Atrapada Sin Querer

Capítulo 2

Había sido un largo día, llevaba desde las dos de la tarde en la clínica, ya son siete horas que estamos aquí.  

Aún no hemos podido verlo, lo tienen en cuidados intensivos, aunque nos dijeron que había estado estable todas estas horas y podíamos pasar a verlo en cuanto el doctor diera el consentimiento.   

La sala de espera está llena por toda la familia de Juan David, tuve que llamarlos y fue horrible tener que dar esta noticia.   

A mi lado escucho los sollozos de la madre Juan David, no había parado de llorar desde que llegó.   
 

<< ¡No puedo soportarlo más, no puedo seguir escuchando más su llanto, me crispa los nervios! >>  
 

Me levanto con rapidez decidida a salir de aquí, una mano me sujeta con fuerza de la muñeca.   

—¿A dónde vas? —María Fernanda se había puesto de pie conmigo, ella había estado a mi lado desde que la llamé y no se ha despegado por nada.   

—Necesito aire —balbuceo.   

—Voy a ir contigo —sentencia sin darme la posibilidad de negarme.   

Empezamos a caminar hasta el ascensor cuando vemos aparecer al doctor que habló conmigo cuando llegue. Me acerco a él con rapidez.   

—Doctor ¿Cómo está él? ¿Despertó? ¿Puedo verlo? —lo bombardeo con preguntas.   

—¿Cómo está mi hijo? —La madre de Juan David se ha acercado junto a toda su familia.   

Todos estamos ansiosos por un poco de información.   

—Tranquilos, el paciente está estable y pueden entrar a verlo. —Nos mira a todos en la sala—. Pero solo podrán entrar tres personas y por turnos, diez minutos como máximo.   

—¡Quiero ver a mi hijo ahora! —solloza su madre una vez más mirando al doctor.   

—Síganme por favor.   

El doctor empieza a caminar seguido por los padres de Juan David. Me quedo parada en medio de la sala sin saber que hacer.   

—Vanessa, muévete —exige María Fernanda—, tú también tienes derecho de verlo, vamos.   

Ante la insistencia de mi amiga salgo de mi letargo y corro hasta la puerta por la que había desaparecido el doctor.   

Llegamos a un pasillo vacío con varias puertas, todo está en silencio, al final del pasillo se encuentra el papá de Juan David apoyado en la pared.   

—Mi niña, tú también debes verlo. —El señor Arón que siempre me había parecido una persona fuerte ahora esta con los ojos rojos, se nota que trata de retener las lágrimas.   

—Lo haré. —Camino despacio hasta apoyarme a su lado—. Pero usted debe entrar primero.   

Nos mantenemos en silencio, María Fernanda me acaricia la mano con su pulgar.   

Una enfermera aparece a nuestro lado, entra por la puerta que tenemos frente a nosotros. Minutos después vuelve a salir seguida de la señora Rita, parece que se va a desmayar en cualquier momento. 

—Arón... mi hijo... no le puede pasar nada —tartamudea.   

—Tranquila mujer, tu hijo es fuerte.   

—¿Quién más entrará? —pregunta la enfermera mirándonos con impaciencia.   

Miro al señor Arón que está abrazando a su esposa.   

—Entra tú primero, cuando Rita se calme entraré yo.   

María Fernanda me da un abrazo y susurra palabras de aliento. Camino hasta la puerta, tomo un suspiro y entro a la habitación.   

Mi corazón se me hiela en ese momento, en medio de la sala hay una gran cama y Juan David está ahí, se le ve tan frágil, rodeando la cabecera de la cama hay muchas máquinas, todas ellas conectadas a él.   

Avanzo despacio hasta llegar a su lado, tomo con delicadeza su mano, está muy fría. Mis ojos recorren su cuerpo, su pierna derecha está enyesada y puedo ver que tanto su pecho como su cabeza están cubiertos por vendas, también tiene un collarín. Me centro en su rostro, esta entubado para poder respirar, su pómulo esta hinchado y tiene la ceja partida.   

Las lágrimas que había estado reteniendo todo este tiempo empiezan a caer sin poder evitarlo. El nudo en mi garganta me quema y no me deja respirar.   

—Amor... no me dejes por favor —sollozo besando su mano—, aún es pronto para que te vayas.   

Mi cuerpo se sacude por mis sollozos, mis lagrimas mojan su mano, pero no puedo parar, me duele mucho verlo de esta manera.   

—No puedes dejarme... no me dejes —sollozo—, tenemos muchos sueños juntos.   

Levanto mi rostro y acerco mis labios a su mejilla, con cuidado deposito un beso, quiero abrazarlo, quiero sentirlo más cerca, pero tengo miedo de lastimarlo si me acerco más.   

Siento la puerta abrirse detrás de mí.   
 

<< ¡Todavía no por favor! >>  
 

—Señorita ya acabó el tiempo, debe salir.   

Limpio mis lágrimas y me agacho para darle otro beso en la mejilla.   

—Te estaré esperando, mi amor —susurro en su oído.   

Camino hasta la salida, cuando puedo ver a Mafer ella se acerca a mí y me abraza con fuerza.   




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