Al entrar a su casa Maia se sorprendió al ver a toda su familia reunida, se suponía que su padre y hermana estaban en un viaje de negocios, a su madre casi no la veía y Bastian, bueno, a él lo veía más de lo que quería. Aún así no era normal verlos a todos juntos reunidos, a menos que hubiera una ocasión especial, pero a juzgar por sus expresiones eso era lo último que esperaba de esa reunión.
A pesar de ello hizo a un lado el cansancio, el dolor y sus dudas para intentar sonreír. Apenas pudo acercarse a saludarlos cuando su padre se aproximó a ella y sin previo aviso le dio una bofetada en la mejilla derecha que la hizo caer al suelo.
- ¡¿Cómo es posible que seas tan estúpida?! - le gritó con rabia - ¡Nos vamos por una semanas y tú haces lo que se te venga en gana, sales con tu cuñado sin ningún consentimiento, te metes en problemas con la policía y hasta terminas secuestrada y ahora golpeas a uno de los modelos más reconocidos del país! ¿Quien te crees que eres para actuar así, acaso quieres que seamos la vergüenza de toda Francia? -
- No es posible que me cuestiones por todo eso, para empezar, ¿Porque me reclamas lo de Bastian, si para empezar fue él quien me invitaba a todos lados? - se defendió mientras intentaba levantarse - además la policía no tienen ningún problema conmigo, ellos saben que yo no tengo la culpa de que me usarán de rehén -
"Porque no saben que yo lo planee" _ aclaró en su mente
- Y Damien fue quien me golpeó primero a mí - continuó - era él que quería golpear a una niña, yo solo quise defenderla -
Maia intentó ponerse de pie, pero su padre volvió a empujarla con el pie mientras le seguía reclamando.
- ¡A ti que te importa lo que le pase a la ratilla esa! - espetó con asco - bien merecidos tenía los golpes por tomar lo que no es suyo, y tú también te mereces lo que te pasó por andarte metiendo en lo que no te importa. ¿Que no ves que puedes causarnos problemas? La familia Chevalier es una de las más influyentes de París, quien se mete con ellos sólo puede terminar de dos maneras, en la ruina o muerto y yo no voy a permitir que afecten a esta familia por tus aires de heroína -
Esta vez fue él quien la hizo ponerse de pie, tomándola con fuerza del brazo sin importarle el dolor que eso le causara.
- ¡Mañana mismo vas a pedirle una disculpa! - sentenció - no me importa que tengas que rogarle de rodillas, harás lo que sea necesario con tal de que perdone tu error, de lo contrario olvídate de ser una Paris -
Maia no podía creer lo que su padre decía en ese momento, estaba consciente de que no tenía una buena relación con ninguno de ellos. Pero de eso a ponerse de parte de quien la golpeó e incluso a obligarla a pedirle clemencia ya era demasiado. Sin embargo ella no era capaz de refutarle nada, toda la dignidad y el orgullo se perdía cuando se trataba de ellos. Era algo que había aprendido con el paso de los años, pensando que al hacerlo se ganaría su favor. Claramente se equivocó.
- ¡¿Has entendido?! - cuestiono haciendo más presión en su brazo, al ver que ella se perdía en sus pensamientos
- Si, padre - dijo con la cabeza gacha
- Mientras tanto no saldrás de esta casa hasta que todo se haya calmado y tu rostro deje de verse tan desagradable - terceo su madre - me produce asco el solo verte así, sube ya a tu habitación antes de que termine vomitando por tu culpa -
- Pero… -
- Y más te vale que esos golpes no dejen ninguna cicatriz en el rostro - siguió hablando sin importarle interrumpir a Maia - porque entonces no sólo arruinará la carrera que tanto trabajo me costó forjarte, también perderás toda relación conmigo. No seré madre de un monstruo -
Con la presión en su pecho y en completo silencio Maia subió hasta su habitación encerrándose en ella. Lo siguiente que hizo fue meterse al baño, donde abrió la regadera y se ocultó en la bañera sin molestarse en desvestirse, solo ahí se atrevió a llorar y gritar para dejar salir todo su dolor y frustración. Era el hábito que había adquirido con el paso de los años.
Cuando lloraba de niña su madre le decía el asco que le provocaba verla llorar por lo horrible que se veía, su padre la regañada por que decía que sus sollozos le molestaban y su hermana buscaba la manera de burlarse de ella por ser tan débil. Por eso se acostumbró a encerrarse en el baño para llorar sin molestar a nadie mientras fingía ducharse.
En su mente no era capaz de comprender por qué su familia la trataba tan mal, desde que tenía memoria había buscado la manera de agradarles. Se había convertido en un monstruo solo por ellos, era su vivo reflejo en todos los sentidos y ni por eso eran capaces de siquiera respetarla.
"¡¡¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?!!" _ era lo que se preguntaba vez tras vez, y con esa interrogante se quedó dormida.
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Pero que gente tan más desgraciada, hasta da vergüenza escribir sobre personajes así. Jejeje. Pobre Maia, vive entre rejas de oro y cadenas de cristal. Ay, ya me salio lo poeta, pero es que esto hasta a mí me duele. ¡Salte de ahí niña, ya estuvo bueno de maltratos!
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