Tres meses después...
Helena
Solo nueve meses. Tan solo nueve meses. Podía hacerlo por nueve meses.
Me escondería en mi habitación y solo saldría cuando ella no estuviera aquí. Las clases comenzarían pronto y tendría mis cursos para distraerme. Luego papá estaría en casa y dejaría este lugar detrás de mí. Podía hacerlo. Tenía que hacerlo.
Papá no me dio otra opción.
La casa se encontraba en silencio. Los fuertes sonidos de Mir teniendo sexo con algún idiota me despertaron alrededor de las dos de la mañana. Me coloqué los audífonos y escuché mi lista de reproducción favorita. En algún momento me volví a dormir. Debido a que la música resonaba en mis oídos cuando me desperté esta mañana, no tenía certeza de si me encontraba sola en casa o no. Eran más de las diez y la casa permanecía tan tranquila, estaba bastante segura de que nadie se
encontraba aquí. Además, Mir no parecía la clase de chica que tiene una fiesta de pijamas hasta esta hora.
Ella se los follaba y los tiraba.
Tiré de las sabanas y pasé mis manos a través de mi cabello para desenredar los nudos antes de salir al pasillo. El silencio me recibió. Estaba a salvo. Podría comer. Nan no se encontraba aquí cuando llegué anoche, pero sabía que debió haber notado mi auto afuera. Papá tenía un Audi esperándome cuando aterricé en el aeropuerto.
Después de encontrar la casa, fui a comprar algunos alimentos, luego acomodé la comida y el equipaje. Papá compró esta casa para Mir con el acuerdo de que yo me quedaría aquí por nueve meses mientras él iba de gira con Slacker Demon. Ella quería una casa en Florida. Papá le proporcionó una grande. Él hacía todo a lo grande. Lo cual estaba bien conmigo. Podía esconderme más fácilmente. Desafortunadamente, solo había una cocina.
Caminé por el pasillo y llegué a la escalera de espiral que se extendía por dos pisos superiores antes de terminar en la primera planta. Mis pies descalzos hicieron muy poco ruido mientras caminaba a través de los tablones de madera.
Recién había abierto el refrigerador para conseguir mi leche orgánica cuando una puerta se abrió y cerró en algún lugar de la casa.
Me congelé y consideré guardar la leche de vuelta en el refrigerador y esconderme. No me sentía lista para enfrentar a Nan todavía. Necesitaba café antes de lidiar con ella. Los pesados pasos en las escaleras no eran de Mir. Lo que me
ponía incluso más nerviosa. Enfrentar a algún hombre extraño tampoco era atractivo. No estaba vestida. Todavía tenía puesto mi pijama. Pantalones cortos con puntos rosados y una camiseta a juego era todo lo que llevaba. Miré alrededor en
busca de un lugar para ocultarme, pero antes de que pudiera descubrir que hacer, los pasos aterrizaron en la planta baja.
Estaba atrapada…a menos que me ocultara detrás del mostrador mientras él escapaba. Tal vez no vendría por este camino. La puerta principal estaba más allá de la cocina, pero la puerta trasera estaba tan cerca como las escaleras. Dejé el
envase de leche en la encimera y esperé. Los pasos ya no eran fuertes. Apenas los escuchaba. Forzando a mis oídos, traté de adivinar a donde se dirigían.
No fue hasta que se hizo muy tarde para ocultarme que me di cuenta de alguien descalzo y dirigiéndose en mi dirección. Mis ojos se encontraron con los de Axel mientras entraba en la cocina vistiendo nada más que un par de ajustados bóxers negros. Se detuvo cuando sus ojos me vieron. Nos quedamos ahí en silencio, mirándonos. La comprensión de quien me despertó anoche me hizo un nudo en el estómago. No quería pensar en él en la cama con Mir.
Pero la comprensión me empapó como un balde de agua fría. Axel seguía durmiendo con Mir. Todas las cosas que me había dicho eran mentiras. Me hizo una promesa, una que no le pedí y que nunca intentó mantener.
