¿Por qué debía él de asistir por capricho de su padre?
Aquella mañana se había despertado consiente de que su arte estaría exponiéndose en el museo personal de su padre pero eso lo irritaba.
Él sabía que había debido de mantener aquella foto en secreto, pero la insistencia del público —de su público— había sido más caprichoso aquella vez y después de su pequeño viaje a York, la noche anterior en la que había decidido revelar las fotos había captado que una sobresalía entre las demás y no era exactamente como se había imaginado que seria.
Él aquel día había estado observando un bello retoño de flor que al parecer tenía problemas para florecer y eso le había parecido tan encantador con el entorno que de inmediato había pensado en fotografiarlo, aun así, después de regresar a casa, por un llamado de sus padre y de algún otro reportero, no había tenido tiempo en revisar como habían salido sus capturas.
Él confiaba en su ojo para el arte pero estaba irritado con su padre, y después de la breve discusión con él, había decidido que debía de darle lo que quería.
Él revelo sus fotografías y después las colgó para que la magia hiciese su aparición.
La foto del retoño no era su opción para entregarla en la exposición, sino uno en donde una pequeña hoja batallaba contra un riachuelo, aun así, una vez observo la foto del retoño y a la hermosa chica que aparecía en el, quedo atascado entre que sentir.
Niel había cogido la foto sin darse cuenta de lo que hacía y había salido a la luz, fuera de la habitación oscura en donde estaba, y había contemplado como los colores fríos, el ambiente que la rodeaba y lo perfecto que combinaba se había vuelto completamente diferente a todas sus exposiciones.
—Se expondrá esta foto, podríamos llamarla “la dama del retoño”.
Sí, su padre lo había sorprendido por detrás viendo aquella foto y antes de que le diese tiempo de esconderla él la había cogido observándolo fascinado.
—Parece que tu pequeña huida si dio frutos, ¿quién es la chica?
—No lo sé. —había respondido él.
—No importará, ella está en York y nosotros aquí, pero una vez que la foto se haga conocida muchos querrán averiguar quién es. Lo expondremos, tendrá una buena acogida.
—Padre. —Niel había tratado de reprochar pero se sentía como un tonto niño con un padre invencible. Su padre solo sonrió.
—Entonces se hará así, pero cambiemos el nombre. ¿Qué te parece, "La Cenicienta"?
—No lo sé… —respondió, pero el nombre le había parecido correcto, después de todo él había captado a aquella mujer como si fuese a desaparecer en cualquier momento. Niel trato de sonreír sintiéndose incómodo y fue así hasta que su padre se marchó.
A la mañana siguiente se había levantado y para horas de la tarde se había puesto uno de sus mejores trajes luciendo como todo un caballero, según las palabras de su madre, pero él, no sabía que esperar.
Niel aún tenía la pequeña foto de “La Cenicienta”, pero, no se había atrevido a observarla de nuevo.
La chica era fascinante y no quería pensar en alguien a quien quizá no viese otra vez en su vida, por eso, cuando volvió a ver la foto en la exposición después de recibir una gran ovación llena de aplausos por aquella increíble foto, se dio cuenta de que nuevamente estaba siendo controlado por su padre y a pesar de ello, le encantaba que reconocieran su trabajo.
—Es hermoso hijo. —había murmurado su madre tratando de acortar su gran sonrisa y él había caminado unos pasos detrás de ella con mucho respeto, así como cada vez que estaban en público.
—Gracias madre. —respondió.
—Pero me parece que es a la primera chica a la que fotografías.
—Si. —respondió él de nuevo.
—Es extraño que lo hayas hecho sin darte cuenta.
—Estaba distraído. —se explicó y quedaron en un silencio pensativo un segundo hasta que su madre se crispo y pareció revolotear de la emoción delante de él.
—Oh, mira. —ella lucio ansiosa y eso lo hizo girarse a observar a un grupo de muchachos que iban a ver las fotografías en exposición.