El golpe produjo que la camioneta se saliera del camino, provocando múltiples heridas en nosotros. Todo estaba borroso. Intenté incorporarme, pero mis brazos estaban demasiado débiles. Luego de unos segundos, intenté nuevamente y mi vista mejoró. Al ver que Luke se había golpeado contra una gran caja de madera, y Aiden, por desgracia, había aterrizado arriba mío, traté de despertarlo, pero se encontraba inconsciente. Lo empujé para poder levantarme, lo cual me costó un poco. Cuando al fin lo logré, recibimos otra embestida, pero esta vez desde el costado opuesto, lo que causó que volvamos a golpearnos.
–¿Qué fue eso? –pregunté con dificultad, esperando que alguien pudiera responder –. ¿Los rusos?
–Sí, nos están siguiendo. Debemos hacer algo, sino nunca podremos llegar a nuestro lugar –respondió el profesor –. Aiden, despierta –dijo, mientras le sacudía los hombros. Luego de un par de intentos, logró reaccionar.
–Mi cabeza ¿Qué pasó? –preguntó desorientado mientras llevaba su mano hacia la herida –. Eh, ¿tío? –dijo mientras mostraba la sangre en ella; tenía un corte bastante feo al lado de la frente.
–Emily, busca mi maletín.
–¿En dónde?
–Debajo del asiento del conductor debería estar.
Luego de que el auto volviera a estar en marcha, me acerqué al lugar indicado, aunque se me hizo difícil con las maniobras evasivas de Nick. Extendí mi brazo por el estrecho lugar que había entre la superficie de la camioneta y el asiento, buscando lo más parecido a una maleta, hasta que la encontré.
–¡Lo tengo! –lo abrí y saqué un par de gasas limpias y agua oxigenada para limpiar la herida –. ¿Desde cuándo guardas este tipo de cosas aquí, Luke? Tú, ven aquí –le indiqué a Aiden, quien obedeció –. Quédate quieto –dije, mientras le limpiaba la sangre y le colocaba la gasa esterilizada.
–Lo guardo en caso de emergencias –aseguró Luke.
–Gracias –dijo Aiden con una mueca de dolor.
–Hay que hacer algo con esos hombres en este instante –dijo Nick –. No puedo perderlos si están a dos metros de nosotros.
Unos segundos después de que terminara de hablar, escuchamos un ruido que parecía provenir del techo de la camioneta, que luego se transformó en chispas, formando un gran círculo: estaban perforando el metal para poder entrar.
–¡¿Qué hacemos ahora?! –exclamó Aiden.
–Yo me encargo. Profesor, voy a necesitar que hagan espacio. No quiero que su sobrino termine durmiendo de nuevo –respondí con un tono burlón mientras buscaba algo que me ayudara.
Luke tomó a Aiden del hombro y se movieron hacia una esquina, detrás de unas cajas. Yo logré encontrar lo que quería.
–¿Una soga? ¿Qué vas a lograr con un trozo de cuerda? ¿Hacer que salten? –preguntó Aiden.
–Ya verás.
Luego de que el metal se desplomara contra la superficie de la camioneta, un hombre saltó dentro, por suerte para mí, con su mirada fija en los Blake. Era mi momento perfecto: tomé de los dos extremos de la cuerda, los enrollé en mis manos y le salté encima, enroscando su cuello y tirando con todas mis fuerzas. El hombre tomó de la soga tratando de liberarse, pero luego de unos segundos, quedó inconsciente.
–Eso es lo que se hace con una soga –dije luego de que el hombre se desplomara en el suelo.
Pero antes de que Aiden pudiera contestar, dos hombres más entraron: uno fue directo hacia ellos dos, pero cuando traté de detenerlo, el otro me tomó del cabello, tirándome cada vez más lejos. Me empujó contra los costados del vehículo, provocando que me golpeara en todos lados. El hombre puso sus manos alrededor de mi cuello y comenzó a apretar con fuerza. Lo único que podía ver era cómo Luke y Aiden trataban de defenderse; ninguno de ellos sabía cómo.
Cuando mis ojos comenzaron a cerrarse, logré ver una sombra que derribaba a mi contrincante: era Joey. Lo tomó de la cabeza y, sin dudarlo, tronó su cuello, dejando caer el cuerpo contra el piso.
–¿Estás bien? –me preguntó tratando de ayudarme a levantarme.
–Sí –respondí a duras penas mientras intentaba recuperar el aliento –. Gracias.
–¡¿Un poco de ayuda por acá?! –pidió el profesor, lanzando trozos de madera hacia el mercenario.
Entonces, los dos fuimos al rescate: Joey tomó a la persona por los hombros mientras yo abría la puerta de la camioneta.
–¿Lista?
–Lista –respondí con una sonrisa.
Joey empujó a la persona hacia mí, para poder golpearlo con una patada en la mandíbula en dirección a la calle, lo que provocó que se tropezara hacia afuera.
–Perfecto. Ahora nos falta deshacernos de una camioneta más.
–Tengo una idea –dijo Aiden.
–¿Qué? –preguntó su tío.
–Bueno, necesito una botella de vidrio, un trozo de tela parecido a un pañuelo y alcohol o gasolina.
Editado: 25.09.2018