Axel
Helena llegó caminando desde afuera cuando me metí en la entrada.
Todavía llevaba puesto el vestido, pero sus tacones estaban colgando entre sus dedos. Tenía planes para ese vestido y sobre todo para esos tacones. Incluso si no tuviera la intensión, Mir había arruinado la noche.
Salté de la camioneta y caminé para abrirle la puerta hasta que me alcanzó.Me sonrió dulcemente. La mirada cansada en sus ojos me hizo querer acurrucarla cerca de mí y abrazarla.
—Hola —dije, tomando las manos y poniéndolas alrededor de mi cuello.
—Hola —respondió, descansando sus manos en mis hombros.
—Te extrañé —le dije, bajando mi cabeza hasta que pude apretar mis labios contra los de ella.
Los abrió fácilmente para mí, y me sumergí en la degustación, recordando lo que es mío. Ella. Confiaba en mí.
—Yo también —susurró contra mis labios.
—¿No estás enfadada conmigo? —pregunté, necesitaba consuelo.
—No —dijo simplemente.
—Es hora de que te meta a la cama, también. Excepto que te quiero desnuda y a mí alrededor —le dije y la metí en mi camión—Y quiero que uses esos tacones para mí.
Arrugó la nariz.
—¿Para dormir?—
—No, te quiero con esos tacones mientras este dentro de ti —le informé.
Sus mejillas flamearon de un rojo intenso y asintió.
Esa era mi chica. No estaba herida o enojada. Nunca había estado tan malditamente aliviado.
Acaricié el asiento a mi lado en el camión, Helena se subió encima. Se inclinó contra mí permitiéndome sostenerla. Teniéndola aquí hacía todo más fácil.
Presioné un beso en su cabeza.
—Gracias —dije.
—¿Por qué?
—Por ser tan perfecta para mí. —Helena volteó su rostro para descansar sobre mi hombro. Su respiración era caliente sobre mi piel, y llevarla a su dormitorio se estaba convirtiendo en una prioridad.
—No voy a mentirte. Estaba molesta. No me gustó que fueras al rescate de Mir. Fue egoísta de mí parte, odié tener esa horrible sensación en mi interior. No quiero reaccionar así otra vez. No quiero ser así.
Ella era tan honesta. Aunque estaba equivocada. No había una pizca de maldad dentro de ella. Deslicé mi mano sobre su muslo desnudo.
—Helena, no creo que podrías ser egoísta y mala, incluso si lo intentas. Reaccionaste así porque te sentías posesiva por mí, y eso me hace el maldito más afortunado del mundo. Tú
debes de haber estado molesta. Diablos, nena, yo estaba molesto. Estaba malditamente enojado. No quería estar allí, pero Leo me necesitaba.
—Y me resentí por eso. Es egoísta.
Riendo, deslicé mi mano por su muslo.
—Te lo dije. Puedes ser egoísta en cualquier momento que quieras conmigo. Me excita.
Helena abrió sus piernas.
—¿Por qué? —Respiró entrecortadamente
cuando mi mano acarició sus húmedas bragas.
—Porque quiero pertenecerte. Quiero que te importe cuando salgo. Si hubieras venido detrás de mí para asegurarte que no ocurría nada me hubiese gustado que fueras conmigo. No puedo decirte que no.
Se movió contra mi mano e hizo un suave gemido.
—Entonces, follame en ila camioneta antes de que entremos. Te necesito —dijo, echando atrás su cabeza y gimiendo, deslicé un dedo dentro de sus bragas.
—Parece que voy a tener esa fantasía contigo en este vestido después de todo —dije y alcancé sus zapatos
—Quiero estos en ti primero —le dije.Ella se rio y se los puso antes de subir a mi regazo.
Cuando la primera alarma se activó una hora después de acostarnos a dormir Hele y yo, la apagué rápidamente y empecé a levantarme de la cama para despertar a Mir. La mano de Helena se extendió y me agarró, tirándome
hacia abajo.
—No. Yo lo hago —dijo y empezó a levantarse.
—Quédate en la cama. No quiero que lidies con esto —sostuve. Mir no era su problema.
Helena empujó su pelo largo y grueso de su cara y me frunció el ceño.
—Dijiste que estaba bien para mí ser posesiva. Bueno, no me gusta la idea de ti entrando a la habitación de Mir con ella en la cama, despertándola. Quédate en mi qcama y yo voy a despertarla —dijo.
Sonriendo, me acosté.
—De acuerdo. Bien. Tú ganas —contesté.
Ella tenía un punto. No había forma en el infierno que yo le permitiría entrar al cuarto de otro hombre por la noche y despertarlo para tenerlo vigilarlo.
Asintió, agarró mi camisa blanca desechada y se la puso sin molestarse en abotonarla. Sólo la cerró y salió por la puerta.
Pequeña, dulce y sexy mujer iba a asegurarse de que Mir supiera que era ella quien estaba en mi cama. Me hizo sonreír. Me gustó saber que podía enfrentársele. Con una hermana como Mir, lo necesitaba. Lamente pensar en que
Mir sufriría algún daño de cualquier tipo.
Pensar que casi la pierdo porque estaba preocupado por amarla y perderla.
El miedo a la muerte se me había metido dentro. Tenía que agradecer a Leo y Bianca por enseñarme que valía la pena amar a alguien. Tenía que encontrar una manera de decirle a Helena exactamente cómo me sentía.
No quería asustarla. La forma en que me miraba últimamente me hacía creer que sentía lo mismo.
La puerta del dormitorio se abrió y Helena rodó los ojos.
—Está bien. Perra como siempre. Dice que quiere que la compruebes tú la siguiente vez —dijo antes de dejar caer mi camisa y volviendo a la cama acurrucándose junto mí.
—¿Qué le dijiste? —pregunté.—Le dije que lo supere. Que estaba manteniendo tu sexy trasero de manera segura en mi cama —respondió lanzando una de sus piernas sobre las mías y
aferrándose en mí.
La sostuve a mi lado y volví a dormir con una sonrisa en mi cara.