Otis
No encuentro las palabras para decirle todo lo que me hace sentir. No encuentro una respuesta clara a sus repentinos cambios de humor. Es tan difícil querer a alguien cuando no es el momento indicado. Es tan feo ver como esa persona trata de avanzar mientras tú no puedes ni siquiera expresarte con toda la libertad de mundo. Pero todo eso es mas complicado cuando estas fingiendo ser alguien que verdaderamente no eres. Este soy yo, si, pero no soy la persona que quiero que ella vea. Soy todo menos yo. Ella es tan simple de vista, y tan compleja por dentro. Lo que le dije esa noche era cierto… Yo preferiría perderme hasta nunca mas encontrarme que perderla a ella, en todos los sentidos que abarca la palabra. Detesto no ser tan claro como el agua, o tan libre como un ave. Ahora miro ese pasillo que lleva a su habitación y me pregunto: «¿Qué hice mal?» «Por qué tengo que ser así de cerrado?» «¿Por qué no pienso un poco en mi felicidad y dejo de pensar siempre en el otro?» Entonces se me ocurre una idea. Ya no me importa nada, no debo de estar haciendo esto, no lo quiero. Saco mi teléfono y marco a la persona que con pocas palabras causó un gran problema.
- Otis, ¿todo bien? – atiende casi al instante.
- Necesitamos hablar, Rebecca – ignoro su pregunta.
- Claro… ¿Quiere que vaya o…?
- En diez minutos en el bar de siempre. – informo y cuelgo.
Me apronto para luego agarrar las llaves y ponerme en marcha. Llego a este lugar horroroso y la veo sentada conversando con un hombre. Camino hasta estar frente suyo. Carraspeo para llamar la atención del señor, este me dedica una sonrisa y se despide de la rubia. Tomo su lugar y no pido nada, seré breve y directo.
- ¿De qué querías hablar? Pensé que quedaríamos en que yo te avisaba…
- No voy a seguir con esta mentira.
Sus ojos se agrandan.
- ¿Qué? No puedes hacerme esto. Ya toda mi familia lo sabe.
- ¿Y? Ese no es mi problema, pero si es arreglar lo que destrozaste.
- Te dije que si lo hacías no te molestaba ni a ti ni a esa chica…
- Esa chica tiene nombre. Y por si no te quedó claro, te dije que no seguiría con esta mentira. – me levanto, pero antes de que pueda marcarme, me detiene.
- No hagas esto, no por favor…
Joder, lo que me faltaba, que se ponga a llorar como una niña. Suspiro cerrando los ojos, buscando algo de paciencia y tranquilidad. Las cosas se afrontan mejor si se hablan calmados.
- Mira, Rebecca. Antes de irme te diré unas cosas mas, pero primero para de llorar. – luego de un rato hace lo que le digo – No tienes por qué fingir estar con alguien, no es necesario. Hay millones de hombres ahí afuera mejores que yo en busca de su amor, en busca de conocer a alguien que lo complemente. En el pasado yo fui ese hombre, tal vez, pero ahora no. Debes de entender que el amor no se fuerza. Puedes tener a cualquier chico si tú lo deseas, no te ates al pasado, progresa, avanza, no retrocedas.
Observo como otra vez vuelve a llorar, pero esta vez sonríe. Esa era la verdad. Estaba metida en un problema que no se resolvería de una noche a la mañana. Además de eso, es que me comprometía a mí.
- Prométeme que le dirás a tus padres sobre esto…
- No puedo – contesta con la cabeza gacha – Hazlo tú.
- Lo haremos juntos.
Entonces eso hicimos. Fuimos a la casa de sus padres sin posterior aviso y se lo dijimos todo. Intenté hacerlos entender que la felicidad de su hija vale mas que un simple compromiso. Ella encontrará a su amor y si lo desea, se casará. Este no era su momento, y tampoco yo era ese hombre, pero alguien vendrá. Llego a mi casa agotado pero feliz y decido tomar una ducha. Mientras froto la esponja contra toda mi anatomía, pienso en que le diré a Zara, en cómo reaccionará, solo espero que bien. También me reimplanto la idea de si está bien pedirle avanzar o ahora tampoco es el momento. ¡Maldición! Otra vez me lleno de preguntas que obviamente, no tiene respuestas. Mientras me visto, le envío un mensaje a la rubia para confirmar si se encontraba en su hogar, al parecer si está. Salgo emocionado de mi casa hacia la suya. En el camino voy escuchando Satisfaction de “The Rolling Stones”. Una vez ya en su edifico, subo y golpeo. Zara me abre con media sonrisa.
- ¿Todo está en orden? – le cuestiono mientras dejo mi abrigo en su perchero.
- Si, si… ¿Tú?
No parecía estar diciendo la verdad, aunque no volví a tocar el tema, ella me lo diría si así quisiese.
- ¿Yo? Feliz, si, feliz. – digo mas seguro.
- ¿Ah, sí? – asiento mientras ella me observa desde la cocina – ¿Y a qué se debe tú alegría?
Le sonrío divertido. Me acerco a ella lentamente para observar que la tiene tan ocupada. Al parecer está cocinando galletas de chocolate. Probaría una si no fuera por mi dieta.
- Arreglé un problema muy grande. ¿Quieres saber? – pregunto juguetón.
- Sabes que no me puedes dejar que con la duda.
- Te lo diré, pero, con una condición.
Ella mete rápidamente las bandejas al horno y se gira para mirarme. Esto sería divertido.