Narra Abaddon
Tuve que descansar el resto de la noche para recuperar mis fuerzas necesarias para ir al nuevo territorio de Andras, para llevar a los demonios que quieren cambiarse de territorio. Hoy es el día en que finalmente enfrentare a mi hermano, tengo el presentimiento que no solo serán palabras por lo cual temo que descubra que mi poder disminuyo y que podría matarme si así lo quisiera. Mi vida no me importa, no me importa morir, pero no quiero hacerlo cuando aún no he logrado llevar a este territorio al mundo que quería mi amada esposa Yecum y mucho menos dejar sola a mi hija Astartea, no hasta que esté preparada para este mundo, pero tengo algo de esperanza en mi gran hijo Agramon sé que ya está preparado y si algo me pasase se aria cargo del territorio al igual que el cuidado de su hermana. Comencé a recorrer mi habitación, observando algunos objetos que me traían recuerdos de mi vida, como el primer regalo que le di a mi amada, el cual era un collar simple pero cuando ella lo lucia brillaba como si fuera lo más valioso del mundo, otro objeto fue una figura de madera que me dio mi hijo cuando era aún un niño, aquella figura era exactamente igual a su madre.
Me inunde de recuerdos, todos ellos eran maravillosos y otros con tristeza, pero no los cambiaría por nada, mi vida ha sido larga, seguía observando la figura y me dio a entender que aún no era el tiempo para irme, no si puedo terminar con esto de una vez, aunque tal vez me gane el odio de Acatriel si es que llegara a robarle su oportunidad. Salí de la habitación en busca de mis hijos, miré a Agramon observando por la ventana, detenidamente como si estuviera analizando algo, su expresión era una combinación de felicidad, enojo y puede que algo de celos. Me acerque para averiguar que lo ocasionaba, por la ventana observe a mi hija riendo tan felizmente como es costumbre, sin verla preocupada por su nueva situación, después mire a Acatriel sorprendentemente el también mostraba una sonrisa, pero lo que más me lleno de sorpresa fue su mirada.
— Ya te disté cuenta — dijo mi hijo, dándome a entender que él lo supo antes que yo
— ¿desde cuándo? — le pregunte
— Lo comencé a notar desde que ambos se vieron después del examen final, pero no le di importancia pensé que solo era admiración, pero ayer me comprobé que no es así
— ¿Tu hermana no muestra señales? — le pregunte
— Si es así es buena para ocultarlo, pero no creo que sienta lo mismo y si llegase a sentirlo sus ojos serian igual a los de Acatriel
— Tienes razón — me quede en silencio, analizando la situación, comenzaba a sentirme algo irritado
— Acatriel tiene la misma mirada de amor que mire en ti y mi madre — dijo Agramon — ¿Por qué te molesta?, ¿la dejaste salir con Dumah?
— Nunca espera gran cosa de Dumah, esperaba que en algún momento le rompiera el corazón, así ella conocería algo de este mundo, pero en cambio Acatriel es un caso diferente, lo conozco desde que era un niño — me quede en silencio — no me desagrada, tampoco me molesta que este enamorado de mi hija porque confió en el, pero creo que esta es la sensación que tiene un padre cuando mira a su hija con un hombre, pensando que la alejara lejos de el
— Te comprendo también siento celos de hermano mayor, esa mujer que trajiste a nuestras vidas pensé que sería un estorbo, pero termino ganándose el corazón de todo aquel que la conociera
Agramon tenía razón, fue una de las tantas razones por la cual la elegí a ella, a pesar de que tenía tal habilidad para evadir mi poder, también tiene un gran corazón algo que este mundo necesita conocer poco a poco, de esta manera tendremos un lugar mucho mejor para vivir, sin pensar en peleas, muerte o en sentirnos superiores. Seguí mirando la escena, poco a poco mi irritación y enojo fueron desapareciendo sabiendo que no debía tener nada de qué preocuparme si es que llegara a desaparecer de este mundo, porque mi pequeña aparte de ser fuerte, tenía dos guías que la protegerían y ayudarían en todo. Seguido mis ojos se entristecieron dejando escapar un suspiro el cuan Agramon capto de inmediato.
— ¿hay problemas? — me pregunto
— Hijo mío, hay la posibilidad que me enfrente a tu tío el día de hoy, no podemos confiar que las reglas del territorio de Andras sean como la de nosotros, por lo tanto, si llega a sucederme algo te pido que te encargues del territorio y sobre todo de tu hermana — le dije con voz firme y seguro
— ¿piensas que puedes morir? — me pregunto algo alterado — si es así yo podría ir contigo, acompañarte
— No, no quiero que tú también te veas involucrado, en todo caso existe la posibilidad de que también terminemos con el, pero sea cual sea el resultado necesito saber que tu — antes de seguir hablando me interrumpió
— Puedes confiar en mi padre, me are cargo de todo y juro que la protegeré con mi vida
— Ese es mi hijo — le dije con gran orgullo
Me siento orgulloso de él, ver cómo ha madurado cuando era un pequeño siempre causaba algunos problemas tanto a su madre como a mí y aun me los causaba cuando creció, pero ahora es un gran demonio, un gran hijo del cual estoy orgulloso. Me siento algo triste el no nota, pero no decimos una palabra mas solamente nos despedimos, lo abrazo como si fuera la última vez que lo viera y al terminar me dirijo con mi hija. Al llegar con ella se encontraba entrenando, al verme deja todo lo que hacía para abrazarme como lo hace siempre. No es que me guste, pero tengo que admitir que doy gracias a que no puede sentir ahora mis sentimientos o se daría cuenta y se preocuparía. Actué como siempre lo hago, mostrando solamente felicidad de tenerla como mi hija.
— Solo vine a despedirme — le dije mientras se separa del abrazo
— ¿adónde vas padre? — me pregunto normalmente y le mostré una sonrisa
— Los líderes tenemos la obligación de ir al nuevo territorio de Andras, además de acompañar a los demonios que quieren vivir en su territorio