Capítulo 49: Nunca Es Para Siempre
KATHLEEN
Me gustaría decir que todo ha sido un sueño o que he escuchado mal. Pero la mirada expectante, culpable e inocente de mi hermana sigue su curso sobre mí. Ella espera por mi reacción. Debo admitir su valentía al decidir contarme lo que ha sucedido.
¡Por Dios, Eduardo!
Ese man si que no ha perdido el tiempo.
Lucho contra mis pensamientos para volver a la realidad. Le dirijo la mirada, en realidad, solo no consigo apartar de su tripa. Extiendo mi mano con la intención de tocar su superficie pero mi mano se queda en el aire cuando recuerdo la conversación que he tenido con Jessica es mañana. Su intuición fue certera.
Ya es demasiado tarde.
Más que demasiado. La pregunta sobre si Eduardo está al tanto sobre el embarazo de mi hermana, recorre el trayecto en medio de mis neuronas.
Me aclaro la garganta, intentando no ruborizarme. —¿Ustedes están saliendo? —pregunto.
Katherine menea la cabeza, su mirada se oscurece pero no dice nada hasta encontrarse segura de hablar.
—Por supuesto que no, Kathleen. ¡Eduardo es un niño! —me mira incrédula—. ¿Cómo podría estar saliendo con él?
De la misma manera en la que coges con un “niño”, pero esas palabras solo se quedan estancadas en mi cabeza. No sería capaz de decirle algo como eso en un contexto como este.
—¿Cómo sabes que tu bebe es de él? —demando, mirando de reojo su vientre. Katherine extiende sus piernas, y se levanta del suelo con su ropa hecha un desastre.
—Porque hemos estado viéndonos, Kathleen —aclara, sentándose en el borde de la cama. Talla sus canicas con las manos antes de volver a mirar a un punto fijo en la habitación—. Debí contarte esto antes pero… ¿Cómo diablos le dices a tu hermanita que has estado cogiendo con su mejor amigo de toda la vida? —menea la cabeza.
No comento nada al respecto. Todo esto es muy complejo de procesar. Mi hermana mayor y mi mejor amigo… por otro lado, se encuentran Jessica y su culpabilidad por herir al castaño.
Las palabras que confesó el otro día a la rubia aparecen danzando en mi cabeza, burlándose de mi hermana.
—Juraba que te gustaba Roney —formulo, anonadada. Me siento como si estuviese nadando contra la corriente del río más turbulento que haya podido existir—. ¿Por qué no te gusta Roney? ¡Él es hermoso, caballeroso, de tu edad! —insisto.
Katherine pasa ambas manos por su rostro, luego sus orbes se trasladan a las mías. —Explícale eso al corazón, Kathleen Taylor. El corazón es ciego, sordo y mudo. El solo manda y tú obedeces. Así funciona el amor. Al corazón le importa un pepino sí la persona que elige es buena para ti, o si es peligrosa, tóxica, incluso, inalcanzable. ¿Crees que lo he decidido yo?
Exhalo con pesadez antes de ponerme de pie. Todavía tengo que ir al trabajo por lo que no me puedo tomar el privilegio de quedarme en casa acusando a mi hermana por haber tenido relaciones con mi mejor amigo. Además, los descubrí una vez. ¿Qué me hizo pensar que cortarían el cordón solo porque les descubrí?
Eduardo no es un niño, es un hombre. Él merece saberlo.
—Deberías contárselo —le aconsejo, cambiándome la camiseta por una franela más presentable. Me giro hacia ella, la veo extendida sobre la cama con las palmas sobre el rostro—. Conozco a Eduardo, él lo entenderá.
—¿Te has vuelto loca? —se aparta las manos del rostro—. ¡Iré presa por involucrarme sexualmente con un menor de edad!
Dibujo una sonrisa burlona en mis labios, antes de abandonar la habitación.
—Eduardo no es un crío, incrusta ese detalle en tu cabeza tonta. Él es un hombre, tú nunca le obligaste a que te mostrara su abejón. ¿O sí le obligaste?
—¡Santos cielos, Kath! ¡No he obligado a nadie a hacer nada!
—Entonces, díselo —es lo último que digo antes de marcharme hacia el trabajo.
La escucho refunfuñar con resignación.
***
Miro el reloj sobre el marco de la pared. Marca las cinco de la tarde. Me duelen los huesos de todo el cuerpo reemplazar a Jordana en los quehaceres de la casa. No ha podido venir el día de hoy por lo que la bruja de Sara me ha pedido que la sustituya con la sorna de duplicarme el pago de ese día. No pude negarme. Me vendrían bien unas monedas extras, mucho más ahora, después de enterarme que dentro de nueve meses seremos tres seres vivientes en casa.
Un ruido me hace salir de mi embelesamiento. Ubico a la persona causante del ruido para encontrarme con una ancha y fibrosa espalda frente a mis ojos. El sospechoso se encuentra robando agua de la nevera. Detallo sus características con detenimiento: cabello castaño chocolate completamente desprolijo y apuntando en todas las direcciones de un asterisco, espalda ancha, venosa y contorneada; piernas largas cubiertas por una bermuda deportiva, gotas de sudor sobre su piel, zapatillas deportivas polvorientas.
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Editado: 17.11.2021