Axel
Florida no era un pueblo grande. Era una pequeña franja de playa. Así que, ¿cómo se las había arreglado Helena para evitarme por tres días completos?
Había hecho todo lo que pude pensar para encontrarme con ella. Sabía que tenía a Mase aquí, pero aun quería encontrarla sola para poder hablar con ella. Necesitaba encontrar mi paz con ella.
Me paré fuera del club, esperando a que se estacionara. Tenía una clase de tenis en diez minutos. Había hecho trampa haciendo que Woods llamara a Adam y le preguntara la hora de su clase, y luego cambiarla por una hora después. Él no
estuvo feliz al respecto, pero me quería lejos de su oficina así que tuvo que aceptar siempre y cuando lo dejase solo el resto del día.
Vi como Helena llevaba su auto hasta el valet y se bajaba en una falda blanca corta que no ayudaba a concentrarme. Las faldas de tenis no estaban destinadas a ser tan malditamente sexy.
Caminé y abrí su puerta antes de que un empleado pudiera hacerlo. Alzó la vista, y dejó de caminar cuando me vio parado ahí. Podía ver las preguntas en sus ojos, quería responder cada jodida una de ellas. Ella solo necesitaba escuchar.
Cuando comenzó a caminar de nuevo mantuvo su cabeza baja y trató de entrar sin reconocerme. Gentilmente enrosqué mi mano en su brazo.
─Tu clase de tenis fue pospuesta una hora. Necesito hablar contigo. Si me vas a dejar hablar….
Te dejaré en paz si eso es lo que quieres. Solo necesito que me escuches primero.
La espalda de Helena estaba tensa mientras yo hablaba en su oído. No se movió ni respondió inmediatamente. Finalmente, sólo asintió.
─Gracias ─ respondí─. Necesitamos privacidad. ¿Vendrías a mi camioneta? Helena dejó salir un suspiro de abatimiento.
─ Sí, supongo que lo haré.
Ella no estaba feliz por ello, pero lo hacía, de todas formas. Necesitaba celebrar las pequeñas victorias.
Caminamos en silencio hacia el estacionamiento, y desbloqueé mi camioneta y le abrí la puerta, luego caminé al otro lado y subí.
─Habla. Estoy escuchando ─dijo sin mirarme. Sus ojos estaban fijos al frente.
─Lo que hicimos… lo que sucedió significó algo para mí.
Helena ni siquiera se inmutó.
─Cuando recibí la llamada acerca de Jace, volví en un estado de shock.
Luego… luego miré como Bethy estaba completamente destrozada. En el funeral, estuvo encogida en tanto dolor por su pérdida que me aterrorizó. Ella había planeado un para siempre con Jace. Lo había amado con todo lo que tenía y se lo habían llevado de su lado. No lo podía tener de vuelta.
Helena seguía mirando al frente, aunque podía ver la expresión
preocupada en su rostro.
─Y en todo lo que podía pensar era en ¿qué si yo amaba a alguien así y luego lo perdía? ¿Cómo podría vivir? Miré hacia Leo y Bianca. Él la estaba sosteniendo mientras ella lloraba, y me preguntaba como él sería capaz de siquiera levantarse si algún día la perdía. O si perdía a Nate. ─Hice una pausa y luego
respiré muy profundamente. Estaba siendo más abierto de lo que lo había sido con alguien más acerca de esto. Ni siquiera se los había explicado de esta manera a Bianca y Leo. Me había reservado un poco. Simplemente, lo dejaba salir todo por
Helena.
─Decidí que no quería ser así de vulnerable. Nunca quise amar a nadie tanto. No quería tener que encarar el hecho de perder a la persona a la que le pertenecía. Así que me emborraché. Porque me di cuenta de que fácilmente podría enamorarme de ti. En solo dos cortas semanas había comenzado a quererte. Tenía
sentimientos que nunca había experimentado antes. No así, por lo menos. Me asustó. Sabía que tú serías a la que pertenecería si te dejaba. Hui de ello. Bebí demasiado y cuando Mir apareció, lo arruiné. Debí haberme mantenido alejado de ella. Pero en mi cabeza ella era la persona que alguna vez amé. No lo amé. Me di cuenta de eso después de dos semanas contigo. Solo sentía lujuria por Mir. Me gustaba ser necesitado por alguien, y Nan me necesitaba. Eso fue todo lo que alguna vez fue para nosotros.
Helena finalmente dejó caer su mirada hacia su regazo mientras se retorcía las manos nerviosamente.
─Nunca quise lastimarte. Hacerte daño era la última cosa que quería hacer.
No merecía lo que me diste, pero créeme cuando te digo que lo apreciaré por siempre. Significó más para mí de lo que puedes creer. Pero nunca debí haber tomado tu inocencia esa noche. Debí haber sido un hombre y darme cuenta de que no la merecía e irme. Pero me debilitaste. Es una de las cosas acerca de ti que me asustan. Nunca nadie me ha convertido en un débil.
Finalmente, Helena volteó su cabeza para mirarme. Sus ojos color avellana ya no lucían duros. En vez de eso, vi entendimiento. Simplemente asintió.
─Está bien. Estás perdonado ─ Luego abrió la puerta y se bajó sin decir otra palabra.
Me senté ahí y traté de dejar que todas las emociones que se agitaban en mi interior se calmaran. No quería que lo aceptara tan fácil y se fuera. Pero no podía darle más. Esto era todo para nosotros. Me había explicado y ella me había perdonado. Así que, ¿habíamos terminado? El dolor que vino con esa realidad me hirió. Alcé la mano y me froté el pecho y dejé caer mi cabeza hacia atrás en el asiento y cerré mis ojos.
─¿Qué hice? ─ murmuré.
Un fuerte golpe en mi ventana me hizo saltar mientras abría mis ojos y me enderezaba para ver a Mase parado ahí.
Bajé mi ventana a medida que subía sus lentes y los ponía en el tope de su cabeza.
─¿Qué fue eso? ─preguntó.
─Necesitaba explicarle algunas cosas. La herí, y necesitaba estar seguro de que supiera la verdad.
─¿Cuál era la verdad? ─preguntó Mase, sus ojos entrecerrándose mientras me estudiaba.
─Que no estaba listo para ningún tipo de compromiso, y que ella era el tipo de chica con la que te comprometes.
Mase gruñó.
─Por supuesto que lo es, y es demasiado buena para ti. Helena
no va a conformarse con las sobras de Mir Y, amigo, tú eres la sobra de Mir.─Puso las gafas en su lugar y se alejó hacia su camioneta negra que necesitaba un jodido lavado.
Tan cabreado como estaba, él tenía razón. No era lo suficientemente bueno para Helena. Lo sabía, maldita sea. No necesitaba el recordatorio.