Arzhvael (libro 10. Criaturas Mágicas)

Cap. 07 Venganza en gestación

 

Varynka Nekrasov era hija de uno de los primeros nueve, de manera que era una de las vampiresas con más años, y aunque se había enamorado muchas veces, si aquella criatura hubiese tenido un corazón, muchos habrían estado dispuestos a apostar que el mismo había sido robado por el pequeño príncipe Iván.

Varynka había crecido bajo la influencia de Sindre, su madre, que era uno de los seres más malignos de su raza y que no solo le había hecho la vida miserable al que fue su marido, sino a todo aquel que se le acercaba y eso por supuesto, incluía a sus hijos. Por lo anterior, Vladik y Varynka habían crecido en la creencia de que Ioan era un usurpador que les había robado sus derechos a ostentar el mando supremo de su raza, pero cuando fueron mayores y si bien Varynka había entendido, aunque no aceptado, que la historia de su madre no era del todo objetiva, Vladik no. Sin embargo, y aunque vampiros y vampiresas eran igualmente peligrosos y problemáticos, Varymka dio muchos menos dolores de cabeza que su hermano y no solía meterse en asuntos políticos pues le importaban poco.

Cuando Ioan contrajo matrimonio con Evarig, la comunidad vampírica se sintió muy indignada, y aunque algunos sustentaban la misma opinión que los arzhvaels con relación a que la chica estaba bajo los efectos del poder mental de Ioan, al menos los miembros del Ellatàs y los que pertenecían al círculo más íntimo del soberano, sabían que no era así y que realmente la chica se había enamorado de Ioan, pero más allá de eso, Ioan también había cometido la suprema estupidez de hacerlo y fue lo que lo llevó no solo a casarse con ella, sino a transformarla, porque si bien ni los nueve ni ninguno de sus descendientes podía atentar contra Evarig una vez convertida en esposa de Ioan, aun podía hacerlo cualquier otro y él quiso asegurarse de que ella tuviese las condiciones necesarias para defenderse.

Viendo que nada podían hacer o al menos no de forma inmediata, Sindre trabajó de forma incansable hasta conseguir que Ioan aceptase comprometer a su recién nacido hijo con Varynka. Esto no era nada novedoso ni causó sorpresa a la vampiresa, así como tampoco le supondría un cambio inmediato en su vida, pues el niño prácticamente acababa de nacer, así que se dijo que debía aprovechar bien el tiempo que le quedaba de libertad, porque una vez que el príncipe alcanzase la edad apropiada, ella tendría que casarse con él y sería llevada al castillo de Lorsii, un lugar que no la atraía para nada.

Varynka había continuado con su vida y sus costumbres, pero en una oportunidad escuchó el venenoso discurso de su madre en el sentido de que Ioan había perdido la cabeza, pues estaba permitiendo que la tonta criatura con la que se había casado apartase a los niños de la raza a la que pertenecían. Varynka y siendo que no se ocupaba de los asuntos de estado, ni se preocupaba por cómo vivía su futuro marido, no había entendido cuál era el alboroto, pero sintió curiosidad y decidió hacerle una visita a su Hersïv.

Varynka había estado en pocas oportunidades en Lorsii, porque en su opinión, en aquel lugar había demasiada luz para su gusto, pero haciendo eso a un lado se trasladó a Valaquia y fue recibida como correspondía a su posición dentro de la nobleza vampírica, pero si bien Evarig se había mostrado amable, Ioan no tenía especiales motivos para ello a pesar de haber pactado el enlace entre ella y su hijo, de manera que después de recibirla, la autorizó a ir con Evarig a conocer a los niños, aunque asignó a Izek la tarea de vigilarla.

Si bien Varynka lo único que había sentido era curiosidad y no había tenido ninguna intención de dañar a nadie, cuando vio al pequeño príncipe sintió una violenta sacudida que no tenía idea de cómo calificar, porque no lo había sentido nunca antes. Para ese momento Iván tendría unos tres o cuatro años, pero ya era un pequeño caballerito muy formal que se acercó cuando su madre se lo ordenó.

  • Fenség [1] – dijo Varynka haciendo una reverencia
  • No tiene que hacer eso, señorita – dijo Iván ofreciéndole su manito para que se levantase
  • Iertare [2] fenség  – se disculpó ella y el niño arrugó el entrecejo
  • Mi nombre no es fenség, es Iván

Si ya Varynka se había llevado su primera sorpresa con la extraña sensación que había experimentado al ver al niño, lo que estaba diciendo sería la segunda, porque aquel era un príncipe y estaba bastante segura que él lo sabía. No obstante, las sorpresas no se detendrían allí, pues Varynka pasaría varios días en Lorsii en los que tuvo oportunidad de ver con sus propios ojos a lo que su madre se había referido, pues Evarig no alimentaba a sus hijos como se suponía debía hacerlo. Inicialmente, un vampiro recién nacido y como cualquier niño, no puede alimentarse por sí mismo, de manera que su madre o quien esté a su cuidado, debe administrarle al niño unas gotas de sangre cada cierto tiempo, pero no cualquier sangre, sino la de alguno de sus progenitores. Otra característica de los vampiros es que sus incisivos laterales hacen su aparición alrededor de dos o tres meses después de nacido, así que en ese momento comienzan a alimentarse hundiéndolos generalmente en un dedo de sus padres. Una vez superados los seis meses, ya puede alimentarse con otra sangre que no sea la de sus progenitores, y a la edad que ya tenían los príncipes sin duda no necesitaban ayuda para hacerlo. Sin embargo, Varynka nunca los vio haciéndolo y lo que sí vio fue que comían como cualquier otro niño, y si la sangre estaba presente en su dieta, ella nunca lo supo.




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