujos, o como Elijah, que su gusto culposo son los mangas yaoi.

Me levanto, me coloco mis patines y dejando un beso me voy con mi mochila y zapatos.

-¡Oli, viniste! Por un momento pensé que no vendrías- Elena se me avalancha, pero al ver mi cara lo único que hace es darme un cálido abrazo que no sabía que necesitaba. Sin querer me puse a llorar en un lugar lleno de gente. Mierda.

-Vamos al baño, querida.

-¿Qué sucede, Pastelito?

-No quiero saber nada contigo, Frederick. ¿No se supone que no te intereso? Vete a la mierda.

Me abro paso entre la gente antes de que pudiera decir algo, trato de ahuyentar cualquier pensamiento relacionado con lo que acaba de pasar. Lo odio.

Me siento en el sillón rojo y mullido de la sala. Aprovecho que no hay nadie.

Elena no sé dónde está, siempre desaparece cuando la necesito... Debe de estar con Sam. Aunque esté feliz por ella, a veces lo único que necesito es uno de sus abrazos...

Tomo un sorbo de mi bebida y hago una mueca por el asqueroso sabor.

-Hey, ¿puedo sentarme?

Levanto la vista y veo a un chico pelinegro y de ojos oscuros mirarme con un vaso en su mano y una sonrisa en su rostro.

-Sí, por supuesto.

Me hago a un lado y él se sienta, mirándome.

-¿No eres la hermana de Elijah?

Asiento, desanimada.

-Soy Esteban, por cierto.

Me sonríe y me tiende su mano.

-Olivia.

-Tu hermano es bueno jugando. Nunca había visto a alguien tan pequeño jugar tan bien como él.

-¿Eso es un cumplido?- contesto, mirándolo, con una media sonrisa.

-Sí, de hecho, salta muy bien.

-Por algo es el capitán, ¿no?

Ambos reímos ligeramente. Por un momento me olvido de todo lo que ha pasado en el día.

Seguimos hablando un rato más y supo cómo hacerme reír, por un momento me sentí cómoda, incluso me tomé mi bebida, incluso dejé que rozara una de sus manos en mis muslos. Nunca dejo que nadie se acerque ahí, no me gusta que toquen mis cicatrices. Me contó, también, un par de cosas sobre él. Compartimos un peculiar interés en la mitología griega. Su dios favorito es Zeus lo cual me sorprende ya que Zeus es uno de los dioses más problemáticos de la mitología griega. En lo personal, amo a Hécate. Su poder en lo bueno y en lo malo, su inteligencia, su capacidad. Es una diosa increible...

Poco a poco Esteban se va acercando a mí. Del brazo del sillón hasta unos pocos centímetros de mi cara. Cuando veo que sus labios se acercan a los míos me paralizo, pero igual intento unirme. Un beso no le hace mal a nadie ¿no?, mientras no sea nada más...

Pero de a poco siento que sus brazos bajan hasta mi cintura, intento tener el control de las cosas, pero mi corazón late lo suficientemente rápido como para aturdirme.

-Para...

Seguimos sentados, pero no me escucha.

-Para, por favor.

Sus brazos continúan bajando hasta intentar subir mi remera.

Mi cuerpo se paraliza por completo, mi mente se bloquea.

Oigo una voz a lo lejos que grita:

-¡Te ha dicho que pararas, imbécil!

Es Frederick, que tira al piso a Esteban. Miro a mi costado y veo como ambos están en el suelo peleando.

-Esperen... paren...

Digo con los ojos de lágrimas, cuando unos dos chicos intervienen. Estoy temblando, de rodillas en el suelo. Frederick me mira y sus ojos están llenos de furia, furia que me sorprende ver y que nunca pensé ver en alguien. Remata la pelea, aún enganchado en los brazos de un chico, con una patada que tira a Esteban y al chico que lo agarraba. Se libera de los brazos del chico.

-Respira, Oli, respira-me dice mientras estoy hiperventilando, sin querer y sin notarlo, enredada en sus brazos-. Vamos a llevarte a tu casa, ¿puedes caminar?

No contesto ni una sola palabra, lo único que se escucha entre nosotros es mi respiración agitada. Sigo temblando y él pareció notarlo porque me sostuvo más fuerte.

Cuando por fin tengo las agallas para levantar la cara y separarme mis mejillas hacen el ademán de sonrojarse pero nunca lo hacen.

Sin pensarlo, asiento desesperada. Necesitaba salir de aquí. Entonces, Frederick me toma por los hombros y salimos de la habitación. No sé por qué estoy confiando en él, pero algo dentro de mí me dice que debo hacerlo.



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En el texto hay: comedia, romance, amoradolecente

Editado: 17.09.2024

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