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Dolía, dolía demasiado, la garganta, sí, era eso, ardía, mucho. Percibía una superficie suave bajo mío, una cama. Estaba en el borde que separaba la consciencia de la inconsciencia, vagaba entre pensamientos. Sentía que mi tráquea se carbonizaba, la sensación acrecentaba a cada momento, como si hubiesen encendido un caldero a base de leña justo ahí.
Abrí lo ojos de golpe, comencé a toser de forma compulsiva, sin parar. Revolví las sabanas por culpa de mis movimientos violentos, busqué con mis manos frotar la zona que dolía, que quemaba. Rasqué con las uñas mi garganta una y otra vez, buscando aliviar la molestia, pero no funcionaba. Con la mirada noté una pequeña mesita al lado de la cama, ahí reposaba un vaso con agua.
Desesperado, estiré mi brazo tembloroso para agarrarlo. Una vez lo sujeté, bebí como si nunca lo hubiese hecho antes. En la lengua percibía un sabor extraño, tal vez el de medicina, no me importó. La garganta comenzaba a sentirse mejor con cada trago, por consiguiente, yo también. El agua se escurría de la comisura de mis labios, parecía un ser muy necesitado.
Nada más terminar de beber respiré profundo varias veces, no había podido hacerlo correctamente. Todavía con la picazón en la tráquea coloqué el vaso de vuelta en la mesa. Estaba confuso, qué había ocurrido, dónde estaba, creía haber muerto, esa cosa era fuerte, me sobrepasaba con creces. Cómo estaba todavía vivo.
Poco a poco me senté en el colchón, no tenía a autómata, tampoco lo veía cerca. Llevé mi mano al cuello, lo palpé. Rustico, eso fue lo primero que sentí, junto con una inflamación, sin duda dejaría cicatriz, una horrorosa cicatriz. Todavía los notaba en las manos bajo los guantes, los emisores. Escuché una puerta cerrarse.
— Entonces despertaste por fin — reaccioné a la voz, estiré mi brazo en la dirección por la que vino. Autómata salió de debajo de la cama, colocándose frente a mi mano extendida. Contraje los dedos, la electricidad tomaba lugar en la habitación.
— Wow, cuidado a donde apuntas — alzó sus brazos en señal pacífica —. Creo que debí quitarte esos guantes. Escondí esa cosa bajo la cama, pensé que estaba apagada — culminó con una sonrisa.
Clavé mis ojos sobre la figura femenina, ya la conocía, cabellos lacios negros y ojos verdes como de gato. Hellia, esa chica de apariencia problemática con la que decidí no inmiscuirme. Tras identificarla, me di cuenta de algo, había cometido un error.
— ¿Qué…? — no pude terminar la pregunta. De nuevo, esa espantosa sensación, la quemazón era lo peor. A pesar de eso, el dolor había disminuido con respecto al inicio, probablemente por el «agua». Soporté las ganas de toser, no podía perder de vista a la chica, no tenía idea de sus intenciones.
— Supongo que me volveré a presentar. Soy Hellia Facesto, tu vecina, e integrante del grupo de avanzada, Clamor. — bajó los brazos.
¿Integrante de un grupo de avanzada?, no lo parecía, la situación me hacía desconfiar en gran medida. No tenía manera de corroborar que estuviese diciendo la verdad. Incluso y si la dijera, qué hacía yo en esa habitación, ¿ella me llevó allí?, ¿ella me salvó?, o… ¿me atacó?
Mi dispositivo fulguró. Cambió en un instante a su modalidad ofensiva, yo todavía le amenazaba, autómata estaba preparado. Si intentaba algo raro, entonces la volaría en pedazos, dispararía una ráfaga de corriente de la que no se recuperaría.
— Bien, bien, tengo que admitir que esa cosa que llevas es bastante genial, pero no creo que quieras que esto se ponga agresivo, no otra vez — parada frente a la puerta, me miraba desde arriba con ojos filosos. Sentado en la cama, todavía le apuntaba, no me atemorizaban sus amenazas, no iba a matarme, ya me había llevado hasta allí…cierto… me traslado hasta una cama, aun no estaba muerto, dormí plácidamente todo el tiempo. Tuvo cuidado conmigo, pero parecía ser mi agresora, confiar en ella, no sabía si eso tenía sentido.
— «¿Se supone que debo escucharla por lo menos?» — medité con recelo. Bajé el brazo, autómata me siguió en el movimiento, volviendo a mis espaldas. Una vez más retornó a su forma defensiva, cúbica. Recapacité con la mente más clara, no podía dejarme llevar, matarla sin preguntar no era opción, dejó medicina en la mesa, me llevo hasta una cama. Esos eran hechos.
— Parece que ya tenemos un avance, pero lo dejare en claro, sí, yo te ataqué para medir tu pericia — señaló mientras caminaba alrededor de la cama estirando sus brazos. Apreté los dientes, y mi cuerpo crispó, estaba furioso. Por otro lado, ese exceso de confianza en su hablar me desagradaba, parecía que tuviese todo controlado. Paró frente a un estante, de ahí tomó un objeto extremadamente pequeño. Me lo enseñó, no fui capaz de identificarlo.
— Es un rastreador, lo instalé en tu hombro ayer, así te seguí. — guardó el pequeño elemento en uno de sus bolsillos. — Ángelo, seré directa, quiero que te unas a nuestro grupo de avanzada — reveló.
Volvió con eso de nuevo. Grupos de avanzada, eran equipos formados por un mínimo de cinco personas. Ayudaban a contrarrestar la amenaza que los IA’s representaban, repartidos alrededor del continente, no solían permanecer en un sitio mucho tiempo. Solo un grupo de avanzada era originario de primaria. Autoproclamados como Los Caballeros.
— Ese dispositivo tuyo… autómata ¿no?, esa cosa tiene potencial, lo digo como portadora. Tú en cambio eres un flacucho demacrado, pero como ambos se complementan, también ganas valor, por eso te invito — se sentó a pie de la cama, la miré con malos ojos, me irritaba porque tenía razón.
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Editado: 05.01.2020