"Si juzgamos al amor por sus defectos, se parecerá más al odio que a la amistad."
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La fresca brisa de una mañana en Londres llena la estancia al abrir las cortinas, Georgiana estira su cuerpo con pereza, las doncellas corren de un lado a otro preparando el baño de la joven, quien se pone de pie para encaminarse a la tina.
-Alice, ¿Ya ha despertado padre?-cuestiona la joven.
-Si milady, su padre me ha informado que la espera en su despacho luego del desayuno.-responde la criada.
-Muchas gracias, puedes retirarte-anunció antes de hundirse en la tina, hizo un mohin trayendo a su mente el recuerdo de su institutriz diciendo: "Una dama no debe hacer muecas con la boca." ¡Ay! ¡Como odiaba a esa mujer! Sin duda alguna, esa mujer podría ser hermana de su padre, son muy parecidos en cuanto a darle sermones.
Terminó el baño y se colocó un vestido rosa sencillo con una trenza hacia el lado izquierdo y salió por el pasillo hasta llegar al despacho del Marqués.
El Marqués de Wellesley, un hombre odiado por muchos y amado solamente por su hija. Es un hombre que tiene solo un objetivo: Casar a su hija con el mejor postor. Amaba a su hija, pero tenía claro que debía contraer matrimonio en poco tiempo, además de que estaba en desventaja por su edad.
-Buenos días padre, se me ha avisado que solicitaba mi presencia-dijo Georgiana con cautela, amaba a su padre, pero cuando ella estaba cerca él se enojaba con facilidad.
-Te he mandado a llamar para hablar sobre un tema importante, tu matrimonio-soltó sirviéndose una copa de whisky-como ya sabes, tu presentación será en una semana, por lo cual te pongo en sobre aviso-su rostro serio dibujó una sonrisa que se puede considerar atemorizante-Si no consigues un esposo a dos meses después de tu presentación yo mismo lo escogeré y no seré considerado-terminó.
-Pero padre, dos meses es muy poco para enamorarse-dijo la joven con un nudo formándose en la garganta.
-¿Enamorarse? ¡Pardiez!-exclamó con mofa-El amor no es más que un invento creado por pseudo escritores para conseguir fama. Te daré un consejo, un hombre no necesita una esposa enamorada, no quieren mujeres que vivan en un mundo de fantasía, sólo necesitas darle un heredero para asegurar tu futuro-dijo con rabia-No vuelvas a mencionar esas estupideces frente a mi, recuerda lo que te dije-soltó mordaz para luego echarla del despacho.
Giorgiana necesitaba un respiro, corrió por los pasillos hasta llegar al jardín. No entendía el porqué, su padre pretendía casarla a toda costa y por lo que decía no le importa con quien. Ella quería casarse por amor, pero ahora ese sueño le parecía tan lejano.
En momentos como este, la soledad la abrumaba. Extrañaba a su madre en demasía, era una mujer admirable, su porte y figura envidiable, su sonrisa dejaba a más de uno babeando en los salones, era muy hermosa a decir verdad, no solo por fuera sino también por dentro.
No le importaba jugar con los hijos de las criadas, amaba a su hija más que a nada , nadie entendía el porqué de su muerte. Nunca pudo dar un heredero, por lo que al morir su padre, el título quedará en manos de su adorado primo Stephan Webstern.
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A la hora de la cena corrió a cambiarse para bajar al comedor a tiempo. Al bajar su padre ya estaba esperandola en la cabecera.
-Buenas noches, padre-saludó mientras un sirviente apartaba su silla.
-Buenas noches Georgiana, espero estés preparada para el baile, faltan doce días para presentarte en sociedad-dijo serio, para luego dar un sorbo a su copa de vino-Por cierto, quiero ofrecer una disculpa por como te traté en mi despacho, ya sabes que no me gusta que se hable de esos temas en ésta casa.
Y ahí estaba el padre que ella amaba, él no era un buen hombre de eso estaba segura, pero si lo podría categorizar como un buen padre, aunque quisiera casarle con cualquier noble con dinero.
-Está bien padre, no necesito una disculpa. Conozco las reglas de ésta casa y he roto una de ellas al hablar de ese tema.-contestó con pesar-Sobre lo del baile, me encuentro tranquila, haciendo honor a la verdad solo estoy entusiasmada, nunca he estado en un baile.
-Entiendo que estés tranquila, eres muy hermosa hija mía-comentó con un deje de orgullo en la voz, haciendola sonrojar.
Y es que así era, Georgiana era una beldad londinense, su cabello era rubio casi platinado, sus ojos eran azules como la profundidad del mar, a pesar de tener piel pálida sus mejillas estaban rosas todo el tiempo, sus labios eran rojos como el carmín y su voz transmitía demasiada paz.
Sin duda alguna, las propuestas de matrimonio no se harían esperar más de una semana, la cuestión es que ella aceptase alguna. Pero, si no lo hacía, su padre tomaría cartas en el asunto.
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Por otro lado, el duque de Westminster había escuchado los rumores, la hija de un acaudalado marqués sería presentada en sociedad dentro de poco más de una semana.
Conocía a ese hombre, su sangre hervía con solo escuchar su nombre. Sabía tanto de él que, era de los pocos que sabía cuanto amaba a su hija, aunque no lo demostrara para que sus enemigos no viesen que es su punto debil.
Lástima que él formaba parte de ellos.
Al parecer el destino está jugando a su favor, el odio a través de los años no ha menguado, sino que incrementó volviendolo una bestia furiosa en busca de una presa.
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Bien, éste es el primer capítulo.
Es super corto, lo considero como una introducción para conocer un poco más a los personajes.