Aster

Un rumor escandaloso

Todo era tan reconfortante.

Debido al estallido de ira del Emperador, un par de días atrás, él quedó indispuesto por órdenes de médico imperial por lo que, por lógica, era el príncipe heredero quien tomó el puesto de su padre temporalmente.

En realidad, no le importaba lo que le pasase a su padre, menos después de su horrible manera de dirigirse a su madre, pero, como era él el Emperador y además su padre, ella debía pedirle permiso si es que quería realizar cualquier cosa, como salir en un paseo normal fuera de su palacio o hacer alguna reunión grande o algo así.

Por supuesto, considerando su último encuentro, ella estaba segura que en ningún futuro cercano él iba a permitirle salir como ella quería, pero, después de escuchar las noticias, ella pudo sentir un poco de esperanza.

Y con razón, ya que, tan solo a unas horas de haber enviado una carta a su hermano solicitándole poder salir a dar un paseo a la capital, recibió una respuesta afirmativa.

Asteri supuso que era porque él se sentía culpable, o al menos, eso pudo ver en su última visita.

Así que ahí estaba ahora, caminando por las calles de la capital, con una trenza que cubría todo su cabello y un sombrero que lo ocultaba por completo, maquillaje que ocultase sus pecas, y un vestido de los que tenía antes (ya que estos eran relativamente comunes). Y, como estaba oculta, no recibía miradas de asco, odio o miedo debido al color de su cabello. En cambio, solo lo hacía por culpa del hombre que iba con ella, aunque no era gran problema.

Por supuesto, su hermano recalcó salir acompañada, y, aunque no parecía muy satisfecho, aceptó cuando ella afirmó que iría con su caballero.

Ella ya había conocido el lugar antes, cuando se escapó, pero verlo de noche no era nada parecido a verlo durante el día.

Los gritos de las personas, los niños jugando, todo era tan bullicioso, molesto, pero aún así, alegre.

Como era la primera vez que oficialmente salía, su hermano solo le permitió hacerlo por unas cuantas horas, pero era lo suficiente como para ir a comprar algo que había querido comprar desde ya unas semanas.

—Sir Thaddeo —dijo, llamando su atención, notando que él parecía un poco tenso por las miradas sobre él —¿Dónde se encuentra la herrería Dio'nan?

El hombre ladeó ligeramente la cabeza. Era la primera vez que la princesa salía. ¿Por qué querría ir a una herrería primero?

—Su Alteza-

—Aster.

—A-Aster —repitió, un poco incómodo. No era normal para él llamar a alguien con tanto estatus por su nombre, pero era algo que ella, apenas salieron, le había pedido. Ella no quería que nadie más supiese que una princesa había visitado la ciudad —¿Por qué desea ir a un lugar así? —Pensó un poco. ¿A dónde le gustaba ir a las damas? No era bueno hablando con ellas, mucho menos saber sus gustos. Normalmente huían con solo verlo —Si desea, podemos... preguntarle a alguna persona sobre lugares más aptos para usted...

—Está bien —Asintió, sin dejar de mirar a su alrededor. Thaddeo estaba a punto de suspirar aliviado, pero algo le dijo que no lo hiciese —. Para otro día haremos eso. Ahora, muéstrame donde esta Dio'nan.

Él suspiró, empero, esta vez, derrotado, y afirmó, obedeciendo la orden.

Asteri miró el lugar con creciente asombro.

Había visto en un libro reciente que aquella herrería era la más famosa de la capital, y ya veía porqué.

En la vitrina había unas espadas y armas a la vista, todas realmente maravillosas y a simple vista costosas, pero, sobre todo, se veía que habían tomado muchísimo tiempo y esfuerzo en crearlas.

La tienda no se quedaba atrás.

Las vigas que sostenían el pequeño toldo para dar sombra alrededor de la puerta parecían ser hechas y preparadas por algún talentoso artesano. La puerta, hecha de hierro, no era menos majestuosa por eso.

Ella sonrió, entró a la tienda mientras Thaddeo le mantenía la puerta abierta.

Un hombre los recibió amablemente, preguntándole a Thaddeo sobre la razón de su visita, sin siquiera mirar a Asteri.

"Este tipo se ve fuerte, y viene con una mujer. Ambos deben ser nobles" fue lo que pensó, añadiéndole también la gran estatura de los dos, mas, por más que esperó, Thaddeo ni siquiera abrió la boca.

Era una escena algo similar a lo que Asteri había sido víctima la vez que salió, solo que esta vez no se encontraba en una joyería, y tampoco estaba sola.

—He venido para encontrar una espada para mi caballero —contestó, sonriente, bajo la sorprendida mirada del joven de cabello cobrizo.

A decir verdad, Thaddeo, por obvias razones, tenía una espada, pero, viendo como eran las de los demás caballeros, la de él era extremadamente simple y, según había notado, ya estaba vieja. Sería un peligro para ella si esta se llegase a romper mientras es atacada.

El hombre, también sorprendido, dio un paso atrás al notar el broche el la vestimenta del caballero.

Un sol de oro.

Era un caballero Imperial.

Jadeó, y caminó a paso rápido hacia otra parte de la tienda.




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