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Capítulo diez
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Crucé mis brazos. Manteniendo un poco la calma.
—¡Oye! Eres una persona mal educada —fruncí mi boca.
—Maestro, a que has venido —miró a Merlín ignorando mi queja. Eso sólo hizo que quisiera lanzarle un zapato.
—Apartir de ahora. Ella será una pieza importante en tú vida, príncipe —él me miró. Yo le saqué mi pequeña lengua. De todos modos, era una niña de nueve caprichosa y astuta.
—Deberías tratar mejor a está mocosa, será tú mayor subordinado en el futuro —comentó Merlín, él miró hacía otro lado.
—¿Y qué tiene ella qué me ayudara? Sea lo que sea que haga en el futuro. No necesito que una niña me ayude.
—Una niña como yo. Te a ayudado a salir de un caramelo. Sin mí ayuda, todavía estuvieras ahí dentro, quién sabe cuantos años — reproché.
—¡Nadie te pidió que hablarás! —fruncío sus cejas. Mi boca quedó semi abierta, todavía con el impactó de impresión en mi cara. Agarré mi vestido arrugando la parte baja, tragando de que todo mí enojo desapareciera.
—Es suficiente —habló Merlín después de unos segundo —. Afuera nos espera un carruaje, será mejor que llevemos al príncipe con Sir Héctor —Arthuro paso a un lado mío presumiendo su importancia hacía la puerta — Pero antes de eso, primero será Anastasia —reí bajito al ver como se detenía en la puerta molesto. Pasé a un lado de él con aires de grandeza hacía el carruaje que esperaba afuera
Merlín agarró las riendas de los caballos dirigiéndonos hacía el castillo del duque, mí padre. En todo el camino ninguno de los hablamos;el sonido de las ruedas de madera. Eran sin duda el mayor ruedo qué se escuchaba. Sin importar que tan cerca estuviéramos. Tratábamos de alejarnos lo más pronto posible.
Yo no le agradé. Pero ¡Oh sorpresa! Él Tampoco me agradó.
Después de tanto tiempo del incómodo silenció. Mi mente recordo un asunto importante : En la casa Kenbell, ¡todos creen que estoy durmiendo!
—Anastasia —giré mi rostro hacía él. Arthuro miraba por la ventana —Qué nombre tan raro —pestañe confundida —. Y tan ordinario.
—Mi nombre no tiene nada de raro —fruncí mi boca.
—Es demasiado largo para mi gusto —juró que estoy perdiendo la poca calma que había guardado.
—¿Y qué me dices de Arthuro? Él tuyo también es largo.
—El mío es perfecto —sonrió orgullo dé si mismo.
—¡Bien! ¿Entonces, no te molesta qué te llamé Arthur? —junté mis manos inocentemente.
—Ni lo intentes mocosa.
—¡Qué alegría! —ignoré su respuesta. Tratando de molestarlo —Arthur y Lady Anastasia serán grandes amigos —hablé en tercera persona. Algo que me alegraba era la perfecta inocencia que la antigua portadora del cuerpo podía hacer. No importaba en que situación ella estuviese. Siempre actuaba inocentemente haciéndose la víctima.
—Eres rara — refunfuñando entré sus labios habló.
—Hablando de raros, príncipe Arthur ¿Cómo quedó atrapado en un caramelo?
—Todo es culpa de Kay. Él y yo tuvimos una discusión. No lo soporté más y le arreglé un diente —lo miré boquiabierta —. Resulta que el quería venganza. Y me adentré en el bosque para esconderme. Terminé perdiéndome y encontré esa casa, insitado por el hambre me comí todos los dulces de esa bruja.
—De púes de todo el príncipe Arthur sigue siendo un niño —reí. Él fruncío el seño.
—¿De qué te ríes mocosa? Tengo diez.
—Llegamos —Merlín abrió la puerta antes que cualquier sonido de mi poca saliera. Él ayudó a Arthuro a bajar del carruaje y después a mí.
—¿Por qué tengo saludar a estas personas? —preguntó irritado Arturo.
—Por qué son mis padres. Sería de muy mal visto que el príncipe esté aquí y no saludé a los Barones.
Miró mi atuendo de arriba a bajo. Para después sonreir con arrogancia. ¿Todavía había tiempo de lanzarle el zapato?
Merlín toco las grandes puertas del castillo. Siendo recibido por Nessa, ella al mirarme se sorprendió.
—¡Señorita!—habló enojada.
—Hola Nessa —sonreí inocentemente.
—Disculpé. Quisiera hablar con el Barón y la Baronesa —interrumpió Merlín. Llevándose un pequeño sonrojo de Nessa.
Ella nos dejo paso para poder entrar. Logrando ver a mis padres bajando las grandes escaleras de caracol. Mi madre al verme, muy poco le importó que tuviese vestido. Corrió hacía mí preocupada.
—Anastasia Bella Kenbell. ¡¿Cómo se te ocurre escapar de tus criadas?! ¿Sabes lo preocupados es estuvimos tú padre y yo? Pensamos lo peor.
—Lo siento, madre.
—Baronesa, Anastasia sólo fue a divertirse un poco con el príncipe —Merlín colocó su mano detrás de la espalda de Arthuro, empujándolo —Ella se escapó pensando que no la dejaría ir a jugar.
—Si era así. Por qué no nos lo dijistes Anastasia —comentó por primara vez mi padre —Si es por tú felicidad, te íbamos a dejar.
—¡Es más! —junto sus manos emocionada mi madre — Para que esto no pasé de nuevo. ¿Qué tal si Anastasia va todos los días a jugar con el pequeño príncipe?
"¡No!"
—Madre. Eso sería mucho. Tal vez unos tres o dos días a la semana. Pero no todos.
—Estoy deacurdo con Lady Anastasia —lo miré sorprendida. Mis padres hicieron una pequeña reverencia delante de él —No es necesario que ella venga todos los días.
—Bien, entonces serán tres días a la semana —respondió mi madre —. Por el momento que Anastasia se bañe y se arregle por qué su alteza y el señor presenté toman un té.
—Mi nombre es Merlín Baronesa.
—Bien señor Merlín y pequeño príncipe, Siganme. Anastasia —me miró —Nessa y Allen te esperan en tus aposentos.
—Si al príncipe no le importa, me retiró —hice una pequeña reverencia. Antes de salir de ese lugar a toda velocidad.
Era hora de poner de mi segundo plan en marcha.
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