Ella estaba nerviosa, pero quién no lo estaría en su lugar, al final era el día de su boda, Acacia nunca se imaginó caminando hacia un altar, la situación era muy irreal para ella, tuvo que sostenerse de su padre varias veces para no caer, recordaba cada cosa que había vivido y supo que nada sucedió en vano, agradeció las cosas buenas y las malas también, pues sin ellas no estaría allí ahora, cada prueba que pasó fue trazando su destino y si algo había aprendido de la cueva era que por muy perdida que la situación se vea, siempre habrá esperanza, solo hay que dejar de ser cobardes y enfrentar los miedos que tantos nos aterran y nos someten como a esclavos, porque somos hijos de un Rey que ya nos ha dado la victoria, solo tienes que ser lo suficientemente valiente como para apodérate de ella, ella sabía que no iba a ser la última vez que tendría que luchar, pero contaba con el apoyo de personas maravillosas y sobre con el de su padre, “CAMBIAR para CAMBIAR, LLORAR para REÍR y SACRIFICAR para SALVAR” ahora logró entenderlo. El inmenso nerviosismo que la invadió al acercarse al altar, se esfumó con solo verlo.