Jena.
—He llegado tarde a la clase de hoy —me soltó una chica, malhumorada, dejando la mochila en el suelo para ponerse frente a mí—. Y toparme contigo no ayuda en nada.
Estaba probando la comida del comedor. No estaba nada mal… teniendo en cuenta que es de escuela.
—¿Y qué?
—Tu simple existencia amarga el día de otros —suspiró—. ¿Cómo puedes andar tan normal? A todos le desagradas, ya vete.
A todos no, pensé.
—No tendría por qué hacerles caso —dije—. Es mi vida y puedo vivirla como quiera, ¿por qué no se ocupan mejor de sus cosas?
—En serio, ¿quién te crees? No puedes hablar como quieras.
—¿Qué? ¿Te arde?
—Tú, de verdad…
Ella levanta la mano al aire para golpearme y antes de que impactara contra mi rostro, llega Jack y la sostiene de la muñeca con un poco de fuerza.
—¿Qué estás haciendo, Lissa?
—Jack, no es tu asunto.
—Claro que sí, porque a quien estabas a punto de golpear es… —toma una pausa corta— mi hermana.
Tanto Lissa como yo quedamos sorprendidas.
—Debes estar bromeando. ¡Alguien como ella no puede ser tu hermana!
—Pues fíjate que sí.
Jack la suelta y ella se va susurrando palabras inaudibles.
—Lamento que hayas tenido que pasar por esto.
—No te preocupes, estoy acostumbrada —digo con sinceridad.
—Ese es el problema —dice a la vez que gira para irse—. Golpear o abusar de alguien no debe ser algo de lo que alguien se acostumbre.
Suspiro. He tenido una mañana intensa por la cantidad de preguntas que me hicieron sobre Heyler la noche anterior. Aprovecho que el recreo no ha terminado para buscar cuál es mi aula.
No obstante, cuando me doy vuelta, me encuentro con el rostro de un chico a un palmo del mío. Es el que me sonrió el primer día.
Retengo un grito.
—Soy Lucas, y seré tu amigo de bienvenida.
Me llevo una mano al pecho, sobresaltada. Tengo el corazón acelerado. Ser el centro de burlas significa no saber si alguien se acerca para ser amigos o enemigos.
—No te preocupes, puedo encontrar mi aula.
Lucas pestañea al oírme, creo que en verdad debe hacer esto. Parece bastante dolido. Tiene las cejas un poco juntas, confundido o enojado, quizá ambas. Me mira de cerca como si creyese que de esa manera puede comprobar si miento o no.
Doy un paso atrás, algo intimidada.
—Pero ¿sabes cuál es tu horario?
—No, pero…
—¿Lo ves? Me necesitas.
—No, claro que no.
Mi respuesta parece sorprenderle. De vez en cuando debería medir mis palabras, algunos piensan que soy grosera.
Por suerte, no le da importancia.
—¿Empezamos? —pregunta después de unos segundos.
Asentí y empezamos a caminar por un enorme pasillo hasta llegar a las escaleras. Él no volvió a hablar y yo tampoco.
Cuando llegamos a lo alto de las escaleras, recorrimos un pasillo lleno de puertas. Lucas abrió una que tenía un letrero colgado: «Cuarto de secundaria».
—Esta es el aula de Tutoría —dijo, quedándose a un lado de la puerta para que viera—. Aquí nos reunimos todos los lunes a primera hora. Puedes entrar si quieres o no.
Había algunas personas sentadas, supongo que son aquellos que no tienen dónde y con quien sentarse durante la hora de almuerzo.
—Este es el aula de artes —dijo al llegar a la siguiente puerta—. También hay talleres que puedes escoger, como pintura o danza.
A comparación de las aulas anteriores, esta estaba vacía, solo había algunos instrumentos, máscaras y sillas.
—¿Puedo entrar? —pregunté.
—Sí, no hay nadie —contestó.
Me acerqué a la puerta y entré. Lucas entro detrás de mí.
—El profesor Hoffman es muy estricto —dijo y se puso a señalar las cosas que había en el aula—. Los instrumentos no los tocamos hasta final de curso y las máscaras solo las usamos cuando actuamos. Y si lo hacemos, se pone más sensible —dijo haciendo comillas con los dedos—. Yo diría que está más irritado que de costumbre.
—¿Por qué lo dices?
—El año pasado, en una actuación se puso a gritar cosas como: “¡Tú, sonríe más!” o “¿Qué no puedes llorar, zopenca?” y la actriz en verdad lloró. ¡Tanto que no quiso continuar con la obra!
—Vaya —contesté. Era poco creíble.
Mientras hablaba, el timbre ya estaba sonando. Lo que significaba que el receso había terminado. Lucas insiste en continuar con la presentación de cada rincón de la escuela, pero le digo que será mejor ir a clases.