Arianell ya había agotado su cuota de femenina aprensión, y siendo quien era, se le salió el Jonathan en su más pura expresión, pero sin la experiencia de éste, de manera que se fue derecha a buscar al cretino que la estaba fastidiando. Naturalmente ella estaba al tanto de que no solo había krigers vigilando la escuela, sino que siempre estaban por lo menos dos berserkers en los alrededores, de manera que tanto por eso como porque un rayo de cordura penetró su furioso cerebro, descartó la idea de salir de excursión en la noche recordando que los Uzky eran mucho más peligrosos a aquella hora. Burlar la vigilancia también representaba un reto, pues si bien podía ingeniárselas para evadir a los krigers debido a que la vigilancia no era tan estrecha, los berserker eran otro asunto. Sin embargo, la oportunidad se presentó el fin de semana y cuando la mayoría de los alumnos estaba en el patio central que era donde se reunían los comerciantes de Develieng Folk desde que se habían suspendido las salidas.
Aria pasó un rato entre los alumnos, pero en cuanto pudo se escabulló, y siendo como era una activa participante en las diabluras de sus primos, conocía muchas y muy diversas rutas de escape. Una vez conseguido su objetivo que no era otro que abandonar la edificación sin ser vista, corrió hacia el bosque, pero había dado apenas unos pocos pasos cuando fue detenida por unos fuertes brazos. Ella iba tan concentrada en escapar que no se percató de la presencia y de hecho pensó que no lo había conseguido en lo absoluto y que algún molesto berserker la había atrapado, idea esta que se había reforzado porque lo primero que captó aparte de lo obvio, fue una larga melena que parecía haber caído como una cortina sobre su rostro.
No obstante, la orden murió en sus labios al tropezar con un par de ojos que en lugar del verde que esperaba ver, exhibían un color azul muy impropio. Si la idea de estar en problemas pasó por su mente, la misma sería controlada o pasada por alto.
De no haber estado en una situación tan comprometida, Aria habría podido reír, porque en su opinión no existía un calificativo más ridículo para describirla. No obstante, y aunque ya estaba planeando emplear su energía para apartarlo, él lo hizo por voluntad propia.
A pesar de que era comúnmente aceptado que aquellos seres no tenían sentimientos, Aria fue consciente de haber herido los de él, así que intentó cambiar de rumbo, aunque no tuvo ocasión.
El individuo se rascó la cabeza y fue evidente para Aria que intentaba encontrar el modo de hacer lo que le pedía, pero aquello solo reforzó en ella la idea de que eran criaturas de pocas luces.
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Editado: 28.11.2023