Ema
¿Qué está pasando? ¿Por qué mis labios están unidos a los labios de este hombre que apenas conozco? Más con un tipo como él, el dueño de esta empresa. No lo entiendo, o tal vez es otro de esos extraños sueños cuando la libido se descontrola. Pero este beso se siente muy real, la humedad, la calidez, y el cosquilleo en mi estómago. Tengo mis ojos abiertos sin creerlo, sin oponerme porque tampoco sé si esto está pasando o me he dado un duro golpe en la cabeza, y todo es producto de mi inconciencia. Y cuando al fin me libera lo miro sin entender nada, él es un hijo de dios, es hijo de Hades ¿Por qué besaría a una humana cuando sienten tanto asco hacia nosotros? Más cuando noto sus fríos ojos y es claro que no siente nada por mí.
Intento aclarar mis ideas y como comenzó este día. Llegué acá por un puesto de trabajo administrativo, solo de papeleo. Y al escuchar que había quedado aceptada no pude ocultar mi alegría, pero cuando el entrevistador me dijo “será la asistente de presidencia” abrí los ojos estupefacta ante de sonreír incomoda y señalarme a mí misma con un dedo.
—¿Yo? —exclamé desconcertada sin creer lo que acababa de escuchar, enseguida coloqué ambas manos frente a mi moviéndola ante la equivocación de aquel individuo—. No vengo por el puesto de asistente, solo como de administrativa… yo no puedo aspirar a algo tan alto...
Agregué esto último cohibida antes de morderme los labios.
Y es porque soy un humano, aquellos que dominamos el planeta por muchos años antes que los Dioses decidieran bajar al mundo y procrear hijos creando una nueva raza, los Akunis o llamados con más simpleza los hijos de los dioses.
Sentada frente a ese escritorio, de una de las empresas más grandes del país, bajé mi mirada deteniéndome en mis rodillas ante el silencio del entrevistador. La sala, cuyas paredes eran de vidrio dejaban ver todo lo que sucedía a nuestro alrededor. Los trabajadores de la planta cercana, todos Akunis vestían con elegancia moviéndose de un lugar a otro, altivos y orgullosos, sin ni siquiera mirarse entre ellos y mucho menos saludarse.
Y no solo por eso me extrañó que pueda confundirme con ellos para ofrecerme un trabajo que ni en sueños podría aspirar, ellos además son altos, no bajan de un metro ochenta, de ojos de tonos claros y únicos, y que no se rebajarían a bajar la mirada como lo hacemos los humanos. Con mi metro sesenta y mis ojos marrones jamás podría pasar como si fuera uno de ellos.
—Tienes los estudios suficientes para ser una asistente, tienes experiencia —replicó con tono severo y resopló con fastidio dejando caer su carpeta sobre la mesa.
—Sí, pero para asistente de otros humanos no de… hijos de dioses, es por eso por lo que no aspiro a ese puesto… —titubeé bajando la mirada ante su ceño arrugado que pude notar de reojo.
Carraspeó.
—Claro que lo sé, he recibido estas órdenes. Aun así, no entiendo esa manía de criaturas como usted —noté el tono despectivo con que lo dijo— de buscar trabajos inferiores cerca de los Akunis cuando pueden tener puestos mejores en las empresas humanas. Pero, en fin, no es un tema que me importe.
Dicho esto, me extendió mis documentos sin siquiera cruzar mirada conmigo, es esto usual, nos han criado a que jamás debemos mirarlos a los ojos por no estar al nivel de ellos. Ahora ¿Por qué una humana como yo que he trabajado como asistente de jefatura toda mi vida buscaba un trabajo como administrativa en una empresa de Akunis? La respuesta es que la situación económica está cada vez más complicada en las personas de mi condición, poco a poco las empresas de los Akunis se han apoderado de todo, haciendo que un sueldo de asistente entre humanos sea mucho menor que el de un administrativo trabajando para ellos. Y con mi padre enfermo no me ha quedado otra opción que dejar mi viejo y tranquilo trabajo anterior para entrar a un lugar donde sé que nos tratan con inferioridad, pero que por lo menos recibiré mayor remuneración.
—Ahora firma el contrato y luego sube a la planta superior, él te está esperando, te va a explicar la razón de haberte elegido —exclamó con aspereza antes de darme la espalda.
—¿Él? —le pregunte confundida.
—Sí, el presidente de la compañía —respondió sin detener su paso.
Me quedé paralizada ¿Acababa de escuchar bien? ¿El presidente de una empresa de los Akunis quiere verme a mí? Tal vez sea para explicarme a que se refiere con este trabajo de asistente que me están proponiendo. Pero es extraño, un tipo de esa importancia nunca se daría el tiempo de explicarle a una humana las razones de haberla contratado, jamás. Eso me inquietó.
Apreté los dientes, incomoda, nunca había tenido mayor contacto con los hijos de los dioses, el entrevistador había sido el primero con quien he cruzado más de dos palabras, pero encontrarme con uno considerado dueño de esta empresa, y con un linaje más puro, es distinto. Había escuchado historias temibles de los hijos de los dioses, como la masacre de la luna roja, donde sin usar armas desmembraron a tantos humanos solo usando sus manos, o que no solo les bastaba con eso ya que se comían a sus propias víctimas en busca de amedrentar aún más a las ya debilitadas fuerzas de sus contrincantes.
El ascensor se abrió sacándome de mis pensamientos, y agradecí que estuviera vacío, viendo solo mi reflejo en los espejos que había a su alrededor. Lucía más ojerosa que de costumbre, y mis ojos opacos no me daban mejor apariencia. Hice una mueca mordiéndome los labios e intentando ordenar mi cabello.
Aún seguía escuchando las palabras de mi padre rogándome que no trabajara para los Akunis y menos para los hijos de Hades, considerados lo más crueles de todo el legado de los dioses. No tenía alternativa, son los únicos que reciben humanos en áreas administrativas y no operarias, con lo delgada y mal alimentada que estoy no serviría para tareas físicas, por lo que mis únicas opciones era trabajar para ellos o para los hijos de Apolo, que no abren postulaciones hasta finales de año.
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Editado: 05.03.2022