Del castillo se alzaban las llamas de la pelea.
La Guardia Real intentaba mantener a los intrusos fuera de los muros de Sideria. El general Lorca daba indicaciones a aquellos que manejaban el elemento agua de que aseguraran las murallas, congelando la entrada, par que los intrusos no pudieran pasar. Los guerreros del aire observaban desde el cielo, preparados para lanzar ráfagas cortantes a aquellos que intentaran cruzar.
El camino negro estaba de seguidores oscuros, lo que creían un mito se alzaba frente a sus ojos sedientos de sangre y venganza.
-Mi rey, ¿Qué debemos hacer?—. Preguntó inquieto uno de los que conformaban el consejo.
-Hay que exterminarlos, no podemos permitir que invadan nuestra ciudad—. Respondió Adoh colocándose de pie e ideando un plan, ya hace más de un siglo que no había una batalla sin igual.
-No consideras que es mejor dialogar con ellos, y llegar a un acuerdo— Dijo Jacob entrando en el recinto con su enorme túnica azul oscura colgando sobre su dorso.
-No vienen con ánimos de dialogar, nuestra ciudad es lo que debemos proteger. Exiliados son de los dioses, le han dado la espalda a su raza—. Objetó el rey sentándose de nuevo en su trono.
-Tan arrogante como siempre querido Aodh, los signos de fuego piensan que son superiores a los demás elementos, los dioses se equivocaron nunca debieron dejar el control a los signos que menos saben escuchar—.
Jacob salió de los aposentos del rey, ninguno de los allí presentes intentaron detenerlo, lo observaron hasta que su silueta se perdió entre los pasillos del castillo.
El muro de agua caía frente a los ojos de los guerreros, los encapuchados atravesaban los restos del hielo flotando sin tocar el suelo, los combatientes del agua comenzaban a atacar a sus
propios compañeros de batalla. Había iniciado la traición.
La sorpresa quedó marcada en el rostro de cada uno de los defensores de Sideria, muchos de ellos no pudieron reaccionar al instante y atravesados fueron por las armas de sus hermanos. Los que sobrevolaban el cielo dieron la señal al castillo de que los intrusos habían superado las grandes murallas.
Lorca ordena a los guerreros Tierra que como segunda defensa crearán una fortificación para proteger a los ciudadanos del ataque. El aire se tornaba frío, las cenizas se mezclaban con la sangre de los traicionados. El jefe de la casa acuario llegaba flotando en una gran bola de aire hacia los aposentos del Rey con noticias tristes y devastadoras.
-Señor hemos sido traicionados-. Sollozo Cathan mientras se disipaba el aire de los alrededores al aterrizar.
-¿Traicionados por quienes?—. Preguntó Adoh con preocupación.
-Todos los pertenecientes a la casa Aqua, están atacando a los demás guerreros—. Gimió.— Ya han producido una segunda muralla para asegurar a los ciudadanos. Añadió.
-Cómo es posible, que se aliaran con los desterrados oscuros. Dirigidos ¿Por quién?
-Jacob—. Respondió Cathan y la sorpresa se marcó en cada rostro de los representantes que estaban en el lugar, las palabras no brotaron de sus labios y gobernó el silencio en el recinto.
Aodh salió de sus aposentos dirigiéndose hacia la gran muralla donde se concentraba la pelea, seguido por la guardia real que la conformaban todos aquellos guerreros que manejaban el elemento fuego (La Casa Ignis). Desde hace mucho tiempo que no ocurría un enfrentamiento en Sideria, la paz que existía por generaciones después del destierro del signo Ofiuco; había acabado.
La pesadez de la batalla se sentía en el aire que golpeaba suave en forma de brisa el rostro del Rey, mientras este miraba a lo lejos donde el agua se desprendía de las manos de sus hermanos derramando sangre de los que sobrevolaban la ciudad.
Los de la casa Terra hábiles luchadores cuerpo a cuerpo creaban muros de tierra como defensa para bloquear con agilidad los golpes del agua congelada y evitar que esta, afilada como un cuchillo les atravesará el corazón.
Estaban en desventaja, los sin rostro dominando las artes oscuras peleaban contra tres de los guerreros saliendo victoriosos, los cuerpos de los derrotados tendidos se encontraban en el piso sus almas habían abandonado ya el plano terrenal.
-Denme mi armadura me uniré a la batalla—. —Ordenó Aodh—.
-No cree usted que es muy arriesgado es un enfrentamiento. Dijo el consejero del Rey que poseía una gran túnica blanca bordada por hilos de oro y en su pecho con mucho orgullo se encontraba el símbolo de la casa Aire
.
-Si no voy y defiendo a mi nación con mi propia vida, ellos destruirán a todas esas personas inocentes—. Manifestó—. —Vendrán por mí y rodearán mi castillo, pero luego no habrá nada de lo que pueda proteger—. —Debo estar al frente—. Agregó.
Al oír las órdenes del Rey la guardia real se unió a la batalla, una lucha feroz mientras las llamas salían de sus manos con intención de matar. Los seis mejores guerreros se quedaron a cubrir la espalda a su monarca, mientras Aodh caminaba hacia los traidores e intrusos, los demás lo siguieron entre representantes de las casas y consejeros, le debían lealtad tanto a su rey como a su pueblo.
En la gran puerta principal se encontraba el centro de la batalla, los escombros de lo que alguna vez fue un magnífico portón rojo se hallaban esparcidas por el suelo. En medio de las ruinas se alzaba la gran pelea. Los defensores de la ciudad, entrenados desde adolescentes para la batalla, alcanzaban su máximo potencial a la de edad de dieciséis años especializándose en su elemento, aquellos daban toda su energía y fuerza en la batalla hasta la muerte.
Los oscuros utilizaban el poder de la noche que iba cayendo cada minuto por el reino de Sideria y su poder incrementaba con el paso del tiempo. Las lanzas, flechas de fuego y aire,la fuerza de los látigos de aire y los muros de tierra y gigantes de piedra se veían desde el cielo mientras el rey aterrizaba en medio de su ejército.