Intente detenerla.
¡Lo juro que sí!
Emplee toda mi fuerza bruta, mis métodos persuasivos, mis técnicas de distracción, pero todo fue en vano. Tory empezó a caminar, zapateando bruscamente, batiendo con mucha fuerza su coleta rubia y maldiciendo entre dientes en dirección a Emanuel. Camine algo rezagada detrás de ella, ocultando mi rostro con mi cabello color caoba de los ojos curiosos en nosotras, creo que todos en el centro comercial saben o intuyen de que será la escena a punto de presenciar, y odio esas atenciones. Nunca me gustó, ni me gustara ser el centro de atención en ningún escenario.
Desde mi retaguardia capto el momento exacto en el que Emanuel nota a Tory, ella prácticamente ya está encima de él y la chica que lo acompaña es la misma linda chica de la que lo vi despedirse aquella vez, aunque admito que es una chica realmente hermosa no comparto la actitud de Emanuel, él no debería tener momentos de este calibre con otras chicas porque Serena aun es su novia
¡Sí! Ella tiene muchos defectos pero esto se llama traición.
Y me molesta, debería haber sido sincero y terminarla primero —Eres un grandísimo hijo del diablo Emanuel— grita Tory llamando la atención de todos los presentes en la heladería y demás.
Él tiene la decencia de parecer avergonzado, al menos eso es lo que el pequeño sonrojo de su rostro me enseña —Tory...— dice en medio de un suspiro, luego señala a su acompañante que debo aclarar luce muy confundida —ella es.
—no me interesa quien es ella ¿tienes el descaro de querer presentármela? Que cabrón eres— sigue gritando mi amiga alterada y molesta, ella no nota la ola de espectadores que nos rodean. Esta es la cuestión con los hermanos, pueden pelear, insultarse, a veces medio matarse mutuamente, pero jamás permitirán que alguien ajenos a ellos los lastimen. Y esto es lo que para Tory representa una forma de lastimar a su hermana. La conozco bien, y ella saltaría a la yugular de cualquiera por proteger y defender a Serena. Así pasen veinticinco horas del día peleando entre ellas mismas.
—Creo que mejor me voy— son las palabras de la chica, es primera vez que escucho su voz y debo decir que es muy dulce. Pero se le nota incomoda, lo sé por la forma en la que usa su largo cabello negro brillante para tapar su rostro.
Emanuel la mira de una forma tan bonita, jamás vi dirigirle una mirada así a Serena. —Jennifer no...
—Si será mejor que te largues gorda de mierda asquerosa.
—Tory— protestó bastante sorprendida, esas palabras junto a la forma tan despectiva en la que ella las dice me impacta. Entre ella y Serena, ella siempre fue la más sensata y gentil.
—No te pases Tory, no tienes ningún derecho a venir y montarme esta escena y mucho menos tienes ningún derecho a ofender a Jennifer de esta manera— Emanuel esta tan molesto como yo jamás en la vida lo había visto.
—Les agradecería se retiraran del local, están incomodando a mis demás clientes— nos habla una señora bajita, de más o menos sesenta años, su cabello totalmente blanco luce una diadema de brillantes alucinantes y sus ojos negros como el ébano resaltan en su piel casi traslucida. Ella es una mujer realmente impresionante. Y me pregunto ¿qué caso tiene estar detallando a una persona tan fijamente en medio de una situación tan bochornosa?
Bueno, el caso es que justo ahora mismo, así como ¡ya! del verbo inmediato me gustaría que la tierra se abriera y me tragara, pero ya que técnica, literal y metafóricamente es imposible, me concentro en otras cosas.
La extraña señora tiene sus ojos fijos en mí. Siento que su mirada grita ¿Qué esperas niña tonta? Saca tu culo problemático y el de tu amiga de mi hermosa heladería.
—Ya nos vamos— digo sin dejar de mirarla, pero intentando arrastrar a Tory por el brazo para que salga conmigo.
Emanuel tenía tomada por el brazo de la misma forma a la chica que ahora sé, se llama Jennifer. Ella intenta soltarse pero él no la deja, se le nota desesperado por mantenerla a su lado, es sumamente notorio y Tory está a punto de reventar todo lo que tiene en frente, o sea él —No me pienso mover de aquí, hasta ver a esta lagarta mugrienta lejos de él.
— ¡Basta!— Refuta el susodicho.
Pero no es necesario que el emita algún otro sonido, porque Jennifer aun sonrojada y con sus ojos llenos de lágrimas se acerca a Tory —No te conozco y no me conoces— es lo primero que ella pronuncia —pero no pienso permitir que me ofendas de ese modo. Respétame si deseas que algún día yo te respete a ti.
Tory, tan altanera y creída como yo nunca la había visualizado, cuadra sus hombros y alza su barbilla en pose altiva —No te ofendo, te trato como lo que eres, una perra roba novios.
¿Dios Mío?
¿Quién es esta rubia plástica?
¿Dónde está la dulce Tory?
Ella suspira mientras niega con su cabeza —Insultar a alguien no te hace ni de cerca una persona poderosa, no te da valía y desde luego no te hace increíble ante los demás. Sinceramente no pienso permitir que ni tú, ni ninguna otra estúpida rubia con falsa esencia de grandeza intente rebajarme, te aclaro que poco me interesa lo que pienses de mí y como consejo te digo que pienses bien las cosas antes de decirlas, pero sobre todo que veas a quien se las dices porque está visto que no sabes si quiera donde estas parada— toda la heladería está en silencio ante las palabras de Jennifer, luego ella se voltea hacia Emanuel —nunca dijiste que tuvieras novia, sabes que soy nueva aquí y me engañaste. Pero no vine a esta ciudad para esto, no vine a ser blanco de nadie— con mucha dignidad Jennifer salió de la heladería.