—Hermano... no me siento bien para bromas.
—¿Broma? No es una broma.
Los ojos de ella se abrieron como platos al notar que él estaba siendo completamente sincero.
Fue toda una sorpresa que, horas después de volver a su palacio, su hermano mayor se presentó con un sobre, y una mirada seria pero tranquila.
—La mina de diamantes rojos es tuya —repitió, con los brazos cruzados.
El sonido de vidrio rompiéndose atrajo la atención de ambos.
Elvira rápidamente se arrodilló, para limpiar el desastre que hizo.
Con un suspiro, Asteri se masajeó el puente de su nariz.
—Elvira, deja eso ahí y retírate, por favor.
Nuevamente fueron dejado solos, y Balthair, a pesar de tener la misma expresión de siempre, se encontraba un poco nervioso.
Nahiara le había dicho que eso sería un buen regalo, pero, a juzgar por la reacción de su hermana menor, no fue tan bien recibida como ambos habían esperado.
—Hermano, no entiendo —A pesar de que ella quería ser discreta al preguntárselo, la confusión era más fuerte, así que fue directo al punto —. ¿Por qué me regala algo así?
Balthair carraspeó, acomodándose su corbata.
—Bueno... Es un regalo de disculpas por parte de padre —Se detuvo al ver el ceño fruncido de Asteri. Era obvio que ella no le creía.
—¿Es un tipo de burla? —preguntó, levantándose de su asiento.
Si había algo que odiase con todo su ser era ser un motivo de pena. Que la gente se apiade de ella por su situación. No necesitaba compasión. No servía de nada.
Por supuesto, un regalo así sería extremadamente beneficioso, porque ya no tendría que buscar a alguien para hacer negocios, o buscar algún tipo de trabajo, y podría así adelantar su escape, pero era tan bueno que había algo mal. No había manera de que le otorgasen tal regalo a cambio de algo. Pero... ¿qué? Ella no tenía nada de valor.
Balthair se detuvo, meditando una respuesta, sin saber como tranquilizar a su hermana con respecto a su regalo.
—Lo siento... —comenzó a hablar, y Asteri, al escuchar tales palabras, cerró la boca —No es un regalo de padre. Es mío —Dejándose llevar por la suave voz de su hermano, voz la cual nunca esperó que existiese, ella se volvió a sentar en el sofá —. Solo acéptalo. Tómalo como un regalo por tu debut —Cuando Asteri intentó hablar, él la interrumpió —. No quiero nada a cambio. No necesito nada. Solo acéptalo —repitió, extendiéndole el sobre, en donde estaba la escritura de la mina de diamantes.
Asteri la observó por unos segundos. Quería aceptarla, porque sería una enorme ayuda, pero no había manera de que el Emperador le permitiese que le regalase algo tan valioso a ella.
De nuevo, Balthair pareció leerle la mente.
—Lo compré en una subasta —dijo, bajo la sorprendida mirada de la menor. Ella nunca esperó que él fuese ese tipo de personas, menos siendo el príncipe heredero del Imperio —. Nadie sabe que fui yo, ni mucho menos quien es el dueño real. La mina está alejada, y no es muy conocida, sin mencionar que los diamantes de colores llamativos están empezando a ser tendencia —Dudó, pero prosiguió —. Acéptalo como una disculpa. Una disculpa de tu torpe hermano mayor, que no estuvo contigo en ningún momento en el que necesitabas a alguien.
Aunque haya querido, no pudo hablar. Las palabras no salían de su boca. Cada cosa que él decía era una nueva sorpresa.
¿Qué lo llevó a sacar esa conclusión?
—Espero que sepa que una mina no me hará perdonarlo... —murmuró.
—Lo sé. Sería raro que fuese así.
—¿Entonces, por qué lo hace?
La pequeña sonrisa que se extendió en sus labios no indicaba solo felicidad. También había rasgos de tristeza.
—Porque es una manera de perdonarme a mí mismo. Aunque sea un poco —dijo —. Es un pensamiento egoísta, soy consiente de eso, pero no puedo evitarlo. No volveré a molestarte, y haré lo posible para que padre, ni nadie más, vuelva a hacerlo, así que, por favor, solo di que lo aceptarás.
Ahora que su padre estaba enfermo, en el borde entre la vida y la muerte, pudo presenciar más como sería su vida al ocupar su lugar. Era horrible, sin duda, algo de lo que se arrepentiría por el resto de su vida...
Como dijo, era egoísta, pero no quería sentirse así. Y, lo primero de lo que se arrepentía, era de actuar de manera tan indiferente con su hermana menor.
Tenía sus razones; su padre nunca le permitió acercarse a ella, afirmando que era una total pérdida de tiempo, incluso amenazando su vida si es que desobedecía su orden, pero eso debió cambiar cuando él cumplió la mayoría de edad, o incluso antes.
Él era fuerte, y tenía poder. Pudo haber protegido a su hermana de su padre, pero nunca se armó de valor.
Quería redimirse, o, aunque sea, ser un poco de utilidad para su pequeña hermana.
—Bien... —Ante esas palabras, los ojos dorados de Balthair se iluminaron, y una sonrisa, más sincera, apareció en sus labios —Pero necesitaré ayuda para administrarla... No tengo la más mínima idea de como hacerlo —Aunque estaba avergonzada de revelar su ignorancia en ese tema, no podía simplemente mentir. Su educación se basó en como ser una buena esposa y señorita, y, dentro de lo que ella aprendió por su cuenta, no había nada de práctica, solo teoría.