Aun Así

1| El efecto mariposa de nuestro amor. Aún así...

¿Qué es la vida? Nada mas allá que un segundo en el universo, un recuerdo fugaz pero al mismo tiempo duradero en las vidas de otros, una flecha que da en el blanco y termina con su misión. Mis padres se habían alejado de la abuela debido a que papá no quería ser el heredero de la fundación y eso le correspondía por ser el mayor de tres, aunque mi tío tomó el puesto con mucho gusto. Vivíamos bien en Calgary, nadie conocía el apellido Lefebvre y pasábamos desapercibidos. Pero ahora que la abuela murió y que ha dejado en su testamento su última voluntad y es que papá tome el mando de la fundación, no nos ha quedado otro remedio que cumplir la ultima voluntad de la abuela.

La mansión Lefebvre siempre me había causado escalofríos cuando era pequeña y las visitas a la abuela eran recurrentes, pero ahora que soy mayor y más madura, —eso creo—, puedo añorar esos años y amar el gigantesco terreno trasero que tiene la gran casona. Sacaré el mayor provecho a mi cambio de entorno y claro a la casa de la abuela, lo que agradezco de esto es que no volveré a ver a la vecina gritona y su manada de gatos y al vecino que parecía un agente secreto de los noventas siempre con el mismo abrigo aún cuando nos estuviéramos muriendo por la calor, llegue a creer que si era un agente secreto pero luego los vecinos nos dijeron que tenía alzhéimer y era un veterano de la guerra así que esos eran sus recuerdos mas presentes.

Solo espero que mi nueva preparatoria tenga un campo de tiro con arco, he rezado en realidad por que lo haya.

He estado recorriendo la mansión en lo que mis cosas son acomodadas en mi nueva habitación, hay lugares que recuerdo y otros que son tan sencillos que simplemente los olvidé, nunca quise alejarme de mi abuela ella fue buena a su manera con nosotros, ella siempre decía; ¿Por qué Dios no sólo da nietos? Yo me sentía afortunada y querida cuando decía eso, pero ahora que comprendo más las cosas se que la abuela nunca quiso a mi padre y mis tíos por no seguir el camino que ella elegía para ellos, ser fieles administradores de la fundación y la industria vinícola Lefebvre.

Recuerdo cuando siempre seguía a la abuela a la cocina para que me diera galletas, y cuando jugaba con su perrito poodle en el patio mientras ella regaba sus rosas, eran buenos flashbacks de una mala vida, pequeños momentos que nunca volverían a pasar y más valiosos que el oro o que todo aquello que pueda igualar a la fortuna de la casa Lefebvre.

Anais Lefebvre, fuiste la mujer con más poder de todo Canadá y con la actitud de un dictador si se te conocía bien pero un amor con tus nietos, la única debilidad de la déspota Anais.

No se como será mi vida desde ahora, he escuchado cosas buenas del colegio belvedere pero poca información en Internet, y es obvio que nadie que pertenezca aquí necesita anunciar a todo el mundo su vida y es por eso que el colegio se mantiene discreto también, y es por eso que es tan deseado por aquellos que quieren tener la vida de los que cohabitan en belvedere.

Detengo mi caminata y observación en uno de los ventanales que da hacia el lado izquierdo de la mansión donde se puede observar un poco hacia la propiedad de los vecinos, tienen una fiesta, ¿Qué hora es? Miró el reloj en mis manos y apenas son las ocho de la noche. ¿Quién hace una fiesta a estas horas? Niego con la cabeza y antes de irme tres chicos llaman mi atención.

Uno de ellos, más bien.

Un pelo negro azabache y rebelde que me parece familiar es golpeado por el viento, lleva gafas de sol y sin importar eso se puede percibir su ceño fruncido mientras discute con alguien al otro lado del teléfono. Los otros dos chicos sin esperarlo entran en un jeep negro y después de colgar la llamada él hace lo mismo.

Sin poder evitarlo su rostro ha ocupado cada uno de mis pensamientos desde que lo vi, ni siquiera recuerdo como llegue a la terraza del jardín. Me quede unos momentos mirando hacia la mansión, no se ni siquiera porque pero ahí estuve. No soy muy buena recordando rostros pero siento que el de él me es muy familiar. He estado acurrucada con Calcetín, mi perrito bordier que se ha ganado su nombre desde que llegó a mi por medio de mi padre un día que lo encontró tirado en una carretera cuando regresaba de un viaje con su amigos y desde entonces este guapo esta obsesionado con mis calcetines. Me gusta que acurruque su cabeza en mi regazo mientras miramos televisión, ahora es distinto, mamá no ha dejado que calcetín entre a la mansión porque siempre hace un desastre y apenas están limpiando la casa para poder vivir en ella. Estamos bajo una de las terrazas que esta junto al jardín de Anais, sus maravillosas, hermosas y amadas rosas se han marchitado. Nadie las cuido.

El silencio era profundo, solo interrumpido por el murmullo del viento entre los árboles y el distante canto de algún ave que parecía estar sola. Así era aquí, este lugar siempre transmitía eso y ahora sin importar la ausencia de Anais seguía igual. Siempre me había gustado pero ahora si podía percibía la melancolía.

Nunca creí volver. Nunca creí que esta tétrica mansión sería mi hogar. Nunca creí que ella iba a morir. Murió sola, aquí. No puedo imaginarme eso, no quiero.

Casi era medio noche cuando mamá me llamó para que pudiera entrar junto a calcetín. Ya había terminado de limpiar todo el polvo y acomodar los muebles, mamá había hecho unas compras en el supermercado en cuanto entramos a Toronto no quería llegar con las manos vacías y mucho menos tenernos a mi y a papá con los estómagos vacíos, así que por primera vez la tétrica y imponente mansión Lefebvre se sentía como un hogar.

Le prepare una de las habitaciones a calcetín mientras le compro una nueva casa. Aunque no funciono pues le encanta estar siempre conmigo en cualquier lugar y no pude sacarlo de mi habitación. Estuve acomodando algunas cosas que me traje de Calgary y mi ropa, cerré todas las ventanas porque el viento era tan fuerte y hacia que algunas cosas se cayeran de donde las acomodaba no sin antes dar un vistazo nuevamente hacia la mansión, ahora estaba completamente sola, como si nada hubiera pasado, no me sorprendía la forma en la que estos niños se encargaban en ocultar todo casi pareciendo que nunca sucedió nada. Seguramente son caras que veré en belvedere.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.