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Reed salió al pasillo y se apresuró, Vladimir estaba furioso y con muchas razones válidas, no solo porque parte de su muy costoso edificio estaba hecho pedazos, sino que, esta era la segunda explosión de laboratorio en menos de seis meses. Dos incidentes de gran tamaño eran motivo de sospecha. Ya no se trataba de un letal error de los trabajadores, el director comenzaba a creer que los acontecimientos eran premeditados.
Doblando hacia el pasillo principal, Reed notó el lugar demasiado silencioso, estaba camino a las oficinas de operaciones de seguridad y tecnología, que por lo general, era muy frecuentadas por el personal humano que allí trabajaba. Pero ahora todo se veía calmo, vacío, y de nuevo ella se sintió acechada. El pulso comenzó a subir a medida que seguía paso a paso, tratando de llegar lo más pronto posibles a las escaleras que la llevarían a la zona de aislamiento.
Fue detenida abruptamente por unos brazos fuertes, poderosos, una callosa mano le impidió gritar. El pánico se apoderó de ella.
—Shhhh... Ambos sabemos que eso es mala idea.
Con su respiración acelerándose por el miedo, Reed tuvo que soportar que Adrien respirara contra su cuello. Intentó forcejear, pero nada podía hacer con su fuerza que le comprimía el pecho.
Un gruñido bajo fue su advertencia, junto al escalofriante choque de colmillos contra su oído.
—Debemos ponernos al día —dijo con total naturalidad—. Quédate quieta —advirtió—. No hagas que te lastime.
Rindiéndose, su garganta hecha un nudo, Reed dejó de luchar, fue arrastrada hasta una de las oficinas de operación técnica. Una vez adentro, Adrien la liberó y cerró la puerta con el seguro. Reed se alejó lo más que oído, quedando de pie contra el panel de operaciones, la oficina controlaba las cámaras de seguridad, por lo que había varias pantallas integradas a las paredes, mostrando cada punto de las instalaciones, incluso el laboratorio que había explotado.
— ¿Extrañaste nuestros encuentros? —Adrien preguntó con una sonrisa afilada.
—Ni por un segundo —respondió desafiante.
—Oh Reed..., me encanta cuando te pones toda dominante... —Adrien avanzó un paso, cruzó los brazos al pecho—. Lástima que hueles a ese lobo... —Su voz se tornó oscura y sus ojos cambiaron a ese gris fantasmal—. Él me dijo que te dejara en paz, y lo hice, pero no pude resistirme.
Reed tragó saliva, queriendo con todas sus fuerzas poder desaparecer, se sentía como una presa acorralada, sin escapatoria. Llegó a odiarse por ser humana, por no tener la capacidad para poder herirlo y salir de ahí. Reed quería verlo muerto, así le dejaría en paz, ya no tendría que temer su mirada maniática ni sus acechos constantes, ya era demasiado con que estuviera siendo forzada, chantajeada, Adrien no tenía que acosarla, si lo hacía era porque quería.
—Ya déjame en paz —dijo entre dientes—. Estoy haciendo lo que me pidieron, ¡¿qué más quieren?!
Adrien ladeó la cabeza un poco, y volvió a sonreír.
—Tranquila, no presiones más de lo debido. Necesitaba hablar contigo.
— ¿Qué quieres ahora?
—La dulce Laila te ha escrito una carta.
De pronto, sus ojos se llenaron de lágrimas y Reed tuvo que luchar para no dejarlas salir, de hacerlo estaría complaciendo al lobo quien se regocijaría en su vulnerabilidad.
—Al principio mi supervisor no iba a entregártela, pero yo les hablé muy bien de ti y del trabajo que estás haciendo con ese tipo. —Adrien se acercó más, hasta que ya no tuvo a donde ir—. Yo les dije que sería un buen incentivo para que trabajaras mejor, ¿estoy en lo correcto?
Reed asintió.
— ¿Lo ves? No soy tan malo como piensas. —Sostuvo su barbilla entre sus dedos, Reed contuvo sus temblores mientras pasaba su pulgar sobre su mejilla—. Deslicé la carta por debajo de la puerta, la verás al entrar.
Adrien rió por lo bajo, y no supo si se estaba burlando de ella. Con otra áspera caricia, el lobo retrocedió y sin darle la espalda, sacó el seguro a la puerta y se fue.
Reed se dejó caer al suelo lentamente, sintiendo como todo su interior se desmoronaba, cayendo en pedazos. Laila no merecía todo lo que estaba pasando, su pequeña hermana era inocente, ella debía cuidarla, ver por su seguridad y bienestar, y sin embargo fracasó como hermana, Reed era débil. Se sentía insignificante, tan diminuta..., un simple peón de gente sin escrúpulos, personas ávidas de poder.
¿Por qué la oscuridad no le abandonaba? Se preguntó, las lágrimas cayeron sin prisa y aunque todo lo que quería era llorar con ganas, se obligó a recomponer sus fuerzas destruidas, volver a ser firme y borrar todo rastro de llanto. La angustia era demasiada, si tan solo pudiera hablar con alguien... No, eso no... Era imposible, Reed estaba completamente sola en esto y por la seguridad de todos a su alrededor, ella debía seguir así.
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Editado: 10.07.2019