Noviembre 12
Jena.
Me despierto a la mañana siguiente, lista para empezar un nuevo día. Me levanto y por suerte, esta habitación tiene baño propio. Después de tomar una ducha y cepillarme, salgo con la misma ropa. Mi mochila se ha quedado abajo y no puedo llamar a alguien.
Comienzo a bajar las escaleras y veo a la señora Paltrow en el sofá con mi mochila abierta en la mesa. También está el sobre amarillo que me dio mi padre con una nota: No vuelvas a casa.
Camino hasta ella y sé que se ha enterado de todo. No hace falta preguntar por la manera en qué me mira y tiene toda la prueba en la mesita. Me sigue con la mirada hasta que estoy sentada en frente de ella.
—¿Tu padre te dejó?
A estas alturas, solo queda decir la verdad.
—Sí.
—¿Cómo sucedió?
No dije nada, así que añadió:
—Puedes quedarte, pero... —dijo, mientras se dirigía a la cocina.
—Le prometo que algún día le contaré todo.
Ella asiente y con una sonrisa viene con una tarjeta de crédito en su mano.
—Vayamos de compras más tarde. Siempre quise una hija para hacer estas cosas, a mi nieto no le gusta ese tipo de cosas. Y puedes llamarme "abuela".
Hija.
—Seguro, será divertido.
—Tengo un nieto en casa, creo que es mayor que tú. Aunque su comportamiento es de un niño de cinco años, pero se llevarán bien. ¿Comiste algo ayer? —pregunta.
—Sí —mentí, pero los rugidos de mi estómago me delataron y ambas reímos.
—Mi nieto es un glotón, pero siempre prepara mucha comida. ¡Hasta sobra!
Mientras esperábamos el desayuno, estuvimos hablando por bastantes minutos y me he dado cuenta que es una persona de confianza. Su hija se llama Rouse, pero no está mucho en casa y tiene su hijo de doce años, Jack, quién está todo el tiempo.
Su esposo murió hace unos años debido a un accidente automovilístico que le causó un infarto cerebral. Recibir esa noticia fue muy duro para ella, sin embargo, dice que Jack siempre estuvo a su lado en esa etapa difícil.
—Apuesto a que Jack estará muy contento de conocerte —dice sonriendo.
Ahora que la veo bien, la abuela es la viva imagen de la elegancia. Para ser mayor de edad está muy bien parada, no anda encorvada como yo. Además, luce un vestido blanco que seguramente es de seda y un blazer, nada vulgar como viste mi madrastra. Espero que cuando muera me deje su armario.
No, Jena, eso suena muy cruel para alguien que te está ayudando.
Dirijo mi vista a la persona que está entrando con una bandeja en las manos, por su apariencia deduzco que es Jack. Todavía no se ha percatado de mí, hasta que levanta la vista.
—Abuela, ¿quién es la chica que me está mirando desde que entré? —preguntó dejando la bandeja en la mesa.
—Es linda, ¿verdad?
Jack se ruborizó ante esa pregunta y es ilógico porque el cumplido me lo hicieron a mí, y no me puse como tomate.
—Soy Jack Will, un gusto. —sonrió de lado estirando su mano derecha.
Aparte mi vista y dije—: Mi mamá dijo que no debo hablar con extraños.
—¿Y qué hay de la abuela?
Ella se limitó a sonreír.
—Ya la conocí —respondí.
—Y yo ya me presenté —rebatió.
Al no recibir respuesta de mi parte, alejó la bandeja de mi lado.
—Jack, dale esa bandeja. Tiene hambre.
—¡¿Qué?! ¡¿Es de la calle?!
Lo miré mal y la abuela le tiró un cojín que, lamentablemente, logró esquivarlo por suerte—: ¡¿Qué te he dicho de respetar a los demás?! ¡¿Acaso te he criado así?!
—Perdón, abuela —dijo cabizbajo.
Se sentó en el suelo y me acercó la bandeja. Estaba por tomar un sándwich hasta que Jack habló.
—¿Tu mamá no te dijo nada de los extraños con comida?
Reí por lo que dijo.
—Oh, vamos, Jack. Déjala en paz.
Debo admitir que me moría de sed y hambre, esos dos sándwiches se veían muy tentadores en la bandeja, hasta podría ser capaz de comerme seis o hasta diez. Y ni hablar de su jugo de fresa; una delicia.
—Y, ¿cómo te llamas? —preguntó Jack.
—Jena —respondí y seguí comiendo.
Jack era unos centímetros más alto que yo. Tiene la piel blanca, cabello castaño y ojos verdes. Está vestido de manera casual; una camiseta roja, unos pantalones cortos de color negro y sandalias.
—Jack, hijo, preséntale tu escuela a Jena. Asistirá a partir de mañana.
Me levanté del sofá y me apresuré a negar—: No es necesario, puedo ayudarla con las cosas del hogar o buscar un trabajo. No debe gastar dinero en alguien como yo, en serio.