Helena
Adam fue educado y atento durante la cena. No mencionó a mi papá o a Mase ni una vez, lo que fue un alivio. Ayudaba a alejar esa preocupación. Los viejos hábitos son difíciles de abandonar, y era buena levantando muros cuando sospechaba que algún chico me utilizaba para llegar a mi padre.
Miramos una película de acción porque a ambos nos gustaban. Fue agradable no estar “alerta” y preocupada acerca de la conversación por dos horas.
Luego me llevó a casa. El coche de Mir se había ido y también el camión de Mase.
Podía invitarlo a entrar, suponía. ¿Eso era lo que tenía que hacer?
—Me divertí esta noche —le dije, mientras caminábamos hacia la puerta.
—Yo también. Espero que podemos hacerlo otra vez —dijo con sinceridad en su voz.
—Me agradaría —respondí honestamente. Porque era cierto. Había estado nerviosa pero la cita transcurrió con facilidad. También me había dado algo que hacer esta noche.
Busqué en mi bolso y saqué las llaves.
—¿Te gustaría entrar por una bebida?
Tengo café —sugerí, sin estar segura de sí debería ofrecer algo más fuerte.
Adam sonrió.
—Sí, me gustaría. Realmente no estaba listo para decir adiós
enseguida.
Suspiré con alivio. Había hecho lo correcto.
Abrí la puerta y la sostuve para él mientras entraba.
—Ven —dije.
Dejó escapar un bajo silbido. Miré alrededor. El lugar era un poco impresionante para una casa en la playa.
—Mir tiene un gusto costoso —expliqué
y dejé mi bolso en la mesa de la entrada
—La cocina está por aquí —dije, antes de
caminar hacia ella.
—¿Te ajustaste a vivir con alguien con la que no te llevas bien? —preguntó.
—Sí y no. Es lo que es. Trabajamos en ello pero nos ignoramos —respondí.
Entramos a la cocina—¿Quieres café o algo más? Nan tiene un bar repleto.
—Necesito conducir a casa así que café está bien —dijo.
Me mantuve ocupada preparando el café y dejé que Adam diera un vistazo por el lugar mientras esperaba.
—¿Tu hermano también se está quedado aquí? —
Su pregunta inmediatamente me hizo tensar. Tenía que recordarme que solo
intentaba hacer conversación. Hablar sobre Mase no significaba que le interesara mi papá.
—Se queda aquí mientras está de visita.
—Una reunión familiar —dijo, con una sonrisa.
No pensaría sobre ello. No lo haría. Tenía que aprender a confiar en la gente. Solo porque mencionara a mi familia no significaba que era un fanático de mi padre. Tenía que derrotar a esa inseguridad.
—No exactamente —respondí, y saqué dos tazas del gabinete.
Escuché el sonido que hacia una puerta o una ventana cuando se abrían y me congelé. Si era Mir, esto podría ser malo. Luego escuché su voz riendo y una voz más grave. Me sentí enferma del estómago. Por favor, Dios, no permitas que sea Axel. No ahora, no puedo lidiar con eso. Simplemente no estaba lista todavía.
Sus tacones repiquetearon contra el mármol mientras caminaba por el corredor. Se dirigían aquí.
—Mir —le expliqué, mientras derramaba café en una taza.
—Ah —dijo simplemente.
—¿Crema y azúcar? —pregunté.
—Negro está bien —respondió.
Le entregué la taza mientras Mir llegaba pavoneándose a la cocina del brazo de un chico rubio y alto con un oscuro bronceado. Estaba vestido con un polo rosa claro y un par de zapatos a cuadros. Si no fuera tan atractivo el atuendo le habría lucido ridículo.
—Bueno, hola —dijo, sonriéndome de una forma que me hizo sentir incomoda. Luego su mirada se movió hacia Adam y sus ojos se ampliaron un poco—Adam, hola —dijo mientras Mir nos mirada a los dos con acidez.
—¿Qué estás haciendo aquí? —espetó.
—Vivo aquí, y él es mi acompañante —respondí, mezclando la azúcar en mi café y rezando porque simplemente se alejara.
—Guarda la garras, gatita. Es tu hermana y Adam. Se agradable.
—Ella no es mi hermana —dijo Mir furiosa.
No estaba de humor para sus estúpidas rabietas. Estaba hartándome de ello.
—Entonces probablemente deberías mudarte de la casa por la que mi papi pagó —dije, y tomé un sorbo de mi café.
El odio que destelló en sus ojos me dijo que había tirado de los hilos correctos. Dios. Necesitaba madurar.
—¡Como te atreves!
—¿Cómo me atrevo a qué, Mir? ¿Te recuerdo que compartimos un padre que es dueño de la casa? Es tan mía como tuya. Si quieres discutir, entonces por favor, llámalo. Estoy segura de que lo aclarará para ti.
Lo insolente venia de algún lugar. No estaba segura de dónde; era como si hubiera sido poseída y no tuviera control de mis palabras.
El chico rubio y alto rio, luego palmeó los brazos de Nan como para tranquilizarla.
—Es tu hermana, bien. Esa boca lo dice todo. Calma tu sexy trasero y déjala a ella y a Adam tranquilos. No estamos aquí para beber café —dijo, luego me guiñó, como si quisiera saber sobre los planes de Mir.
—Soy Augusto, por cierto —dijo.
Era el profesional de golf del que había escuchado. Solo me alegraba de que no fuera Axel. Mucho más de lo que quería admitir.
—Helena. Es un placer conocerte —respondí.
—No le hables —escupió Mir.
—Te vuelves mala cuando tomas tequila. Te dije que iba a dejar de permitirte beber tanto —dijo Augusto.
—No, ella es mala todo el tiempo. El tequila no tiene nada que ver con eso —le aseguré.
Adam rio esa vez, y vi a Augusto contener una sonrisa.
—Creo que detendré las cosas antes de que tengamos una pelea en nuestras manos. Ven, Mir, vayamos arriba.
El sonido se escuchó de nuevo y todos nos giramos para ver quien estaba aquí.
El pesado sonido de botas me dijo que era Mase antes de que entrara a la cocina.
—Mierda, ahora él está aquí —se quejó Mir, lo que solo me hizo sonreír.
Mase entró en la cocina y le echó un vistazo a Mir y a Augusto antes de mirarnos a mí y Adam.
—¿Qué sucede? ¿Me estoy perdiendo una pelea familiar?
Odio perdermelas.
—Llevaré a esta chica arriba antes de que cualquiera pelea estalle —le dijo Augusto.
Mase se inclinó contra la mesada delante de mí antes de cruzar sus brazos en frente de su pecho.