Tiré el periódico a un lado, quedándome con tan solo uno entre mis dedos y comenzando a ojear con rapidez hasta la esquela que anunciaba la muerte de Josh West, un joven informático de dieciocho años que se había encontrado semanas después de su desaparición en una vieja casa abandonada, en el interior de una oxidada bañera mohosa con el agua rebosando por sus bordes y con él en su interior. Mi padre afirmó que era un suicidio en toda regla.
Solo la policía, y ahora yo también, teníamos el acceso y el conocimiento del encuentro de aquellos cadáveres, mientras que a los vecinos se les intentaban “calmar” con un falso testimonio para evitar el pánico. Era ruin y rastrero mentir de esa manera, pero yo seguía confiando en todas las decisiones que mi padre tomaba.
Puestos a investigar, solo la asfixia era común y constante en la mayoría de los casos y solo Jack cumplía la excepción.
Yo era consciente de que, anteriormente, los cuerpo suicidas estaban situados dentro de bañeras, piscinas o como solía ser más repetitivo, en el puerto de Dalsen, que había sido bautizado como El Muelle de Las Almas, y que además de ese tipo de métodos también estaban los encontrados colgados o ahorcados en viejos robles, dándoles ellos el nombre al “Caso Cuerdas”. Aquella conclusión de constantes cambios fue lo que nos impulsó a pensar que el sujeto podría estar diseñando sus propios métodos, y a elegir entre esa opción o la de que tal vez se tratara de más de un asesino, no sabríamos elegir cual se presentaba más inquietante. Que uno de ellos apareciera enterrado bajo tierra, con signos de asfixia y ataduras me hacía pensar que con Jack había algo más; que Logan –quien todavía mi cabeza mantenía como un principal sospechoso–, o quien fuera el serial, estaba cambiando la táctica a una igual de terrorífica que la usada en un principio, dando por hecho de que solo habláramos en singular y no de un tercer responsable que repetía patrones, pero tal vez con fines distintos.
¿Cuál fue el objetivo de Ben Casper en sus homicidios de 2008? Fue una buena pregunta en aquel entonces y seguiría siendo siempre polémico. Ben Casper tenía 42 años cuando fue encontrado en su propio suicidio. Abandonado desde los 13 años junto a su hermano en un orfanato, pasaron la mayor parte de su adolescencia de hogar en hogar hasta que cumplieron la mayoría de edad. Douglas, su gemelo, no tuvo tantas acogidas: sufría de múltiples fobias que lo hacían ver siempre como un joven neutral, solitario y reacio al cariño: fue diagnosticado hasta con 17 fobias más algunas que no presentaban una mayor manifestación. Muchas eran cotidianas y sobrellevadas con más sencillez; la gran mayoría parecían atormentarle.
Mientras tanto, Ben simplemente era un sociópata con sed de dejar escapar sus deseos más macabros y homicidas. Ambos parecían tener la química perfecta y, refugiados en un lugar donde Douglas pudiera sentirse libre de sus miedos, convivieron juntos donde nadie pudiese recriminarles ni juzgarles.
Yo, sinceramente, me estaba desquiciando con la cantidad de barbaridades que había leído en menos de una hora y sin embargo, tras numerosos intentos, lo único que lograba sacar de todo aquello es que la mayoría de los jóvenes que pudieron sobrevivir se vieron obligados a pasar por un tratamiento o ser hospitalizados en un centro de psiquíatra por las secuelas irreparables que ambos hermanos marcaron en sus vidas.
La puerta de mi habitación fue golpeada un par de veces, haciendo que tomara todos los papeles y los metiera con rapidez en la pequeña carpeta de clases.
—Pasa. —balbuceé mirando distraídamente el picaporte moverse.
La figura de Ethan se hizo presente en mi alcoba, dejándose caer con tranquilidad en el marco de la puerta.
—¿Irás al partido de esta noche?
—¿Por qué el interés?
—Llamaré a Jonathan para tomarnos unas cervezas aquí y quiero invitar a más amigos.
