Un sabio lleno de canas y espesas cejas como algodón, con larga barba y sombrero empinado, se dirigía a la ciudad, en su camino se topa con un pintor joven, con cara redonda como la luna, y un bigote despeinado, llevaba unos calcetines de lana y en su mano un pincel y acuarelas, que observaba frustrado su lienzo, al ver el sabio tal frustración se acerca y le dice: ¡que hermoso paisaje ha pintado! el hombre asombrado le responde:
¡pero que está diciendo! ¿está ciego acaso?, solo tengo un cuadro en blanco, no sé qué pintar no tengo ideas temo que no agrade al resto, el sabio sonrió, y le respondió: yo veo un hermoso paisaje de colinas aforradas por la suave neblina, y hermosos cisnes en ese bello estanque, y esa casa por allá adornada de bellos jardines de jazmín y margaritas, ¡que tranquilidad!, el hombre lo mira fijamente y el cual responde: solo veo un pedazo de tela tan vacío como una hoja, el sabio lo mira y le dice:
-Solo mira el cielo y dime ¿qué vez en las nubes? a lo que el hombre responde: Señor solo veo un cielo despejado, el sabio contestó mira otra vez, que divisas en esa nube, porque yo veo un gran conejo de orejas largas, y el pintor vuelve a mirar y se sorprende al ver que el sabio tenía la razón ¡creo que lo veo! Respondió, y esa otra es un gran oso polar, y esa siguió diciendo es una oveja, ¡mire por allá! entusiasmado le dijo ese es un gran cubo de azúcar riendo.
El sabio viéndolo entusiasmado le dijo mira otra vez tu lienzo ahora que vez. Señor veo una hermosa pintura, como no pude ver antes estos hermosos dientes de león volando por ese vivo césped, junto a los iris y las calas que son bañados por roció como espuma de mar en la mañana, y ese imponente nevado tan frio hielo, y espesa nieve, el sabio al escuchar eso le dijo no importa que dibujes siempre será una buena pintura si dejas imaginación en ella, sonriendo le agradeció y el sabio continúo su largo camino.