Helia
Habían pasado días desde que Ceres se marchó del Palacio del Sol. Helia sentía que algo malo estaba pasando. ¿Y si le dijo a Universo? ¿Y si Universo le hace algo al dueño de aquella mirada? Ya no daba más de la preocupación. No debí contárselo a Ceres.
Llegada la hora del atardecer, no sintió la mirada. Esa mirada. ¿Qué está pasando? Helia sabía que debía ir a buscar a Ceres. Necesitaba respuestas.
Cuando llegó al palacio fue directamente a su habitación para cambiar sus ropas doradas por unas oscuras para ir a buscar a Ceres. Helia nunca había intentado salir del Palacio del Sol luego del atardecer. Sería fácil, ¿cierto?
En cuanto entró al estar tan distraída en sus pensamientos, no notó que Ceres ya estaba esperándola.
- Helia – dijo Ceres, tratando de llamar su atención.
- ¡Ceres, me has asustado! – gritó Helia, con el corazón acelerado. Pero luego se dio cuenta a quien tenía en frente y el susto se convirtió en enojo. - ¿Se puede saber que has hecho?
- Te lo explicaré, pero por favor no te enojes.
- ¿Cómo quieres que no me enoje si no me has hablado durante días? Te fuiste de mi palacio dejándome preocupada y ahora más encima ya no puedo sentir la mirada – expresó Helia.
- ¿Cómo que ya no puedes sentir a Selien?
- ¿Quién es Selien? Te exijo que me digas ya que es lo que me estás ocultando.
- Será mejor que te sientes…
Le contó la verdad. Había alguien como ella. Selien era su nombre. Mientras Ceres hablaba, Helia no podía ocultar el enojo y la decepción en su rostro.
- Así que ya lo sabias y aun así me lo ocultaste…
- Lo supe en cuanto mencionaste los ojos azules. Universo nos dijo que había otro dios, un dios de la Luna, pero nos dijo que era un dios malvado y sin corazón. Un error producto de la Creación. Nos dijo que sus ojos azules eran capaces de ver nuestros miedos más profundos para usarlos en nuestra contra. Por eso en cuanto me mencionaste lo que viste en tus sueños, fui a verlo.
- ¿Y qué viste?
- Vi a un tonto que no para de hablar de ti. No es nada de lo que dijo Universo, por el contrario, es bastante dulce y bondadoso. A veces demasiado para mi gusto.
Helia no podía creer lo que estaba escuchando. ¿Cómo habían sido capaces los dioses de mentirme en mi propia cara?
- ¿Qué hablaron exactamente?
- Acordamos hacer un baile de máscaras aquí en tu palacio. Como ya sabes, falta menos de un mes para el aniversario de la Creación. Lo organizarás tu e invitaras a todos los dioses, y a él también. Universo no estará, no saldrá de su palacio. Él está la mayor parte del tiempo en un estado de inconciencia, ya lo sabes.
- ¿Por qué no estuvo Selien en este atardecer?
- Eso no lo se. No lo he vuelto a ver desde que me fui de su palacio…
- Tengo que ir a verlo.
Helia no escuchó las quejas de Ceres en cuanto salía de su habitación. Tenía que ir verlo y saber que le había pasado. Recorrió pasillos, bajó escaleras y abrió puertas cuando de pronto sintió que la retenían del brazo y la empujaban a uno de los tantos salones del palacio. Antes de poder gritar se dio cuenta de que era Ceres, quien la había seguido.
- ¡Suéltame! – bramó Helia. – ¡Tengo que ir a verlo!
- No seas impulsiva y cállate antes de que alguien venga. Ni siquiera sabes dónde queda el Palacio de la Luna.
- No me importa, debo ir.
- ¿No te importa la seguridad de Selien? – esto hizo que Helia se calmara un poco.
- ¿Por qué lo dices?
- Helia, no puedes salir de este palacio.
- ¿A qué te refieres? – preguntó ella, confundida.
- Universo ordenó a tus guardias que no te dejen salir luego de los atardeceres. Si lo intentas, le dirán y meterás a Selien en problemas – explicó la diosa.
- ¿Y cómo planeas que él salga el día del baile?
- El palacio de Selien no tiene guardias, él es el único que vive ahí.
- ¿Y el mío por qué si tiene?
- Eso es no lo sé al igual que no sé por qué no ha estado presente hoy.
- Helia era una tormenta de sentimientos, no sabía que decir o pensar. Lo único que sabía era que algo andaba mal.
- ¡Tienes que ir a verlo! Si no puedo ir, tu sí.
- Helia, ¿Cuál es el punto de todo esto? Estamos arriesgándolo todos solo para que ustedes puedan verse. Una vez que lo logren, ¿Qué sigue?
Mil veces se había hecho esa misma pregunta y mil veces no había podido encontrar la respuesta. No era un simple capricho, eso lo sabía.
- Eso no lo sé, pero lo sabré en su momento. Nada sucede por simple casualidad. Necesito que vayas y veas si está bien – suplicó Helia.
- No puedo creer que esté haciendo de paloma mensajera… - murmuró Ceres. – Está bien, iré en cuanto termine su viaje.
- ¡Muchísimas gracias, Ceres! – exclamó Helia mientras la abrazaba.
- Ok, ok. Ahora suéltame, sabes que no me gustan los abrazos. Será mejor que te vayas a dormir, mañana será un largo día y no queremos que rostices a los humanos por falta de sueño.
Cuando Helia se fue a su habitación, se fue a dormir con la esperanza de ver a Selien en sus sueños.
Solo vio oscuridad.