Sí, una indirecta muy directa para que le hiciera el favor de irme y no volver hasta pasadas las once de la noche.
—Amber juega, así que supongo que puedes estar tranquilo. No voy a molestarte.
El sonrió de lado y negó varias veces con la cabeza, sentándose a mi lado.
—¿Qué hacías? —preguntó él, cauteloso.
—Solo estaba organizando algo de unas clases. De todas maneras, iré a ducharme o se me hará tarde.
Ethan asintió conforme, apretando sus labios en una fina línea.
Mis pies avanzaron hasta el cuarto de baño y me quedé varios segundos en silencio al percatarme de que aún no salía de mi habitación. Se me revolvía el estómago por tal desconfianza sobre alguien con quien compartía techo y lazos de sangre, pero todas mis alarmas las encendió él mismo desde que supe su presencia sospechosa en aquella noche de sábado, y sin procesarlo más veces a la par que con algo de sigilo —o el que me podía permitir por el aturdimiento—, pisé la tarima de puntillas hasta volver a mi cuarto, dónde Ethan, con la carpeta entre sus dedos y abierta, sostenía algunos papeles, mirándolos con su ceño ligeramente fruncido y moviendo sus labios a medida que leía. Lucía desconcertado.
—¿Qué estás haciendo?
—Nada, solo miraba esto. ¿Es para algún proyecto?
—¿Te importa demasiado? —musité, arrebatándoselo de sus manos y colocándolos sobre mi escritorio.
—No mucho —sacudió sus hombros indiferente —. Por cierto, una cosita sin mucha importancia.
—¿El qué?
Ethan dio un par de pasos con un gesto desinteresado, fijando sus ojos ahora en mí y pareciendo incluso que la postura que estaba tomando era totalmente cínica. Sus pies avanzaron hasta el umbral de la puerta.
—Han soltado a Logan.
Mi cuerpo se paralizó al momento y lo único que pude hacer fue mirarle, totalmente acusadora y atenta a indicios de que aquello fuera una broma, que simplemente estuviera deseando de que yo me viera acojonada porque ese loco andaba suelto. Pero no. Se apoyó en la puerta y ladeó su cabeza esperando, suponía yo, a que contestara.
—¿Cómo lo van a soltar? Es sospechoso.
—Alguien cercano a él ha testificado que no tiene nada que ver.
—Eso es imposible.
—Tienen pruebas. En cambio, ¿tú cómo puedes asegurar que fue él el que estaba allí? Ni siquiera le viste la cara. Solo los supusiste.
No podía decirle que contábamos con las cámaras. Estaba segura de que él pensaba que la razón por la que él fue detenido fue a causa de mi declaración. Era un paso de mi padre y yo tenía que seguirlo. Intuitivamente pensé que Ethan tal vez me quiso tender una trampa.
–¿Y tú cómo te has enterado?
–Stuart acaba de llegar para avisar a papá. Acaban de irse.
Su expresión era desinteresada y aburrida.
—Mira el lado bueno. Que le suelten es lo mejor que le puede pasar a Amber.
¿Me está vacilando?
–¿Qué tiene que ver Amber?
–Con Logan en el campo tendrá el partido ganado. He oído que es bueno defendiéndose y escapando de entre los adversarios.
Ni hacía falta nombrar la ironía con la que respondió. Sus ojos se achinaron ligeramente cuando me sonrió en despedida, sin saber como tomármelo, porque aquel gesto era tan tierno como amenazante. Mi hermano me estaba amenazando, y es que ¿acaso podía ser aquello más enmarañado? ¿Llegar al punto de no saber si una simple sonrisa iba con intenciones abrumadoras?
Mi cabeza se había bloqueado.
Logan tenía pinta de peligroso, y tanto que lo era: lo había demostrado sin mucho esmero y la simple idea de tenerlo por ahí suelto tras lo que había ocurrido me cortaba la respiración. Me asfixiaba.