I

Las reglas del mundo, de la sociedad, del universo, las reglas que rigen todo aquello que existe, ese tablero lleno de espacios marcados, lleno de piezas colocadas con un sutil cuidado, así en la vida como en el ajedrez, solo existen una limitada serie de movimientos que se pueden seguir para continuar danzando en el tablero, esa apertura, esa defensa, ese camino que se genera, en el que los sacrificios y los riesgos van de la mano, así en la vida como en el ajedrez, obtener la mejor posición, la de mayor seguridad, la más ventajosa, la de mayor opciones, utilizando tus piezas dentro las normas de este juego llamado vida y organizado bajo los patrones de la sociedad, así en la vida como en el ajedrez, en sus  reglas clásicas o en sus reglas blitz, es donde el jugador se da cuenta del poco dominio que en realidad posee, el tablero y las normas para moverse están más allá de su control, la mayor parte de las piezas están destinadas a un fin que todos saben, así en la vida como en el ajedrez, las pocas piezas y movimientos que quedan, lo último que es lo único realmente bajo tu mando esos pasos finales que revelan la verdad, esa danza cruda en la que los que rompen con lo establecido son considerados locos en el fracaso y grandes maestros en el éxito, así en la vida como en el ajedrez, la gran mayoría solo son un jugador más, una pieza mayor cuyo sacrificio llega al final, al destilar su libre albedrio en las normas del juego, al sacrificar lo único realmente suyo, el tiempo y sus pensamientos.