Atrapada entre voces

Capítulo 7

 

Cerré la puerta de mi casa, aun estaba algo confundida y la sensación de vacío no desaparecía, me sorprendió encontrarme a Cecilia y Federico esperándome, con una clara mirada de preocupación.

–Amor, ¿qué fue lo que sucedió? –Cecilia ya estaba abrazándome y Federico tenía una mano en mi espalda, este tipo de acciones me sorprendían, pareciera que estaban completamente preocupados ¿Pero no pudieron ir al instituto para saber qué era lo que estaba pasando?

–No fue nada –le quité importancia–. Tenía tiempo que no comía bien y los chicos me obligaron a comer un grasiento pollo de la cafetería, supongo que eso me causo debilidad –aunque mi respuesta no era completamente cierta me pareció que se tranquilizaron un poco, pero en realidad tenía la certeza de que lo de mi desmayo formaba parte de algo mucho más complicado.

– ¿Quieres comer algo? –Me preguntó Cecilia suavemente.

Mi estomago se estremeció en respuesta a su pregunta, moría de hambre pero tal vez si comía algo muy pesado vomitaría de nuevo, así que sólo pedí una avena, dejé que llevaran la avena hasta la cama de mi habitación y la comí medio sentada y medio acostada, no es que aun me sintiera débil pero casi nunca me dejaban comer en mi cuarto ni me atendían como ahora, así que después de un día duro me permití aceptar algunas atenciones.

Cuando Cecilia fue por el plato vacío de la avena, le pedí yogurt con granola, aún moría de hambre así que me permití comerlo a pequeñas cucharadas.

Después de comer y de que Cecilia se llevara los platos, me recosté en la cama, estaba demasiado cansada, mis parpados ya se cerraban prácticamente solos cuando sentí la vibración de mi móvil, pensé en ignorarlo pero luego recordé mi huida de la enfermería con Cameron, seguro los chicos estaban molestos y no quería alimentar su enfado, estiré mi mano para alcanzar la mochila que estaba en la orilla de mi cama, saqué mi móvil y leí en la pantalla iluminada el mensaje de Esmeralda.

Sé que tal vez te sientes enferma, por eso no quise molestarte antes, ahora sé que me mentiste con lo de Cameron, sólo quiero saber toda la verdad.

¿Decepcionada de mi?, ¿qué mentí con lo de Cameron? Al diablo con Cameron, un dolor horrible estaba creciendo dentro de mí, sentía que me estaba destrozando, ¿y a ella le preocupaban esas tonterías?

Arrojé con fuerza mi móvil hasta el piso, la tapadera y la batería se separaron del resto y se quedaron ahí, desperdigados por el suelo.

¿Qué fue lo que hice? Esto no estaba pasándome, solía ser una persona tranquila, no acostumbraba molestarme por un mensaje de mi mejor amiga y mucho menos tirar mi móvil como una desquiciada, ahora que la ola de cólera había desaparecido llegó hasta mí la culpa. Me levanté de mi cama y caminé hasta los pequeños pedazos de mi móvil, rápidamente los uní e intenté encenderlo, pero no funcionó. Genial, logré estropear mi teléfono.

Bajé hasta la sala y tomé el teléfono fijo, luego miré a hacia todas las direcciones, no quería que nadie me escuchara hablando con Esmeralda, marqué el número de su móvil que ya sabía de memoria, a la tercera vez que timbró, respondió.

– ¿Mar?

–Esmeralda, sé que estás decepcionada pero ni siquiera yo sé que me pasa, sólo puedo decirte que lo siento.

– ¿Te gusta Cameron? –De nuevo con eso. Suspiré.

–No, no me gusta, pero me agrada, sólo quiero que sepas que confío en ti más que en nadie en el mundo, que eres mi mejor amiga y que te amo.

–Yo también Mar, es sólo que estas... diferente.

La culpa me carcomió.

–Bueno, tal vez tienes razón –le concedí–. Te propongo algo, películas y palomitas en mi casa para compensar el mal rato que te hice pasar, el viernes por la tarde ¿Te parece?

–Claro que me parece, entonces, ¿nos vemos mañana en el instituto?

–Si, y sobre el viernes, puedes llegar a la hora que tú quieras, seremos solo nosotras dos.

–Es la mejor idea que has tenido en mucho tiempo.

–Vaya, gracias –reí–. Nos vemos mañana.

Colgó.

Subí a mi habitación sintiéndome un poco mejor ahora que me había disculpado con Esmeralda.

Al día siguiente lo único que conservaba de mi incidente del día anterior era la sensación de vacío en el pecho la cual no podía explicar, algo me faltaba, después de salir del instituto me fui al trabajo en el restaurante, saliendo del trabajo dejé que Héctor me persuadiera de acompañarlo a su casa por dos razones, la primera era que Héctor podía ser mucho más amable que Cameron y la segunda era que en realidad quería escuchar respuestas, además ya había avisado a mis padres que llegaría tarde a casa anticipando que esto sucedería.

Cuando entré a la casa de los chicos tuve que esforzarme en no dar vueltas como tonta mientras observaba todo, la casa por dentro era aún más elegante, estaba pintada de blanco y decorada de un color entre café y amarillo, habían unas enormes escaleras con baranda de aspecto extremadamente lujoso justo frente a la puerta de entrada, tuve dejar de mirar porque no quería parecer una mal educada, Héctor me presentó a su madre como Mar y ella me dijo que se llamaba Tessa, luego me llevó hasta el patio trasero donde estaban Marcus, Luciana y Cameron, sentados en una mesa blanca de latón la cual se miraba encantadora contrastada con el pasto verde y las pocas pero hermosas flores que crecían a la orilla de la rejilla blanca.

El día era hermoso, estaba muy bien iluminado y podía escuchar a los pájaros cantar copiosamente, me di cuenta de que estaba prestando atención a cosas banales tomando en cuenta la situación en la que me encontraba. Sacudí la cabeza.

–Llegamos –anunció Hector una vez que estábamos en el patio trasero.

Tres pares de ojos se fijaron en nosotros.

–Creo que deberían dejarme a solas con Mar para que le explique todo, mientras ustedes vayan al salón de entrenamiento –dijo Cameron




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