—¿Helena? —dijo, su voz ronca por el sueño. Estuvo despierto la mayor parte de la noche. Debía estar exhausto.No respondí. No podía pensar en nada que decir. No esperaba que estuviera
en Florida.Pero aquí estaba…y dormía en la cama de Mir.
Era una idiota.
..Tres meses atrás...
Un golpe en la puerta de mi habitación interrumpió mi escena favorita de un libro que había leído al menos diez veces. Molesta, bajé mi Kindle. —¿Sí?
La puerta se abrió lentamente y Axel asomó su ridículamente
hermosa cabeza en mi habitación. Su largo cabello rizado en las puntas y metido cuidadosamente detrás de sus orejas hacía que una chica quisiera sentarse y solo jugar con él por horas. Con frecuencia me preguntaba si era tan suave como lucía.
Sus ojos parpadearon como si no supiera exactamente lo que pensaba, así que me obligué a fruncir el ceño. Nunca fruncía el ceño, así que era algo nuevo que reservaba solo para él.
No era completamente justo. Me desagradó desde un principio. No era más que agradable conmigo, pero el hecho de que estuviera en una relación con Mir era suficiente para que no me agradara. Si a un chico podía gustarle Mir, entonces algo estaba mal con él.
—Ordené comida China. ¿Quieres ayudarme a comerla? Compré demasiada. —Era tan difícil apartar la mirada de sus ojos azules. Había sido mí ruina desde la primera vez que puse mis ojos en él. Eso fue antes de que supiera que era el Axel de Mir.
—No tengo hambre —respondí, esperando que mi estómago no gruñera y me delatara. Iba a prepárame algo de comer, pero el libro me tenía absorta. Ver a Axel siempre me hacía querer escapar en una de mis historias donde los chicos parecían enamorarse de chicas como yo.
No chicas como Mir.
—No te creo —dijo, empujando la puerta y entrando en la habitación con una bandeja cubierta de cajas de un pequeño Barrio Chino que mi padre solía adorar—Ayúdame a comer. Que saliera con Mir no quiere decir que esté contaminado. Actúas como si tuviera una maldita enfermedad, y seré honesto,
hieres mis sentimientos.
¿De verdad? ¿Hería sus sentimientos? No era mi intención. No pensaba que realmente le importara. Además, él fue quien se alejó maldiciendo la noche que nos conocimos, cuando descubrió quien era después de que hizo un movimiento
hacia mí.
—¿Salías? —pregunté, sorprendiéndome—. Estás aquí esperando que ella aparezca. No creo que sea en tiempo pasado. —Soné como una profesora.Axel se rió, se sentó a mi lado en la cama y colocó la bandeja en la mesa de noche. —Es mi amiga. Estoy comprobándola. No saliendo con ella. Además, me acabo de enterar de que está de vuelta en Florida.
Ves, eso. Solo eso. Era su amigo. ¿Qué persona normal era amigo de Mir?
Ninguna que conociera. —Está durmiendo con los miembros de Naked Marathon.
Seguramente la has visto en las revistas de chismes del brazo de Sellers. La semana pasada hizo noticia con Moon, y hubo toda clase de habladurías sobre ella dividiendo a la banda. Lo que no va a suceder.
Axel abrió una caja de pollo agridulce y metió un par de palillos chinos dentro, luego me la entregó. —¿Agridulce o pollo dulce? Tú eliges.
Tomé el agridulce. —Este está bien. Gracias —respondí.
Su sonrisa creció. No esperaba que yo aceptara.
—Bien, quería el dulce —respondió con un guiño. Odié que mi estómago revoloteara. No necesitaba que eso comenzara a suceder. Axel estaba en el otro lado de una línea que no iba a cruzar.
—No es mi problema a quien se esté follando Mir. Todo terminó entre nosotros. Solo la compruebo. Asegurándome de que no está a punto de salir del radar de nuevo. Está en casa ahora, así que todo está bien.
¿Por qué haría eso? ¿Qué había hecho ella para ganar esa clase de protección de alguien como Axel? —Es amable de tu parte —dije, porque no sabía que más decir.