La luz del sol estaba en su punto más alto, y Janeth se hallaba apenas duchándose para ir a trabajar a medio día, después de comer y de haberse desvelado anoche con los testigos del nuevo siniestro que ya se comprobó que está ligado al mismo asesino o grupo delictivo.
La mujer, agotada, escuchaba las noticias en su televisor, donde revelaron algunos detalles de Marco Daniel, el joven que fue asesinado, tal como que estudiaba enfermería, vivía solo y que era de un estado cercano a la ciudad de Asfalto, de donde es toda su familia.
El reportero en la televisión comentaba además que, a raíz de ya tener ocho años en persecución al asesino, muchos lugareños han decidido, por seguridad, abandonar la ciudad que no es una de las más ricas, sino es que la más, del país. En la pantalla se apreciaban varios autos, en su mayoría de foráneos, abandonarlo todo para retirarse y no sufrir una pérdida o la vida propia a manos de este malhechor.
La mujer, decepcionada de todo esto, decidió cambiarle a la televisión, puesto en escena un comercial de perfume para caballeros muy sugestivo en donde aparecían varios zorros con arnés, de cuerpos esculturales y en poses muy sexualizadas, cosa que alteró a Janeth, así que volvió a cambiar de canal, mostrada una novela en donde una mujer estaba besándose con un toro muy apuesto, lo que le causó el mismo efecto del anterior.
Sin esperar un segundo, la asistente cambió de canales tanto como pudo, sin poder llegar a uno donde no tuviera bestias presentes, por lo que decidió apagar el televisor y tomar su móvil mientras se cambiaba, descubierto un mensaje de Albus que le decía lo siguiente: «Pasaré por ti. Tenemos que dar un par de vueltas antes de ir a la oficina a interrogar a los testigos».
Esa noticia dejó a Janeth en completo descontrol, apurada en vestirse, arreglarse el cabello, perfumarse, tomar sus cosas y estar lista en la puerta, a la cual Albus llegó minutos antes de lo advertido, como ya le habían mencionado lo puntual que eran los angraterros.
Una vez dentro del vehículo, tanto Linda como Albus saludaron a la mujer y se apresuraron a partir hacia su destino, preguntado aquel por Janeth.
–Disculpe, detective. ¿Qué haremos hoy antes de la interrogación? –preguntó la asistente, cosa que Linda respondió antes que el lobuno.
–Iremos a recoger al aeropuerto a un trio de tontos. –Aquello hizo reír a Albus, para luego él continuar.
–Primero pasaremos a tu universidad, la UTA.
–¿UTA? Madre, mía. No mi facultad, por favor –pidió la mujer, cosa que provocó curiosidad en la secretaria y alegría en el lobo, cuya cola no se quedaba quieta.
–Justo ahí iremos. Tengo que hablar con Galván sobre unos asuntos –explicó el lobo, algo que extrañó a Janeth.
–¿Pasa algo con el profesor Galván? Escuché que ayer estuvo presente en la escena del crimen buscándonos, pero no creí que fuera urgente verlo.
–Me temo que sé porque estaba ahí. Así que decidí adelantarme e ir a buscarlo yo mismo –confesó el lobuno, cerrada así dicha conversación hasta que llegaron a la facultad de criminología y encontraron al hombre que estaba en medio de una clase, a la cual los tres entraron desde la parte de arriba del salón, detrás de los bancos puestos en modo de auditorio. En ese lugar se veía que al fondo se hallaba el pizarrón y el profesor Galván, un antílope de largos cuernos curvos que destacaba por su muy buen vestir y su porte majestuoso, digno de un hombre de su edad.
Al ver el hombre entrar a los tres, sonrió confiado y continuó por unos momentos con su clase, para luego hacer algo que Albus sabía el hombre aprovecharía.
–Por supuesto, investigar las escenas no son sólo parte de la forense. Como personal del departamento de investigación, los detectives deben usar su vista e instinto, además de inteligencia, para encontrar patrones, pistas ocultas o cualquier indicio que pueda guiarlos hacia el culpable. ¿No es así, detective Albus Wilson? –Al decir eso, todos los alumnos voltearon hacia el lobo, mismo que sonrió confiado al escuchar eso.
–Por supuesto, profesor. Las escenas del crimen pueden ser engañosas, y aunque la forense se encarga de recapitular todo lo relacionado al cadáver, también puede haber detalles lejanos al siniestro que te ayuden a completar ese gran rompecabezas que es el caso –respondió el lobo con ambas manos por detrás, espalda recta y pecho fuera, mirada que enrojeció a muchos de los alumnos, en su mayoría humanos.
–¡Por favor, denle la bienvenida al detective Albus de Angraterra, su secretaria Linda Brightson y su asistente, Janeth Jensen! –Esto consiguió hacer que la asistente volteara hacia su jefe y compañera, recordado un artículo que leyó cuando estudiaba. Por otro lado, el alumnado aplaudió para los visitantes, invitados por el maestro a ir hasta la pizarra, aceptada la oferta por los foráneos y andando para allá. –La señorita Jensen es egresada de esta universidad y llevó clase conmigo. Una de mis mejores alumnas –presumió el antílope, cosa que sonrojó mucho a Janeth.
Luego de unos minutos de preguntas de los alumnos hacia los profesionales, la campana del fin de clase sonó. Aquello provocó que los muchachos abandonaran el aula, donde quedaron solos los oficiales y el profesor, algo que esperaban los visitantes desde un inicio.
–Bueno, ¿a qué debo su inesperada visita? Supongo que se tomaron muy enserio mi aparición en la escena del crimen de ayer –dedujo el hombre mientras borraba la tiza de la pizarra, dada su espalda a los demás.
–No exactamente. Quiero que nos digas algo tú mismo, porque ya las cosas se han tornado un tanto personales –explicó Albus, lo que llamó la atención de sus acompañantes.
–Dime, Albus.
–A tu perspectiva: ¿El asesino, o grupo de ellos, están haciendo esto por una causa racial? –La pregunta dejó a todos perplejos, más a Janeth, quien era la única humana presente y sabía que en su país la discriminación era un tema delicado.