Arriesgarse

28

Axel

Dormimos todo el vuelo de regreso a casa. En el camino hacia la casa de Mir me detuve a comprar café y panecillos con salchichas para los dos en un autoservicio que funcionaba toda la noche. Harlow se veía adorable y despeinada, se me hacía difícil mirar a la carretera y no a ella.  
Estacionando en el camino de entrada, me molesté inmediatamente al ver el auto de Mir. Por supuesto, era media noche y esta era su casa, pero esperaba que no estuviera aquí de modo que pudiera escurrirme en la cama con Helena e ir a  
dormir sin que fuera un problema. 
Aparqué la camioneta y la apagué, luego di un vistazo a Harlow. 
—Voy a ser honesto. Quiero ir adentro, meterme en la cama contigo de nuevo y terminar de dormir. Me importa una mierda que Mir viva aquí. 
Helena miró la casa, luego bajó la mirada a sus manos y suspiró. 

—No sé si es una gran idea. No lo manejará bien si ve que estás aquí conmigo. 
Extendí el brazo, tomando su mentón de modo que tendría que mirarme a los ojos. 

—No me importa lo que haga o diga. No la dejaré herirte. No voy a permitir que controle esto. 
—Pero estuviste en su cama hace apenas una semana —dijo. El dolor en sus ojos mientras me lo recordaba no solo a mí sino también a ella hizo que me odiara. 
—Estaba borracho y fui estúpido. No significó nada. Contigo siempre significa algo.Me dio una pequeña sonrisa y abrió la puerta de mi camioneta. 

—Supongo que se enterará de esto eventualmente. Bien podríamos no esconder nada —dijo, después se bajó. 
No esperé a que cambiara de opinión. Agarré mi bolso y el suyo y salí. 
Me miró de nuevo mientras subía los escalones. Disfruté la vista de su trasero en esos vaqueros ajustados. 
—¿Vas a dormir en ropa interior? —preguntó. 
No había pensado en eso. Me encogí. 

—Sí, probablemente.  
Sonrió. 

—Bien. Me gusta cómo te ves en ropa interior —dijo, luego terminó de subir los escalones. 
Sí, estaba sonriendo, pero también pensando en lo que ella iba a dormir.  
Repentinamente, dormir era la última cosa en mi mente. 
Helena abrió la puerta y entramos. Podía decir que trataba de ser silenciosa, pero honestamente, me importaba una mierda. A menos de que Mir saliera gritando y arruinara mi oportunidad de ver a Helena  en esos pequeños y lindos pijamas en los que la vi el primer día. 
Cuando llegamos a la habitación de Helena, cerró y puso seguro a la puerta, luego me miró. 

—Necesito tomar una ducha y deshacerme del viaje. Me siento  
asquerosa. 
—También necesito una —respondí. Abrí la puerta que llevaba al baño para  
que entrara. Hizo una pausa mirando la puerta, luego a mí. 
—Vamos…vas a…—Se detuvo y luché para contener la risa. 
—Chica dulce, si tu sexy culo va a tomar una ducha en la habitación de al lado, voy a tomar una también. Esa es una vista que no pienso perderme.  
Parecía insegura, me pregunté qué iba mal ahora. 
—Yo…eso parece tan revelador y personal. No sé si puedo hacerlo. 
¿Siempre querría hacerme reír? Dios, eso esperaba. Incluso si no estuviera tan perfectamente equipada, su forma de ser tan malditamente adorable sería suficiente. 

—Nena, te he tenido desnuda y abierta para mí en un tocador con mi cabeza entre tus piernas. No será más personal que eso. 
Agachó la cabeza y escuché una risa ligera. 

—Sí, supongo que tienes un punto. 
—Demonios, sí. Tengo un punto. Ahora métete ahí y desnúdate para que pueda ayudar a asearte —le dije.Entró al baño y la seguí. Ni siquiera traté de esconder el hecho de que la miraba quitarse cada pieza de ropa. Era algo de lo que nunca me cansaría. 
—¿Vas a lavar mi espalda por mí? —me preguntó con un tono juguetón en su voz mientras daba un paso fuera de sus vaqueros. 
Sonreí y me saqué la camisa. 

—Seguro, lavaré tu espalda. Pero también voy a lavar esas lindas y grandes tetas y ese coño del que soy fanático. 
Cerró sus ojos fuertemente. 

—Odio cuando dices eso. 
Riendo, dejé mis vaqueros caer al suelo y fui a encender la ducha. La cosa remilgada y correcta era parte de su sensualidad. Saber que podía conseguir que Señorita Remilgada y Correcta hiciera cosas como lamer mi liberación de sus dedos 
era ardiente. 
Me giré de nuevo para verla de pie detrás de mí, mirando mi trasero desnudo. Tenía sus brazos envueltos alrededor de su pecho

 —como si eso cubriera algo. 
—Está tibia, vamos. —Extendí mi mano, dio un paso hacia adelante, y deslizó su mano en la mía, dejando sus pechos libres. Rebotaron, mi polla prestaba toda su atención. 
—Hele —dije. 
—¿Sí? 
—Voy a follarte en esta ducha. Si no lo hago, no conseguiremos nada de sueño en esa cama. 
Su respiración se aceleró y eso fue todo lo que necesité. —No sé cómo hacerlo. 
—Oh, confía en mí, nena. Yo sé exactamente cómo hacerlo. 
Se tensó y giró en dirección al agua, dejando su espalda hacia mí. ¿Qué demonios había hecho ahora? 
Coloqué mis manos en sus brazos para evitar colocarlas en otros lugares. 

—¿Qué sucede? 
Se encogió, adentrándose más en el agua y ladeó su cabeza hacia arriba para permitir que el cálido chorro se derramara sobre su rostro y cabello. Olvidé lo que hacía por un momento. Solo la observé con fascinación. Estaba bastante seguro de  
que podía pasar el resto de mi vida de pie justo aquí, observándola.Cuando retrocedió y pasó sus manos por su cabello, la agarré, tirándola hacia atrás contra mí. 

—No hablo en silencio, Helena. Necesito que digas que  
sucede. Tu espalda está rígida y tu cuerpo me dice que algo anda mal. 
Esperaba más silencio por parte de Helena. 
—Tal vez no me gusta recordar el hecho de que has tenido sexo con muchas chicas antes de tener sexo conmigo. 
Bueno, demonios. 
Nunca había pensado en eso. 
A ninguna chica le importó antes. 
Era un idiota. 
Le di la vuelta para que me enfrentara. Sus pestañas húmedas se pegaban y agua caía de su suave piel. La hice sentir insegura. Nunca quise hacer eso. 



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En el texto hay: hermanastros, traicion, amor

Editado: 29.07.2020

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