Asistente de un dios

10.- Venderse por dinero

Arturo

 

No dije nada más, le indiqué que saliera porque todo esto me está enfureciendo, entiendo que no tenga la culpa, pero no puedo creer que ahora este en las manos de un mísero humano. Me quedé mirando por los ventanales la oscura noche, y las luces que iluminan cada edificio, hasta que no la sentí salir y cerrar me giré volviendo a mi asiento y dejándome caer.

 

No puedo creerlo, como el idiota de Claudio cometió un error como ese, claro yo podría anular el pacto ¡¿Pero con qué cara miro ahora a mis hermanastros?! Demian y Marta harían un festín de mi error, y claro su madre sería la primera en ir a comunicárselo a mi padre. Debí preverlo, hablar con esta humana antes de darle el beso y sellar nuestro destino. Apoyo mi cabeza en ambas manos apretando los dientes con ganas de descargar mi ira en el mobiliario. Me puse de pie impaciente en el momento mismo en que la puerta se abrió y veo a Ángel entrando con una carpeta en sus manos.

 

—Parece… que algo ha pasado —musitó mirando en cada lugar de mi oficina, tal vez esperando que desate mi furia como lo hacía cuando era más joven—. Claudio me pasó estos documentos, creo que tenía miedo de venir el mismo.

 

Recibí la carpeta, quitándoselas con brusquedad revisando el contrato que yo mismo había firmado y timbrado y claro la firma de esa criatura ni siquiera aparece. Tenía razón cuando me dijo que no había firmado nada.

 

—¡Maldita sea, ¿Cómo mierda Claudio puede ser tan estúpido?! —reclamo dejando caer el documento sobre mi escritorio.

 

—Calma, eres el hijo de Hades, malicioso y conocido por manipular a los muertos, no creo que no hayas heredado alguna capacidad de él —alzó ambas cejas—. Por mi parte convencer a una humana como esa para que firme, tan necesitada, no debe ser difícil…

 

Lo contemplé confundido para luego arrugar el ceño impaciente por su silencio.

 

—¿Qué quieres decir? —le pregunté mientas lo noto sonreír con malicia.

 

—Me di a la tarea de extender tu investigación —dicho esto tomó asiento con calma, la impaciencia en cambio a mí me carcome las entrañas.

 

—Ema Wilson, no hay familiares registrados vivos, salvo su padre, no hay más familia, los otros fallecidos, desaparecidos o que se yo, fue imposible saberlo. Lo que sí es que tiene un padre, muy enfermo, a punto de fallecer ¿Su única alternativa? Un tratamiento médico que no hay forma que pueda cubrirlo, ni siquiera con la remuneración que comenzara a recibir acá, en tu empresa. Entonces… —se enderezó mirándome con fijeza—… la tienes comiendo en tus manos, Arturo.

 

Arrugué el ceño.

 

—Eso es tan sucio —mascullé.

 

—Propio de tu sangre ¿O no? —indicó alzando solo una de sus cejas con ironía.

 

Chaqueé la lengua ante su comentario, reconozco que a mi padre siempre se le ha reconocido por eso, pero ese es él no yo. Le di la espalda dirigiéndome a mi asiento.

 

—¿O prefieres decir ante todos que has cometido un error? Arturo Vikar hizo un pacto con una infame humana sin primero verificar que ella hubiera firmado el contrato, uhm… te imaginas lo que dirán de ti.

 

—Se supone que como hijo de Apolo no deberías ser más condescendiente —le respondí con sarcasmo y como respuesta se alzó de hombros sin dejar de sonreír.

 

—Averigua que enfermedad tiene el padre y que tipo de tratamientos necesita, no me gusta hacer algo así, pero si no tengo alternativa tendré que valerme de sucias artimañas…

 

Entrecerré los ojos al decirlo.

 

—Como digas, mi apuesto amigo —dijo esto poniéndose de pie mientras lo miro de reojo—, necesito saber si esto dará resultados, tampoco estoy dispuesto a no tener descendencia a futuro. Nos vemos.

 

Se retira de mi oficina y me recuesto en mi asiento pensando en la conversación que acabamos de tener, jugar con la enfermedad del padre de esa mujer, que vil, algo tan propio de mi padre, propio de mi sangre. Y cierro los ojos incomodo mientras solo escucho el ruido del aire acondicionado.  

 

***************O***************

 

Ema

 

Apenas abrí la puerta escuché la fuerte tos de mi padre, ahogándose, casi sin poder respirar. Dejé mis cosas y me fui corriendo por un vaso de agua. Lo hice beber esperando que se sintiera mejor, y aunque me sonrió su palidez me inquieta.

 

—Hija —musitó con debilidad al recostarlo en su cama—. No tienes que preocuparte, solo estoy un poco congestionado ¿Cómo te fue hoy?

 

Abrí los ojos sin saber que decir, y él notó mi gesto.

 

—Todo… ¿bien? —me miró con angustia.

 

—Sí, padre, sí, perdón, es que recordaba como cometí un error, me reprendieron, pero todo bien, mañana será mejor —le respondí sonriendo—. Ahora voy a preparar algo para comer.

 

Y salí de su habitación casi huyendo, porque me conoce tanto que puede darse cuenta de que miento. Abrí el viejo refrigerador solo viendo nuestras paupérrimas raciones, algo de carne congelada, y unas cuantas papas. Suspiré apoyando los brazos en el mesón pensando que haré. Mis intenciones era renunciar y no volver nunca a la tierra de los Akunis, no ver más en mi vida a Arturo Vikar, olvidarme de su contrato, aun con la marca presente del pacto existente, lejos de ellos debería estar protegida. Jamás uno de ellos ha cruzado al límite de la ciudad humana, siempre nos han mirado con superioridad y les asquea la pobreza y miseria que hay en este lugar.

 

Por otro lado, mi padre luce peor, el médico me dijo que no debe pasar un mes más sin tratamiento o su situación será irreversible.

 

Me muerdo los labios tragándome la tristeza, no debe verme así, pero ¿Seré mañana capaz de volver a esa oficina? Donde ese hombre espera mi respuesta, mi negativa a aceptar ese tipo de tratos con él, más cuando no logro entender que habiendo humanas más bellas, de apariencia más elegante, me haya elegido a mí. Y de solo pensar que un tipo como él quiera tener relaciones conmigo, me inquieta, me…



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En el texto hay: distopia, dioses, embarazo

Editado: 05.03.2022

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