Helena
Era una puta. O el trauma me hizo una puta. No me encontraba segura. No fui capaz de mirar a Axel ya que básicamente lo había violado, luego me trasladé a mi asiento y me puse los pantalones de nuevo. Mantuvo su mano en mi pierna o sus dedos entrelazados con los míos, pero no me obligó hablar.
Imaginé que se dio cuenta que era una puta o sintió lastima por mí hoy. Mi cara se calentó ante el recuerdo de él viniéndose en mis manos y probándolo.
Conocía acerca de las mamadas. Sabía que es necesario que a las mujeres les guste para hacerlo. Así que me dio curiosidad. Pero ahora que hice que se viniera en mis manos y lo sabía, me daba vergüenza. No he hecho ese tipo de cosas. No era yo.
Sólo necesitaba recordar que estaba viva. Grant me hacía sentir viva y protegida.
Sin embargo, hoy fue bueno. Me hizo sentir tan bien. Mi seno izquierdo todavía picaba por la mordedura que me dio. Intenté no sonreír pensando en su boca dejando una huella en mi seno. Me gustó demasiado.
Tal vez me gustaba ser una puta. Estaba avergonzada, claro, pero me sentí muy bien.
Mi cuerpo todavía zumbaba por el orgasmo que me dio.
—¿Vas a sentarte allí, en silencio y sonreír de esa manera el resto del camino a casa? Porque si lo haces voy a tener que lanzarme de nuevo.
Me reí y di la vuelta para mirarlo. Su sonrisa era sexy en su rostro mientras me miraba.
—No sonreía —mencioné.Volvió a mirar la carretera. —Sí, dulce chica, sonreías como una chica muy feliz.
Tenía razón. Me sentía feliz. ¿Cómo no ser feliz después de todo lo que aprendí hoy? Nunca pensé que sería feliz nuevamente desde que salí de aquel lugar, pero luego Axel estuvo allí y me dejó llorar con él. Me había hecho feliz.
—Gracias —dije finalmente.
Grant me miró y frunció el ceño.
—Por favor, dime que no acabas de darme las gracias por el sexo.
Negué.
—No. Quiero decir, fue increíble, pero no. Te daba las gracias por haber venido por mí. Por estar ahí.
Su mano se deslizó a mi muslo, y me cogió la mano de nuevo.
—De nada.
No podía entender a Axel Carter. Hace dos semanas pensaba que era un tipo que no quería nada más que sexo conmigo, y una vez que lo consiguiera me habría abandonado. Luego pensé que se sentía enganchado de Mir. Pero ahora...Ahora no sé lo que él hacía. Vino conmigo en medio de la noche a Las Vegas para encontrar a mi padre. Entonces fue detrás de mí, así no estaría sola cuando nadie más se le había ocurrido hacer eso. En aquel momento habíamos tenido el sexo más increíble del mundo. No tengo nada con que compararlo, pero sabía muy bien de que no tenía nada mejor que Axel.
—¿Por qué estás aquí? —pregunté. Necesitaba saberlo. Si esto se trataba sólo de sexo no podría decir que nunca más podría tener sexo con él porque me gustaba. No. Me encantaba. Era adictivo. Pero necesitaba preparar mi corazón y las emociones.
—Porque tú estás —respondió.
Eso no tenía sentido.
—No lo entiendo —dije.
Axel me apretó la mano.
—Cometí un error contigo. Me asusté y lo
estropeé. Así que huí porque soy bueno huyendo. Siempre jodidamente escapando de las cosas. Pero cuando te vi de pie en la cocina de Mir me di cuenta que esta vez no quiero huir. Quiero quedarme. Solo necesitaba las agallas para hacerlo. Por
ti vale la pena luchar por los demonios.
Me senté allí, incapaz de pensar en una respuesta a eso. Axel Carter era conocido por su aspecto, su cuerpo sexy, tatuajes y su hablar tranquilo. Eso no era un secreto. Había oído los rumores y experimenté el buen hablar más de una vez.Por mucho que quería creer en lo que decía, era una chica inteligente. Ya me había quemado. La abuela siempre solía decir, “Me engañas una vez, la culpa es tuya.
Me engañas dos veces, la culpa es mía”. Traté de vivir de acuerdo con ese lema. Pero Axel lo hacía difícil.
—No confío en ti. Quizás nunca sea capaz de confiar en ti. Pero me gustas.
Me haces sonreír cuando lo necesito. No quiero mantenerte a un brazo de distancia,porque quiero mas…Bueno, ya sabes.Simplemente no puedo prometerte que nunca voy a olvidar el pasado.
Axel no respondió de inmediato, y me pregunté si me mandaría a volar, que no era digna de esto. No lo culparía si lo hiciera. Requería más atención de lo que en un principio asumió.
—Confiarás en mi otra vez. —Fue todo lo que dijo. Su mano nunca abandonó la mía y no discutí con él. No tenía ningún sentido.
Mase me llamó cuando estábamos justo fuera de Las Vegas. Su madre llamó
porque su padrastro se rompió la pierna al caer del tractor. Acababa de salir de
Texas en un avión comercial de regreso a Rosemary para conseguir su camioneta y
volver a casa. Había querido esperarme, pero dijo que su madre sonaba cansada y
preocupada. Necesitaba su ayuda, luego regresaría a verme. Sonó molesto y me
preguntó cómo me sentía después de ver a Emily. Le aseguré que estaba bien y que
Grant se encontraba conmigo. Eso no alivió su preocupación. —Necesitas tener
cuidado con eso. Déjame traerte a Texas conmigo. Puedo ayudar a mamá y cuidar
de ti.
Tenía buena intención, pero no me trasladaría a Texas. No ahora. Me veía
lista para ver a dónde iba esta cosa con Grant primero. Le expliqué que quería
quedarme en Rosemary y que si lo necesitaba le llamaría. Pero quería que se
mantuviera con su madre y su padrastro por ahora. Pareció apaciguado por eso y
dijo que estaría de regreso en Rosemary tan pronto como pudiera.
Grant pareció silenciosamente satisfecho con la partida de Mase. Sin
embargo, no comenté nada al respecto. Dean se disculpó por decirme todo en la
forma que lo hizo. Lo abracé y le aseguré que estaba bien. Necesitaba saberlo, y me
alegré de que hubiera sido testigo de papá con mamá. Nunca lo creería si no lo
hubiera hecho. Sin embargo, Grant no le habló a Dean, y me pareció extraño.Una vez que estuvimos en el jet nos dirigimos de nuevo a Rosemary,
comprendí que no había dormido en más de veinte horas. Grant pareció leer mi
mente. Me tomó del brazo y me llevó de vuelta al dormitorio y empezó a quitarse
los zapatos.
—Acuéstate —dijo en un susurró ronco, y lo hice. No iba a discutir.
Salió de sus botas y subió detrás de mí y me tiró contra su pecho. No
hablábamos, pero no era necesario. Esto sólo se sentía bien. Con mis ojos cerrados
dejé que el agotamiento del día se hiciera cargo.