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Dos días después de casi haber acabado con Reed, Seth se sentía extrañamente tranquilo, nunca creyó que hablar con ella le quitaría el peso de encima. Se sentía bien, dormía bien, y ya no tenía la ansiedad al borde de dominarlo cada vez que se encontraba solo en el habitáculo.
Solo deseaba que Reed no fuese tan insistente en eso de “eliminar su aversión” pues tenía balas dispersas por todo el lugar, las encontraba debajo de las almohadas, en la cocina, en los sillones e incluso afuera y en su oficina. Eran molestos los nudos que se le armaban en la garganta cada vez que las veía, pero poco a poco, su control sobre el lobo se hizo más fuerte, y el miedo ya no era tan potente.
Pero estaba ahí, Seth no creía que pudiera desaparecer en cuarenta y ocho horas.
Acomodando los pliegues de su camisa negra sin mangas, Seth buscó una chaqueta y luego de abrigarse salió al pasillo, a lo lejos, en el jardín de rosales, Arif le llamó con un gesto.
—Te ves mucho mejor —dijo al verlo—. No volveré a dudar de la terapia.
Seth fingió un gruñido molesto, que solo hizo a su amigo reír.
—Supongo que te estarás divirtiendo por aquí.
Arif se encogió de hombros, llevaba más abrigo que él, pues a diferencia de otros lobos del clan, él era susceptible al frío.
—Más o menos, he estado atando algunos cabos sueltos.
Seth lo miró, intrigado.
— ¿Qué has averiguado?
Arif tomó lugar en una banca, sus ojos azules, más claros y fríos que los de Seth, se fijaron en el agua que brotaba de la fuente.
—Este lugar es legítimo, al menos por el momento no he encontrado segundas intenciones. —Miró hacia los rosales por unos segundos y luego continuó—. Pero la explosión de hace tres días me generó intriga, y muchas dudas, ¿por qué, teniendo un supuesto equipo de seguridad, se tardaron diez minutos en acudir? ¿Por qué todos los que llegaron eran humanos si en los registros se especifica que los miembros del cuerpo de seguridad son humanos y cambiantes? ¿Por qué hacer explotar sus propias instalaciones?
Sus dudas eran fuertes, pero sin fundamentos certeros.
—Reed dijo que los químicos eran tóxicos para los cambiantes, y todos dicen que fue un accidente.
Arif rió por lo bajo, como burlándose.
— ¿Y tú le crees? —Cuestionó.
Seth controló a su lobo, Arif era desconfiado, mucho más que él, era normal que no le creyera a nadie del lugar.
—Sí —afirmó—. ¿Por qué habría de mentir?
—No sé, tal vez para encubrir la alarmante verdad de un atentado interno, porque esto no me dice que haya sido un accidente. —Del bolsillo de su chaqueta roja sacó un encendedor partido a la mitad—. Si supuestamente el laboratorio tenía compuestos inflamables, ¿qué hacía esta cosa ahí?
Mirando alrededor, Seth tomó el objeto carbonizado, le faltaba el chispero y la tapa.
—Es extraño..., un momento, ¿y tú de dónde sacaste esto?
Arif esbozó una sonrisa triunfal.
—La seguridad aquí es un fiasco, evadirla es sencillo, me escabullí por la noche a la zona de la explosión y busqué pistas.
— ¿Ahora eres un rastreador?
—Soy un lobo Gamma, ¿lo olvidas? Estoy capacitado para hacer cualquier cosa.
Seth lo miró de reojo, por supuesto, Arif ocupaba el puesto de instructor en el clan, se encargaba de aprender y enseñar todo lo necesario a los demás, desde ser rastreador hasta guardián y vigilante.
—No soy un viejo —replicó—. Pero si esto estaba ahí, alguien debió llevarlo, sin embargo ¿no habría un herido de gravedad si hubiese usado esto para la explosión?
Arif negó.
—También encontré los restos del tanque con CO2 que inició la explosión, una pieza en particular, que era parte del armazón inferior, estaba pinchada, si sigues la lógica y te imaginas la escena, colocar un encendedor cerca de esa pequeña fuga te daría el tiempo suficiente como para alejarte.
Seth comenzó a armar las piezas, siguiendo el pensamiento de Arif, pero todo seguía confuso, la idea era desconcertante.
—Si la explosión no fue un accidente, ¿quién la inició y por qué?
—Eso es lo que estoy tratando de averiguar. —Arif miró hacia el camino que daba a la recepción—. Hay muchos lobos dentro del personal de seguridad cambiante.
—Son solitarios —Seth afirmó.
Pero su amigo no se veía convencido.
—Seguiré investigando, ya que no tengo otra cosa que hacer más que vagar de un lado a otro, Vladimir me ha puesto a esa mujer rubia..., ¿cómo se llama?
— ¿Irina?
—Sí, ella, me vigila. No puedo moverme como quisiera.
Seth rió por lo bajo, cruzándose de brazos.
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Editado: 10.07.2019