Termino de darme mi ducha y me pongo mi ropa, hoy pensaba ir a la empresa para ver como funciona y presentarme oficialmente a los empleados pero voy a ir al hospital a ver a mi hermano y a mi sobrino, aunque primero iré a la mansión de Isaac y recogeré mi violín.
Debo reconocer que le tengo un poco de envidia a Alana, ella está con él y nadie lo está obligando a estar con ella. Yo he salido con un par de personas en estos cuatro años pero nada serio y duradero, apenas un par de meses con ambos.
Eric me sonríe cuando me ve salir aún con el pelo medio mojado, debería ir a cortarme un poco las puntas porque ya están muy maltratadas. Mi hijo se pone la gorra que le compró ayer Spencer y después se baja de la cama para agarrar mi mano y que bajemos ambos juntos.
— Buenos días.- saludo a todos los de la cocina. — Felicidades papá, uno de tus nietos cumple el mismo día que tú. — le doy un beso en la mejilla.
— ¿Cómo estás campeón? — le pregunta Spencer a mi hijo. Eric le contesta levantando el dedo pulgar. — ¿Habéis desayunado? — ambos asentimos. — Luego nos vemos.
Eric y yo salimos de la casa después de despedirnos de todos, me alegra que mi padre pudiese conseguirme un coche en poco tiempo, desde que volví a conducir dependo para casi todo del coche, sobre todo porque al final los niños acaban casándose de andar y quieren que los lleves en brazos.
Conduzco hasta la mansión de Isaac, podrán pasar diez años y yo seguiré recordando como llegar a su casa hasta con los ojos cerrados, no sé si es bueno para mí relacionarme con él. Isaac ya ha rehecho su vida y yo no tengo que molestarlo, no sería justo. La relación que queda entre ambos es de conocidos por mucho que sigan existiendo mis sentimientos.
Eric me da la mano cuando bajamos, llamo a la puerta y espero pacientemente a que me abran. El mayordomo me mira confundido y después mira a Eric, yo solo le sonrío ya que sigue exactamente igual que cuando me fui aquella mañana de septiembre.
— Señorita Idara. — dice antes de apartarse y dejarme pasar.
Mis tacones siguen resonando en el suelo como hace cuatro años, llamo la atención de varios de los guardias que aunque intentan esconder sus caras de sorpresa no lo logran, todos se me quedan mirando esperando algún tipo de reacción que nunca llega.
— Idara, querida. — le sonrío a la madre de Isaac. — ¿Quién es el niño?
— Eric Wilson, mi hijo. — ella me sonríe y aún así veo su cara de sorpresa. — Vine a por mi violín, tengo otros asuntos que atender.
— Claro, tu hermano ha sido padre. — asiento. — Felicidades.
— Gracias.
— Isaac y su padre bajaran en breves, ¿quieres algo?
— No es necesario.
— Mami. — miro a mi hijo. — Brazos. — le sonrío y lo tomo en brazos. — Me duele. — dice señalándose el pecho.
— ¿Mucho?
— No. — dice antes de poner su cabeza en mi hombro y toser levemente. — No gusta.
— Lo sé, iremos al médico. — lo tranquilizo.
Mi mayor preocupación siempre han sido los pulmones de Eric, lo encontraron en una calle en pleno invierno y un día de lluvia, pasó un mes y medio en cuidados intensivos y se llegó a la conclusión de que tenía problemas respiratorios crónicos pero hasta que yo no pagué para que le hiciesen más pruebas no dieron con el diagnóstico concreto, mi niño nació con apenas seis meses y lo abandonaron cinco meses después, tenía, tiene y tendrá toda su vida enfisema por lo que de alguna u otra forma casi siempre está enfermo. Para mi no es algo nuevo, llevo lidiando con su enfermedad antes incluso de que la adopción fuese oficial, pero para él es bastante insoportable y a veces doloroso porque se agobia e impide, aún más, el paso de aire a sus pulmones.
— Idara.
— Señor Stone, siempre es un placer volver a verlo. — le sonrío.
— Hombre grande. — dice Eric antes de volver a toser pero esta vez con más violencia.
Eric me mira aterrado antes de escuchar los pequeños soplidos que me indica que todo vuelve a ir mal. Lo miro tranquila, si me ve nerviosa va a ser peor para él y le será a un más difícil respirar.
— No pasa nada Eric, no. — lo calmo antes de sacar su máscara de oxígeno. — Mami va a ponerte esto en la boca, como siempre ¿si? — él asiente. — Mami está aquí, no va a pasar nada.
Le pongo la mascarilla y abro su pequeño tanque de oxígeno, no es tan normal que Eric utilice su tanque, suelen darle pequeños ataques de tos pero no depende del oxígeno, normalmente es capaz de respirar por si solo y me preocupa que en menos de veinticuatro horas haya necesitado dos veces la mascarilla.
— Ya, no pasa nada. — le sonrío. — ¿Ves? Eres un campeón. — le retiro la mascarilla cuando lo veo respirar más tranquilamente. — Mami está siempre, no te va a pasar nada. — retiro las lágrimas de sus mejillas. — Ya pasó.
— Siento mamá. — dice antes de abrazarme. — Te quero.
— Mamá también te quiere. — lo tranquilizo. — ¿Mi violín? — digo con la esperanza de que dejen de prestarle atención a mi pequeño.
Isaac me pasa el estuche de mi preciado violín, en estos cuatro años lo he echado de menos, me obligaron a ver los documentales pero aprendí que yo decidí amar el instrumento y hacerlo parte de mí. He tocado ocasionalmente, me compré uno en Inglaterra, violín que sigue y seguirá en mi casa de Londres.
— Mami, ¿tocas?
— ¿Ahora? — él asiente varias veces. — A veces creo que te consiento mucho, pero claro que puedo tocar. — él sonríe emocionado.
Dejo a Eric y sus cosas en el suelo de la mansión, es un poco vergonzoso tocar delante de estas personas que en algún momento de mi vida fueron parte de mi familia. Saco el violín de su estuche y me concentro por un par de minutos para afinarlo, una vez que lo consigo pienso en una de las canciones favoritas de Eric y comienzo a tocarla.
Cierro los ojos mientras el violín suelta su hermoso sonido, nunca me cansaré de las diferentes melodías que se pueden crear con el violín, adoro como suena y como muchas personas lo admiran. El violín es parte de mi esencia, no cambiaría por nada los años de conservatorio y las horas que estudiaba para perfeccionar mi técnicas y que el instrumento sonase mejor, más vivo y sentimental.